Etimología de LUCIFER

LUCIFER

La palabra "Lucifer" viene del latín, formada de lux (luz) y ferre (llevar). y significa "portador de luz". Es muy similar a la palabra fósforo del griego φως (phos = luz) y φέρειν (pherein = llevar, cargar), ver fósforo.

El verbo latino ferre es muy similar en fonética y semántica al verbo griego pherein. Antiguamente, se creía que ferre podría ser un préstamo del griego al latín. Esta hipótesis estaba apoyada en el hecho indiscutible que la literatura griega es varios siglos anterior a la latina y la gran cantidad de palabras latinas que han sido tomadas o prestadas del griego por intelectuales romanos como Cicerón.

Eso fue antes de estudiar el sánscrito y descubrir que la raíz del verbo ferre latino existe no sólo en el griego y el sánscrito, sino que en casi todas las lenguas indoeuropeas. Así esta raíz fue reconstruida como *bher- y la podemos encontrar en:

Sánscrito Griego Latín Gótico Ruso
bharami φέρω
(phero)
fero bairan
(dio bringen en alemán y bring y bear en inglés)
брать
(vratch) tomar

No es suficiente encontrar la raíz en un idioma siglos antes que otro, para declarar un préstamo. Los lingüistas han verificado que el verbo latino ferre es propio y no viene del griego φέρειν pues:

  1. Las palabras derivadas del griego φέρειν son diferentes. Se distinguen por la radical -for- como en fósforo, dendróforo, semáforo, etc.). En cambio las derivadas del latín llevan -fer- como lucifer, ignífero, y oferta.
  2. Los préstamos auténticos del griego al latín ocurren en voces que no tienen una familia léxica propia. En cambio la palabra latina ferre está acompañada de una extensa familia léxica. Ver: calciferol, deferencia, fértil, feraz, foraminífero, furtivo, prelado, referendum, relatar, y turiferario.

El vocablo latino Lucifer, era un epíteto habitual del planeta Venus, aunque en ciertas ocasiones se aplicó también a la estrella Sirio, cuyo orto se producía en verano. El nombre se debe, en un caso, a que el planeta Venus o astro de Venus puede verse muy brillante al amanecer justo en la zona del horizonte donde va a salir el sol, momentos antes de que se produzca el clareo y el asomar del astro: parecía pues que arrastraba tras de sí la luz del día. En el caso del orto de Sirio, la estrella Sirio, la más brillante del cielo de verano, se sitúa justo sobre el punto en que sale el sol en esa época del año, se eleva, y tras él avanza el sol en su salida.

Todavía en época de Isidoro de Sevilla y en el s. VII d.C, Lucifer designa a Venus, como atestiguan sus escritos, y en nada evoca en esta época a los cristianos del momento la figura de un ente demoníaco que fue un ángel caído que se opuso a Dios. Veamos el texto de Isidoro referido a los nombres de los días de la semana:

...Sextum(diem) a Veneris stella, quae Luciferum appellaverunt, quae inter omnes stellas plurimum lucis habet.

(Isidoro de Sevilla, Origines, 5).

Hay indicios de que algunas comunidades cristianas primitivamente emplearon de manera esporádica el epíteto "lucifer" referido a Jesucristo, al que consideraban portador de la luz al mundo. Como muestra del uso del epíteto Lucifer referido a Cristo puede leerse el siguiente pasaje del poeta cristiano Prudencio (fines del s. IV d.C.):

tu, cura dei, facies quoque Christi,
addubitas ne te tuus umquam deserat auctor?
ne trepidate, homines; uitae dator et dator escae est.
quaerite luciferum caelesti dogmate pastum,
qui spem multiplicans alat inuitiabilis aeui,
(PRUDENCIO, Psychomachia, 622-626)

TRADUCCIÓN:

"Tú, preocupación de Dios, también rostro de Cristo,
¿dudas acaso de que te abandone alguna vez tu creador?
No tembléis, hombres; el dador de la vida es también el dador de su alimento.
Buscad a Lucifer(1), el alimento del dogma celeste, para que multiplicando vuestra esperanza la alimente de vida incorruptible,…"

La identificación con la leyenda de un ángel caído que se opuso a Dios y se trasformó en el príncipe del mal va surgiendo a partir del s. VIII, en que se generaliza en la liturgia un salmo del Antiguo Testamento (libro de Isaías) que proclama la muerte de todos y que no hay poder eterno más que el divino. En este salmo se hablaba del rey de Babilonia que había retenido a una parte de los israelitas en su ciudad. Los reyes persas, mazdeístas y creyentes en una divinidad suprema representada por el fuego y la luz, tenían como emblema un signo rutilante de cristal envuelto en dos alas de bronce, que refractaba la luz y representaba el principal epíteto real: "astro brillante o portador de luz". En el salmo Isaías indica que hasta el "astro brillante" que con su poder retuvo a los israelitas feneció, murió, cayó de su alta posición y fue pasto de la podredumbre terrenal.

Y San Jerónimo, en la Vulgata, traduce este salmo así al latín: "Quomodo cecidisti de coelo, lucifer, qui mane oriebaris...?" ( ¿Cómo caíste del cielo, portador de la luz, tú que nacías por la mañana...?). Nadie entendía a qué o a quién se refería, y esto, sumado a nacientes creencias sobre demonología, y sobre el dualismo bien-mal (de base también mazdeísta), desarrolló la famosa tradición del ángel caído, y todo el mundo interpretó que el "lucifer" empleado por Jerónimo era su nombre propio.

Nota:

  1. Es decir "El portador de la luz", referido a Cristo. El párrafo es una exhortación al alma humana a la que considera obra de Dios y rostro de Cristo. Cristo se considera el alimento del alma.

- Gracias: Helena

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