Etimología de AGALMATOFILIA

AGALMATOFILIA

La palabra agalmatofilia designa a un trastorno psicosexual (parafilia) que consiste en sentir una atracción sexual enfermiza hacia objetos inanimados como estatuas, muñecas, maniquís, etc.

El término se formó con los siguientes elementos griegos:

Probablemente el primer caso académicamente documentado fue el que describió el psiquiatra alemán Richard von Krafft-Ebbing (1840-1902) en su Psicopatía Sexual de 1877, donde describe el caso de un jardinero que sentía atracción erótica por una estatua de la Venus de Milo, al que se descubrió intentando hacerle el sexo.

La agalmatofilia incluye o puede más bien ser sinónimo del pigmalionismo, en referencia al personaje mitológico griego Πυγμαλιων (Pygmalion, hijo de Poseidón según Higinio), descrito por el escritor Ovidio (s. I a.C.) en su obra Metamorfosis, quien buscaba la mujer perfecta, para lo cual hizo una estatua de marfil, que luego cobró vida, casándose con ella, lo que constituye un claro ejemplo de esta condición psicosexual.

Actualmente (2017) ha proliferado de manera notable la "industria porno", al grado que en Japón, por solo citar un ejemplo, comenzó la fabricación de maniquíes de vinilo, látex y silicona, con un sorprendente parecido a una mujer real, a la que llaman Datch Waifu (esposa holandesa), que algunos hombres compran para satisfacer sus extrañas fantasías parafílicas.

Fuentes:

  1. Griffiths D. Mark online. Love Sculpture. 11 de julio de 2017.
  2. Sexualidad180.com en línea. Muñecas Sexuales. 2017.

- Gracias: Jesús Gerardo Treviño Rodríguez.


La palabra griega ἄγαλμα, ἀγάλματος ("ágalma, agálmatos") de la que se forma agalmatofilia, significa propiamente objeto con el que uno se equipa, adorna o se enorgullece, obra trabajada con arte, y también imagen de los dioses. El vocablo es un sustantivo de resultado con sufijo -ma/-matos a partir del verbo ἀγάλλω ("agallō", ornamentar, equipar, honrar con presentes). Su forma más antigua es ἀγάλλομαι, en voz media, y significa exultar de alegría con los objetos de lujo, refiriéndose especialmente a ofrendas a los dioses. Su origen es oscuro dentro del griego.

Pero lo que sí es muy claro es el primer caso real descrito de tal agalmatofilia, independientemente del mito de Pigmalión, que es eso, un mito. Pero poseemos una obra de época imperial romana llamada Erotes y escrita en griego, por un autor al que llamamos el Pseudo Luciano, porque no sabemos su nombre, pero sí que es un imitador de Luciano de Samosata (s. II d.C.) al que debemos la mejor descripción de la Afrodita de Cnido de Praxíteles, el primer desnudo integral femenino de la escultura occidental, obra del año 360 a.C. que se perdió en el s. VI d.C., aunque quedan de ella innumerables copias romanas. La obra fue un encargo de los habitantes de la isla de Cos realizado al artista, que cuando vieron a aquella Afrodita tan seductora dejando caer su túnica para ingresar en el baño ritual, juzgaron que era obra demasiado impúdica para representar a una diosa y la rechazaron. Entonces los de la isla de Cnido que andaban por allí con idea de realizar alguna adquisición, le dijeron al artista que ellos la aceptaban encantados, la colocaron en su pequeño santuario y lograron que este, gracias a la estatua, fuera uno de los más visitados del mundo antiguo.

Sobre el erotismo de esta escultura y los efectos que tenía, tenemos diferentes testimonios sobre hechos reales, que no son mitos (Plinio nos habla por ejemplo de un joven que se enamoró perdidamente de ella). Pero es el Pseudo Luciano quien nos narra que la escultura se hallaba en un pequeño santuario, abierto por delante, entre hermosos árboles frutales y festones de generosa uva. Así los peregrinos podían contemplar la figura de la diosa, blanca y radiante, en contraste con el verdor del follaje. Estaba en actitud de ir a entrar en el baño ritual, y una mano sostenía aún el vestido que acababa de quitarse de los hombros. Sus labios estaban entreabiertos en suave sonrisa; sin embargo, no había abandonado en absoluto la majestuosidad de los dioses olímpicos. El Pseudo Luciano y sus compañeros visitantes hablan de la obra como si se tratase de una mujer viva de belleza abrumadora. Y he aquí que uno de los del grupo, llevado de su entusiamo, saltó sobre el pedestal y le rodeó el cuello con los brazos. El guardián se escandalizó al principio, pero más tarde, mediante propina, abrió la puerta de atrás para que pudieran admirar también el trasero y el aspecto dorsal de la diosa, lo que aumentó el entusiasmo de los presentes. A todo ello se añade también la noticia de un visitante que se quedó encerrado de noche para poder hacer algún tipo de uso erótico de la escultura y fue descubierto por la mañana.

- Gracias: Helena

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