Etimología de INFIERNO

INFIERNO

Los griegos miraban al cielo y veían dioses, orden y belleza, ver: días de la semana, planetas y cosmética. Cuando miraban a la tierra veían suciedad, ver: tártaro y tortuga. Los romanos también tenían esa mentalidad, ver inmundo. También ese lugar (seis pies bajo tierra) era donde enterraban a los muertos. Pues así nombraron infernus (abajo), al lugar donde habitan los males y los muertos. De ahí nuestra palabra infierno y las palabras inferior e infernal.

Varios latinistas derivan la palabra latina infernus del prefijo infra- (en el interior) y la asocian con la raíz indoeuropea *ndher- (debajo).

El antónimo de infernus es supernus (superno, lo más alto, del cielo, que está encima de todo). Ambos, super- e infer-, llevan la terminación contrastante -er, que encontramos desde el indoeuropeo, como vemos en *pater- contrastando con *mater-  y *uper- versus *ndher-. Así se forma el doble sufijo -ernus, que no solo vemos en infierno, sino que también en externo, internoeterno, moderno, invierno, etc.


Es absolutamente falso que griegos y romanos vieran "suciedad" cuando miraban a la tierra. Para ellos la Tierra formaba parte del universo y al universo, incluyendo la Tierra, le llamaban "Orden, ornato, belleza ordenada". Ese concepto se dice en griego con la palabra kosmos, y en latín con la palabra mundus. Así que mundus, que incluye el cielo y la tierra, es orden, belleza y ornato y por extensión el universo real, incluyendo nuestro planeta. Lo inmundus es lo que no (in-) tiene orden, ni belleza, lo feo, sucio, desordenado y desagradable. Y todo esto en nada tiene que ver con infernus, en que in- no es no, sino que popularmente es entendido como "en el interior": la palabra se entendió que designaba "lo que está en el interior del suelo y más abajo del suelo". De todas maneras esto es sólo una etimología popular romana, porque en realidad infernus es una variante de inferus que no lleva ningún tipo de prefijo in-, sino que se relaciona con un radical indoeuropeo *ndh-ero (inferior, de abajo), que es el mismo que ha dado lugar por ejemplo a la preposición under en inglés y al sánscrito ádhara (inferior).

En el interior del suelo, dado que a los muertos o sus cenizas siempre se les enterró, la mitología situaba el espacio oscuro en que los muertos vivían (Hades, Averno, Orco). Posteriormente el cristianismo designó eso con la palabra latina infernus, y lo transformó en el lugar de los muertos malvados o condenados (entre griegos y romanos era en general el mundo de los muertos), mientras para ellos los muertos buenos iban al cielo. Es el Cristianismo primitivo y medieval el que vio el mundo y la Tierra como un lugar inmundo y despreciable, lugar de pecado, y sólo valoró como bueno el cielo prometido a las almas buenas, nunca lo vieron así ni los griegos ni los romanos, para quienes la tierra tanto como el cielo, era la manifestación de la belleza y perfección de la naturaleza ordenadora.

La valoración de la naturaleza y la tierra como obra divina sólo se da en el cristianismo a partir del Renacimiento. Es entonces cuando la recuperación de la filosofía neoplatónica de los clásicos griegos y romanos permite una visión positiva del mundo, frente a la ideología cristiana medieval.

En cuanto al concepto cristiano del infierno está basado totalmente en las concepciones clásicas grecorromanas poéticas del Hades. No existe en la concepción judaica o bíblica heredada por los cristianos donde a lo sumo se habla metafóricamente como destino de las almas perversas de "la hoguera de la gehena", un antiguo estercolero cercano a Jerusalén, donde las basuras se quemaban constantemente, mientras se dice que las almas justas "reposan en el seno de Abraham". Para los griegos y romanos el Hades era un lugar subterráneo, morada final de los muertos, separado del mundo de la vida por la laguna Estigia, y tenía diferentes secciones. En él estaban los Campos Elíseos, espacio paradisíaco de eterna primavera de los héroes y los justos. Pero el resto de ese mundo infernal se caracterizaba por praderas de bruma y niebla donde ciertas almas vagaban sin conciencia, ríos de fuego o lágrimas, sedes de todo tipo de monstruos infernales y un profundo abismo separado, el Tártaro, donde entre emanaciones sulfurosas estaban encerrados los grandes criminales. De todas esas concepciones y sus diferentes círculos saca el cristianismo su concepto del infierno, aunque sobre todo coloca en él a los demonios, que no son más que diosecillos mediadores y de fertilidad del mundo clásico (los démones), especialmente los sátiros con sus patas de cabra, rabo y cuernos, a los que previamente sataniza. Incluso su concepto y visión de un "limbo" para las almas "neutras" lo saca de las praderas de bruma y niebla de los asfódelos, en que las almas vagan sin percepción ni conciencia. Y si vamos a la descripción del infierno cristiano que hace Dante en la Divina Comedia, el paralelismo es exactísimo.

- Gracias: Helena

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