Etimología de APOTEOSIS

APOTEOSIS

La palabra apoteosis viene del latín y el griego ἀποθέωσις (apotheòsis), deificación. Se refiere a:

  1. Acto de deificar a los héroes entre los paganos.
  2. Tributar a alguien grandes honores y alabanzas.
  3. Cuadro final de gran espectáculo en la representación teatral

- Gracias: Eduardo Morales


La palabra griega ἀποθέωσις (apotheòsis) está formada con:


Así la palabra apoteosis significa "acción (-sis) de alejar o separar (apó) a alguien hasta en nivel de los dioses (theo)" y conlleva cierta idea de elevación. En cierto modo es similar a una canonización. Se producen apoteosis míticas de diferentes héroes griegos, y ciertas obras dramáticas terminaban en el mundo clásico grecorromano con la "apoteosis" del héroe, que a veces era incluso elevado en una ascensión simulada a los cielos por diferentes mecanismos escénicos, lo que provocaba un efecto espectacular. De ahí que a un brillante cuadro final de un espectáculo se le llame la apoteosis final.

Es curioso un ritual romano, que se va desarrollando y se tributa a algunos grandes emperadores que han fallecido manteniendo su poder y con buena aceptación de los medios sociales y políticos. Mejor que describirlo, aporto una descripción algo recortada para abreviar del historiador Herodiano (militar y nativo de Siria, que escribe su obra en griego), que vivió a caballo entre los siglos II y III d.C., y nos describe cómo era ese ritual en su época. La aporto en traducción para no escribir dos veces el texto, en versión original y traducido:

"Es costumbre entre los romanos deificar a los emperadores que han muerto (...) Esta ceremonia recibe el nombre de apoteosis. Entierran el cuerpo del emperador muerto al modo del resto de los hombres, aunque con un funeral fastuoso. Pero luego modelan una imagen de cera, enteramente igual al muerto, y la colocan sobre un enorme lecho de marfil cubierto con ropas doradas, que es expuesto en el atrio del Palatio (...) Esta ceremonia se cumple durante siete días. Cada día los médicos acuden y se acercan al lecho, simulando que examinan al enfermo, y cada día anuncian que va a peor. Luego declaran que ha muerto, lo llevan por la Vía Sacra y lo exponen en el antiguo foro, en el sitio donde los magistrados romanos renuncian a sus cargos. A ambos lados en unos estrados en gradas se coloca un coro de niños y un coro de mujeres y cada uno entona himnos y cantos en honor del muerto, en un ritmo solemne y lamentoso. A continuación vuelven a levantar en andas el fúnebre lecho y lo llevan fuera de la ciudad, al Campo de Marte, donde han erigido, en el lugar más abierto, una construcción cuadrada sin otro material que enormes maderos ensamblados en un armazón a modo de casa. En su interior está completamente llena de leña, y por fuera está decorada con tapices tejidos en oro, estatuillas de marfil y pinturas diversas. Sobre este cuerpo de construcción se levanta otro, semejante en forma y decoración pero más pequeño y con ventanas y puertas abiertas. Luego hay un tercero y un cuarto, siempre el de encima menor y más pequeño que el anterior, hasta que se llega al último. La forma de esta construcción es comparable a las torres de luces que los romanos construyen en los puertos (...) Suben luego el féretro al segundo compartimento. Esparcen entonces todo tipo de inciensos y perfumes de la tierra y vuelcan montones de frutos, hierbas y jugos aromáticos (...) Tiene lugar una cabalgata en torno de la pira (...) Cumplidas estas ceremonias, el sucesor del imperio coge una antorcha y la aplica a la torre (...). Luego, desde el más pequeño y último de los pisos, como desde una almena, un águila es liberada para que se remonte al cielo con el fuego. Creen que lleva el alma del emperador desde la tierra hasta el cielo. Y a partir de esta ceremonia es venerado como entre el resto de los dioses".

(HERODIANO, Historia del Imperio Romano después de Marco Aurelio, IV, 2,1 y ss).

Esta ceremonia parece que tiene su precedente en un hecho concreto. Los romanos jamás deificaban a nadie. Pero hubo un personaje a finales de la república de un carácter excepcional. Fue el brillante Julio César, que asumió al final un poder dictatorial pero con intenciones de reparto social de la riqueza y reformas drásticas. Fue asesinado ipso facto por apuñalamiento, por parte de un grupo de republicanos conjurados. Lo cierto es que el pueblo adoraba a Julio César. Huidos sus asesinos, los magistrados romanos organizaron su funeral. Un funeral de alguien medianamente destacado llevaba un cortejo fúnebre, acompañado a veces de carros. El féretro con el cadáver era llevado al foro y expuesto, donde se pronunciaba un elogio del muerto. Desde allí se trasladaba el cuerpo a lugares apropiados para ello, fuera del recinto urbano (si eran grandes militares, al Campo de Marte, ver campo), para proceder a su cremación y enterramiento de cenizas y huesos en la tumba de un cementerio. Tal práctica estaba prohibida en recinto urbano, pues era una acción mancilladora e impía desde el punto de vista religioso quemar un cadáver o enterrar restos humanos en zona urbana. Cuando el cortejo fúnebre de Julio César llegó al foro con su cadáver para proceder a su elogio fúnebre, todos los historiadores cuentan que una inmensa marea humana vestida de luto descendió en silencio de todos los barrios de Roma, destrozó los carros y preparó una pira en el centro de la plaza, y espantó a los magistrados. Tomaron el cadáver de César y practicaron allí mismo su cremación, arrojando en ofrenda a la pira hasta las gentes más modestas sus objetos más valiosos. Recogieron cuidadosamente sus huesos y cenizas en una urna de oro y velaron el lugar días y noches, construyendo en ese sitio y clandestinamente una columna conmemorativa. Unos interpretan que lo hicieron pensando que el espíritu de César nunca los contaminaría, sino que les protegería. Otros piensan que quizá fue una venganza del pueblo para que sus cenizas mancillaran los espacios políticos del foro, y a aquellos magistrados que de un modo u otro habían consentido su muerte, ya que Julio César fue un ídolo popular.

A su muerte y con motivo de ella, estalló una guerra civil, de la que salió victorioso Octavio Augusto, sobrino nieto de César y adoptado por él, que fue el primer emperador de Roma (ver príncipe). Él celebró unos juegos deportivos en honor a Julio César, y unos dicen que mientras duraron se vio brillar una estrella errante en el cielo (otros en cambio que esa estrella anunció el nacimiento de César). El caso es que por ese motivo, Julio César fue considerado como alguien elevado a los cielos y divinizado (Octavio Augusto le contruyó un pequeño templo), y parece que algunos vinculaban este hecho a su particular ritual de cremación.

El recuerdo de César nunca se borró, y los emperadores pretendían imitar a tan legendaria figura. Por eso, aunque el cadáver auténtico nunca volvió a quemarse en la ciudad, en un lugar situado en la actual plaza de Montecitorio en Roma, se celebraba con ciertos emperadores, este simulacro divinizador que se piensa que en parte pudo inspirarse en el excepcional funeral de Julio César, idolatrado por el pueblo.

- Gracias: Helena

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