Etimología de ALCAPURRIA

ALCAPURRIA

Las alcapurrias son unas frituras de masa de tubérculos que llevan carne por dentro que se preparan en Puerto Rico. Esta es una de las palabras que nos piden a menudo. El DRAE no explica su origen, pero como empieza por al- pensé que sería de origen árabe andaluz.

Encontré este artículo de Cruz M Ortiz Cuadra que dice que en Andalucía alcaparrón se refiere al pene y que el nombre de la fritura lleva este nombre, pues tiene esa apariencia .... ¿Será verdad?


No estoy de acuerdo con todo lo que dice Ortiz Cuadra, pero sí con la parte que relaciona alcapurria con alcaparra. Lo que no es de recibo es la calificación de "aljamiada" que se hace en el artículo de la palabra القبّارة al-qapára / الكبّارة al-kapára que daría origen a nuestra alcaparra. Estas son cosas de Antonio (Abderrahmán) Medina Molera, que no es precisamente un autoridad en diacronía de las lenguas romances de la Península Ibérica, ni mucho menos, antes bien demuestra una formación superficial en dialectología, quien por motivos identitarios editó un vocabulario que tituló Diccionario andaluz: biográfico y terminológico que se publicó en 1980 como tomo octavo de una Historia de Andalucía que firmó llamándose todavía Antonio, con un fuerte contenido ideológico en el que es mejor ni entrar. En este Diccionario andaluz fusiona los vocabularios anteriores de Alcalá Venceslada, el Atlas Lingüístico Etnográfico de Andalucía (ALEA) y otros con la recopilación minuciosa de toda palabra que apareciera en el DRAE de su época como procedente del árabe. Con todo ello montó una pretendida lengua que había que rescatar del olvido y que llamó "aljamiada".

Pero aljamiado es un término medieval que viene de la palabra aljamía y ésta del árabe عَجَمِيَّة ˁaǧamiyya "(lengua) bárbara, extranjera" y se usó de dos maneras, una, la más antigua, denominaba a la lengua no árabe de al-Andalus, el romance andalusí de origen latino -que algunos, incluido el DRAE, insisten en seguir llamándolo erróneamente con el término confesional mozárabe-, de modo que los que la hablaban en al-Andalus (o en el Norte) eran llamados losˁaǧam y su lengua ˁaǧamiyya. Estos son ejemplos tomados de un botánico andalusí:

"Se llama en ... ˁaǧamiyya طرقنتية ṭurquntiyah "dragontea" y en árabe شجرة الحنش šaǧarat alḥanaš "planta de la serpiente".[1]

"…con una raíz delgada como las habas en tamaño y forma, por lo que los ˁaǧam las llaman fayǧiyāllah, que quiere decir "habita"[2], …

"Los árabes llaman ˁutm y utm al árbol que los bereberes llaman acebuche [āzabbūǧ], y los ˁaǧam oleastro [alābāštar]"[3]

La lengua aljamía era en aquel uso sinónimo de romance. Por tanto hablar en "aljamía" es lo que hacemos todos los hispanos, lusos y catalanoparlantes.

El otro uso fue muy posterior, ya en la época final de la destrucción de al-Andalus. Entonces quedaron las poblaciones andalusíes que habían usado como lengua de cultura el árabe (igualmente quienes habían usado el hebreo como lengua litúrgica y la habían cultivado también como lengua de cultura) desprovistos de educación en la lengua de su propia cultura, como paso previo para su anulación total. Una de las muestras de resistencia a este etnicidio fue aferrarse al alfabeto, aunque la lengua ya no se conociera. Y así surgieron en los siglos XVI y XVII escritos clandestinos en letra árabe, o en letra hebrea, pero en lengua romance. Estos textos se llamaron también textos aljamiados, porque estaban escritos en la lengua aljamía, aunque su escritura fuera la árabe o la hebrea.

Así pues, el caso que el doctor Ortiz Cuadra hace de lo que dice Antonio (Abderrahmán) Medina le lleva a cometer sus mismos errores. Por ejemplo, ese pretendido uso andaluz que "...según Medina, se empleaba en la Baja Andalucía, y aún se emplea entre los andaluces pobres (?), para significar el miembro genital masculino" es pura fantasía metafórica mediní, pues cualquier fruto, bulbo o raíz de aspecto fálico está siempre disponible para darle ese significado, desde el boniato al rábano, pasando por la yuca o la banana, en Andalucía como en Cuba, o en Chile, o en Santiago de Compostela, y eso entre los pobres, los ricos o las clases medias. Lo que pasa es que quien haya visto alguna vez un alcaparrón difícilmente hará comparaciones con los genitales de ningún varón, a menos que sean los de un recién nacido, o con un inequívoco ánimo de burla.

La palabra alcapurria es, efectivamente, una derivación de la palabra alcaparra que como evolución intrarromance había adaptado el étimo andalusí al-kapára a una terminación con uno de los sufijos -arro, -arra que, a veces sirven como despectivos, otras veces tienen función meramente apreciativa. A la palabra alcaparra le pasó como a guitarra , que tienen el final, que hubiera sido -ara, convertido en -arra, como los despectivos coloquiales cegarra "cegato", pequeñarra "pequeñajo" o tunarra "tunante". De alcaparra salió alcaparrón, sumándole otro sufijo, -ón, que la mayoría de las veces es aumentativo y alguna que otra diminutivo (perdigón, ratón, cajón), pero no tiene por qué venir de ahí el antillano alcapurria. Más bien se ha operado aquí un cambio de sufijo y, en lugar del habitual -arra, se ha usado el menos frecuente -urria, que podemos ver en bebendurria, mamandurria o vidurria. ¿Por qué se han llamado así estos manjares? Pues vaya usted a saber, a lo mejor sí tiene algo que ver con el alcaparrón, a fin de cuentas, quizá porque al cortar un alcaparrón se vea con todos los granitos del fruto parecido a cuando se le da un bocado a una alcapurria, que se ve el picadillo de carne. Pero todo eso de aljamías, andaluces pobres y genitales de varón... se lo debemos a Medina que ha confundido con su conocida falta de rigor al desprevenido Ortiz.

Fuentes:

[1] Es el romance andalusí ṭraqontéa "dragontea", del latín dracontia que refleja un griego δρακοντία, variante de δρακόντιον, Arum dracunculus L. = Dracunculus vulgaris (L.) Schott., llamado hoy en espoañol "dragontea", "serpentaria", "taragontia". Cf. Abūlḫayr Alˀišbīlī: Kitābu ˁumdati ṭṭabīb fī maˁrifati nnabāt likulli labīb (Libro base del médico para el conocimiento de la botánica por todo experto), vol. II, Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2007, pág. 442.

[2] Ibídem, pág. 443.

[3] Ibídem, pág. 531

- Gracias: Joaqu1n

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