Etimología de EN

EN

La palabra en viene del latín in que indica dirección de afuera a dentro y estar en. Encontramos in- como prefijo en palabras como: incorporar, inculcar, inferir, insultar, invertir e involucrar. La palabra latina se asocia con la raíz indoeuropea *en, presente en el griego ἐν en y de ahí las palabras: encéfalo, enciclopedia, endemia.


En latín in es una preposición y un preverbio o prefijo, preferentemente verbal. Todos los prefijos en realidad son preposiciones especializadas también como preverbios. Como tales preverbios conservan los significados que como preposición tienen, y además añaden muchos sentidos que llamamos valor aspectual (aspectos a considerar en el desarrollo de una acción verbal: los aspectos pueden ser ingresivo, intensivo, progresivo, perfectivo o terminativo y resultativo).

Las preposiciones tienen un valor semántico básico del que se derivan otros significados y matices que van adquiriendo en parte por combinación con diversos elementos de la lengua. Si nos centramos en el caso de in, se trata de una preposición cuyo sentido básico y primigenio es la idea de interioridad, pero que tiene otros matices según veremos. El sentido se concreta según el caso de la palabra con que forme sintagma, e in se puede construir con una palabra en ablativo o en acusativo. El ablativo es un caso estático y el acusativo es dinámico, por eso si digo in urbe (ablativo), quiero decir "en la ciudad, en el interior de la ciudad" y lo emplearé en expresiones como manere in urbe (permanecer en la ciudad) es decir, con verbos estáticos o expresiones en las que aporte una ubicación. Pero si digo in urbem (acusativo), quiero decir "a la ciudad, al interior de la ciudad" y lo emplearé con verbos de movimiento, como ire in urbem (ir al interior de la ciudad); con este valor se opone a la expresión ad urbem, que también tiene idea direccional, pero como el valor de ad es el de proximidad o junto a, ire ad urbem significa sólo ir en dirección a la ciudad, quizá para quedarte junto a ella o a las puertas, pero no con la intención clara de entrar. Estos valores de in los conserva como preverbio, de manera que si aplicamos in- a un verbo estático, significará en principio en el interior, por ejemplo inmanere (permanecer en el interior) o inesse (estar en el interior), caso menos frecuente, pero en la mayoría de los verbos (las acciones suelen ser dinámicas), significará al interior, como en inspirare (respirar hacia adentro), influere (deslizarse a un interior de las personas o situaciones), inflare (soplar hacia el interior), etc. Y ahí es cuando in- también puede adquirir valores aspectuales: en efecto a veces la idea "al interior" no se aplica a realizar la acción hacia el interior de algo, sino al hecho de entrar en la realización de la propia acción, entrar en su abordaje, es decir, empezarla, y entonces in- tiene un valor aspectual ingresivo, como por ejemplo en incipere (empezar, in+capere, es decir empezar a tomar o abordar la realización de algo), o en incendere (encender, iniciar un proceso de combustión). Y a veces la idea de "en el interior" toma un valor aspectual de realización de la acción "hasta la médula", es decir, intensamente, y tenemos un valor aspectual intensivo, como en illuminare (bañar de luz del todo, intensamente), o en intendere o intentare (tender intensamente a la obtención de algo).

Pero también adquiere in otros valores secundarios. En efecto a veces la idea "en el interior" es relativa. Por ejemplo si decimos en latín in monte, hay una idea relativa de que estás en el interior del recinto de un monte o de la superficie de un monte, pero en principio, a no ser que en él haya una caverna, un monte no es penetrable y no estás en las entrañas del monte, sino sobre su superficie. Es así como in va adquiriendo también un valor de sobre, situación en, pero encima de. Y ese valor también lo vemos a veces cuando funciona como prefijo con ciertos verbos que implican ubicación pero no penetración: así imponere (imponer) es poner algo, en sentido real o figurado, sobre otro. Así que es cierto que in puede tener a veces el valor de situarse en otra cosa, pero haciéndolo sobre ella.

Pero hay otro valor secundario también importante, variante de sus acepciones direccionales. En determinados casos, en principio yo no puedo gastar in+acusativo porque es imposible que yo me pueda meter dentro del objeto en cuestión. Por ejemplo si una nave navega a Italia o sus tripulantes navegan en ella, jamás podré decir en latín navigare in Italiam, sino navigare ad Italiam, porque una nave o sus navegantes jamás "penetran" en la tierra de Italia, van "junto a" (ad), porque anclarán la nave, que no puede entrar en la tierra, junto a la costa. Del mismo modo si el acusativo indica a una persona, está claro que yo voy junto a ella, pero no a "meterme dentro de ella". Y así diré ire ad Antonium (ir junto a Antonio, ir a la presencia de Antonio). Y sin embargo el latín emplea en numerosas expresiones in+acusativo de persona: lo hace cuando el movimiento direccional hacia esa persona se da con intenciones de "rajarlo", de violar su interioridad o integridad o de atacar su esencia o sus convicciones interiores: es entonces un in con un claro valor de hostilidad, que habitualmente traducimos por "contra", como por ejemplo ire in Antonium (ir contra Antonio), contendere in Gallos (combatir contra los Galos), etc. Incluso ese in con valor de contra pasa a veces de las personas a las cosas, como por ejemplo agere in mores (actuar contra la moral o las costumbres), bien diferente del estático con ablativo agere in moribus (actuar dentro de la moral o costumbres). Recuérdese al respecto en latín los títulos de los discursos judiciales o políticos de Cicerón: todos aquellos que llevan in son los discursos que Cicerón pronunció como acusador, es decir contra un personaje (In M. Antonium, In Catilinam, In C. Verrem, es decir, contra esos personajes), y los que pronunció como abogado defensor llevan pro (en favor de, en defensa de, para llevar adelante su causa), como Pro Marcello o Pro Murena. Pues bien, ese valor de in como contra también es un matiz que se observa a veces cuando se usa como preverbio en ciertos verbos como infligere (hacer chocar contra).

- Gracias: Helena

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