Etimología de INFINITIVO

INFINITIVO

La palabra infinitivo viene del latín infinitivus, formado del prefijo in- (denota negación), finitus (delimitado) y el sufijo -ivus (-ivo, indica relación activa o pasiva). Es un verbo que ''no está delimitado'' ''incompleto'', o sea, por sí solo no indica nada. Es decir si digo, comer, está incompleto, no está determinado, tengo que decir, Yo comeré, yo voy a comer, yo quiero comer. En español, no indica tiempo (si la acción ocurrió hoy, ayer, o si va ocurrir mañana), ni persona (yo, tú, él ...), ni número (singular, plural). Su terminación es: -ar (como en acabar), -er (como en comer) o -ir (como en venir), que vienen como contracción del romance -are,-ere,-ire.

Otras palabras compuestas con el prefijo in- y el sufijo -tivo incluyen:


Los gramáticos latinos explican perfectamente por qué el infinitivo se llama así. Infinitivo es sinónimo de "indeterminado". Es una forma no definida por morfemas de persona, número, tiempo, etc. Por ese motivo sólo expresa la acción en abstracto, en la forma de un nombre.

Si bien esto es así, el infinitivo latino sí tenía "tiempos", sólo que estos tiempos no son absolutos, sino relativos a las otras acciones verbales expresadas en el discurso. Así los verbos latinos tienen un infinitivo de presente o infectum, como videre, audire (= ver, oír), que indica simultaneidad con el tiempo de la frase, un infinitivo de perfectum para expresar anterioridad al tiempo de la frase y acción acabada, como vidisse, audivisse (= haber visto, haber oído), y un infinitivo de futuro compuesto para expresar acción posterior, como visurum esse, auditurum esse (haber de ver, haber de oír). Estas formas también tienen sus variantes pasivas, con lo cual un verbo latino llega a tener seis infinitivos. Es decir, que el infinitivo no es tan indeterminado como parece, si bien carece de marcas personales que delimiten al actuante de la acción.

Lo que sucede es que las lenguas romances sólo han conservado una forma del infinitivo latino: la del infinitivo de presente o infectum, cuyo sufijo característico originario era -se (como en latín esse, del verbo sum), pero que en el s. IV a.C. cambio a -re por rotacismo (paso de todas las eses intervocálicas a erre). Este -re combinado con las raíces verbales acabadas en vocal, que podían terminar en -ā, -ē, -ĭ (que pasa a -ĕ), -ī, dio formas de los infinitivos latinos terminadas en -āre (amāre), -ēre (habēre), -ĕre (legĕre, scribĕre, capĕre), e -īre (audīre), que son las que generan nuestras características terminaciones de infinitivo en -ar, -er, -ir.

Otra cosa curiosa es que modernamente empleamos el infinitivo para nombrar al verbo (que en sí se presenta en realidad con multiplicidad de formas), cuando curiosamente el infinitivo no es un verbo siquiera funcionalmente, sino que en realidad es un nombre verbal, un nombre derivado del verbo, que hasta admite artículo como todos los nombres (el vivir bien), y en la frase jamás cumple la función de núcleo verbal, sino las funciones propias de los nombres (sujeto, complemento directo, etc.). En latín en cambio, como en griego clásico, para nombrar un verbo se emplea la primera persona del presente de indicativo.

- Gracias: Helena

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