Etimología de OBRA

OBRA

La palabra obra viene del latín opera (trabajo). La palabra latina opera nos dio el doblete ópera y viene de opus, que nos dio: oficio, oficina, operar, cooperar, etc. Se vincula a una raíz indoeuropea *op- que indica trabajo y producir en abundancia.

La evolución fonética de opera a obra es muy interesante, pues dio tres pasos adelante y otro hacía atrás. El asterisco (*) indica que es una palabra reconstruida:


Opinión diferente y respuesta

Aquí no hay ningún "paso atrás" de huebra, ya que hue- jamás da o. Como ejemplo el término huevo, del latín ovum. La o breve acentuada da ue (si va en posición inicial la lengua exige por norma ponerle una h), pero luego nunca ue dio o. La historia de obra es bien diferente. En las palabras patrimoniales o latinas tenemos vulgarismos, cultismos y semicultismos. Obra es un semicultismo.

La lengua romance (las diversas lenguas romances) nacen entre el 500 y el 800 u 800 y pico d.C. Son sólo el habla deformada de gentes analfabetas muy modestas, campesinos, agricultores y ganaderos. Ellos generan una lengua muy pobre en palabras, constituidas sobre todo por: nombres de parentesco, vocabulario agrícola y ganadero, pájaros, árboles y animales que son realidades naturales de su medio, vocabulario de oficios relacionados con su vida (herrería, tejido, carpintería…) y poco más.

Aunque este proceso se dio en todas las lenguas romances, me centraré en lo ocurrido en el romance castellano. Sobre todo a partir del s. XI, no sólo ha empezado a nacer una literatura popular en lengua romance, sino también se plantea una necesidad añadida de escribir, aparte de en latín, también una serie de cosas en romance. Son sobre todo los códigos legislativos de los estados feudales: aunque no sepan leer las gentes llanas, al menos oralmente deben conocer los textos de las leyes, acuerdos y contratos que regulan sus vidas: en latín ya no los van a entender, hay que traducirlos o recrear nuevos. Y ahí les aparece el primer problema a todos los escritores y traductores de la nueva lengua: les faltan miles de palabras que el romance no tiene porque la gente ignorante y modesta no las usaba en su latín. Empiezan entonces a introducir cientos de nuevas palabras desde el latín que ellos simultáneamente hablan, eliminando sus casos y adaptándolas al romance castellano. Sobre todo este proceso fue muy intenso en los siglos XII y XIII (en el XIII con la intensísima labor de Alfonso X el Sabio y su escuela de traductores de Toledo). Estos se plantean como ha de ser la adaptación, que puede ser de dos formas: introduciendo la palabra latina casi pura (por ejemplo, "artículo" del latín articulum), o respetando la primera parte de la palabra y adaptando los sufijos que contiene al romance (por ejemplo, "artejo", del latín articulum; si auricula había dado oreja y oculum, ojo, articulum debía adaptarse a la nueva lengua como artejo). "Artejo" es lo que llamamos un semicultismo (raíz latina pura y parte final de la palabra adaptada, modificada). Entre los s. XI y XIII prevaleció mucho la tendencia a adaptar palabras de este modo, luego se prefirió dejarlas en su forma latina pura. Así de algunas palabras tenemos un semicultismo y un cultismo, aparte de un posible vulgarismo o voz patrimonial real y creada por la corrupción y evolución practicada por el pueblo.

Es el caso de obra. No podía utilizarse la voz patrimonial huebra porque sus creadores la habían especializado en designar sólo el tipo de trabajo u obra que más conocían: la faena agrícola, y en concreto, la peonada, el trabajo agrícola que se hace en un día. Así se recurrió a adaptar opera para designar obras cualesquiera, de todo tipo, manuales o intelectuales, y del mismo modo que paupere(m) evolucionó a pobre, artificialmente opera quedó adaptada como obra (es un semicultismo), como hubiera sido la evolución patrimonial de su parte final. Luego se reintrodujo el cultismo puro opera, desde el italiano, para designar a un tipo de composición musical concreta que aparece en el s. XVII.

-Gracias Helena


Pues claro que hay un paso atrás. Lo que Helena llama "semicultismo" es un proceso que no sigue la evolución fonética normal del idioma, sino que da un paso atrás, hacia el latín, para construir esta palabra.

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