La alheña es un arbusto y la flor de este. Al igual que muchas palabras que empiezan por al- (alcaparra, alcachofa, algarroba) y que llevan una hache al medio (alfahar, alhóndiga, albahaca), la palabra "alheña" viene del árabe hispano. En este caso es al-jinna y este del árabe clásico jinna. Los árabes era expertos en plantas. Las palabras amapola, añil, azucena, azahar y lila, también nos vienen del árabe. El castellano recogió estas palabras durante los 800 años en que hubo territorios musulmanes en la península Ibérica.
Otros nombres de plantas que nos viene del árabe incluyen: acelga, acíbar, ajenuz, albahaca, albaida, alcandía, alcaravea, alcaucil, alcachofa, alcohela, alfalfa, alficoz, algarabía, alholva, algazul, alhelí, aljuma, almarjo, almea, almoraduj, alpiste, altramuz, alubia, anea, atocha, azafrán, azándar, badea, biznaga, candil, cúrcuma, espinaca, jenabe, matalahúva, mazacote, turbit, zábila, zahína, zaragüelles, zulla.
Al- en árabe es equivalente a los artículos españoles el o la. Cuando está antes de z- se asimila. Así tenemos: azabache, azafata, azafrán, azar, azimutal, azófar, azotea, azúcar y azulejo.
Es obvio que tenemos muchos arabismos en español pues durante siglos el árabe fue lengua hablada en una parte considerable de la península ibérica. Y es obvio también que hay muchos arabismos en nombres de plantas conservados en la población rural de la península. Lo que es una tontería es considerar por eso que los árabes fueron expertos en plantas. Los árabes fueron tan expertos en plantas como cualquier cultura importante precapitalista de base fundamentalmente agraria. Es la misma tontería que decir que los romanos fueron expertos en trigo porque nos dejaron la palabra trigo. Miren no, el trigo se empezó a cultivar más de 10.000 años a.C. en Anatolia, y montones de pueblos fueron expertos en trigo antes de los romanos y lo serían después, sólo que la palabra trigo la conservamos del latín triticum. De la misma manera los árabes asumieron todos los conocimientos agrarios de los pueblos que invadieron o con los que contactaron, y como todos, añadieron alguna innovación al acervo. La mayoría de esos nombres citados son eso: nombres árabes de los productos, y algunos ni siquiera eso, pues son adaptaciones al árabe de nombres griegos (por ejemplo alcaravea). Verán, acelga es un nombre árabe o mejor arabizado a partir de un nombre griego de un producto prexistente: los romanos la llamaban beta (lo que cruzado con blitum, bledo, dio en catalán la palabra bleda). En castellano el arabismo acelga desplazó al latinismo, que sí se conserva en catalán como bleda. También prefirió el pueblo llano en castellano el arabismo zanahoria, que en latín se dice carota (de origen griego) o pastinaca, pero los franceses y catalanes conservan el latinismo y dicen, unos carotte y otros pastenaga. El alficoz es un cohombro o pepino, y los romanos lo llamaban cucumis (de donde cohombro). ¿Qué quiero decirles con eso?. Sencillamente que los árabes eran tan expertos en la acelga, la zanahoria y el alficoz, como los romanos y peninsulares previos a la llegada de los árabes lo eran en su beta, o en su carota o pastinaca, o en su cucumis, porque era exactamente lo mismo. De la misma manera a la anea, planta antiquísima de cestería, los griegos y romanos la llamaban typha, sparganion o gladium, y eran tan expertos en ella como los árabes. Al acíbar lo llamaban aloe, y lo conocían desde tiempos muy remotos, a la alubia la llamaban phaseolus o faseolus (de donde el catalán fesol y el castellano fréjol y fríjol), y también poseemos el nombre habichuela diminutivo a partir del latín faba, etc.
Es cierto que los árabes introdujeron en la península Ibérica algunos productos nuevos que trajeron de sus contactos con Oriente, por ejemplo la alcachofa, que no se conocía antes, o la berenjena, o incluso popularizaron cultivos sí conocidos en la antigüedad, pero no extendidos aquí, como la sandía. Pero esto es absolutamente normal en las aculturaciones y los influjos de las grandes culturas. Muchos siglos antes, el comercio lejano griego aportó nuevos productos agrícolas y los romanos introdujeron una gran cantidad de productos hortícolas.
En definitiva, hay que distinguir los fenómenos del léxico y el nombre de las cosas, de las cosas en sí, que no siempre se introducen con ese nombre ni muchísimo menos. Es más, muchos productos que tienen un nombre árabe, también poseen otro latino, como altramuz y lupino, alubia y fríjol, etc. Es absolutamente falso que por el hecho de conservar muchos arabismos de plantas cultivadas, tengamos que deducir que los árabes fueron excepcionales expertos en ello y nos enseñaron todos esos cultivos, absolutamente falso. Nos trasmitieron los que nos trasmitieron y no otros. El fenómeno sólo demuestra que la lengua árabe tuvo una importante presencia e implantación y sólo en algunos casos contados un nombre árabe indica un nuevo producto. La frecuencia además de arabismos en productos hortícolas está vinculada al hecho de que los árabes al conquistar Hispania preferentemente se quedaron en los más ricos territorios y de clima más benigno donde había ricas vegas fluviales bien regadas y zonas hortícolas explotadas con gran productividad desde época romana, que ellos desarrollaron y siguieron cultivando con esmero: como esa población con el tiempo se arabizó, y sus productos adoptaron nombres árabes al arabizarse lingüísticamente, bastantes productos hortícolas han conservado un nombre árabe, mientras en los cultivos de secano, cerealísticos, arbóreos y de otros tipos predominan los viejos nombres latinos.
- Gracias: Helena
La palabra alheña es un fitónimo derivado del árabe الحِنَّاء al-ḥinnāˀ y se ha referido siempre, en árabe y en español, a la planta de la familia de las litráceas identificada en latín botánico como Lawsonia inermis L. Pero el DRAE, que en cuestión de fitonimia es un verdadero desastre, ignora totalmente el significado primero y principal de alheña y da en su lugar el del "aligustre", la oleácea Ligustrum vulgare L., que alguna vez se usó para falsificar la verdadera alheña. Y añade para estropearlo aún más en su acepción 4ª el de otra planta distinta, la alismatácea "azúmbar" Damasonium alisma Mill., significado este de alheña que a cualquiera se le ocurre ponerse ahora a averiguar de dónde diantre se lo habrán sacado los redactores del DRAE, porque no aparece por ninguna parte en ninguno de los registros de fitónimos vernáculos usuales, ni el del Real Jardín Botánico de Madrid (www.anthos.es), ni en el de Flora Ibérica, ni en el de Andrés Ceballos Jiménez: Diccionario ilustrado de los nombres vernáculos de las plantas en España. Madrid: ICONA, 1986.
La alheña ha sido siempre desde hace varios milenios la litrácea Lawsonia inermis L., que se ha usado para cosmética, perfumería y medicina[1]. Aunque en latín se había llamado cypros, transcrito de un griego κύπρος kýpros, procedente de las lenguas semíticas del Próximo Oriente hebreo כֹּפֶר kopher y arameo ܟܘܦܪܐ kōphrā, que en última instancia venían de un antiguo egipcio que sonaba puker, como era un producto de cosmética importada su uso se perdió con el declive del comercio al final de la Edad Antigua. Cuando reaparece en Europa es a través de la Península Ibérica en la época de al-Andalus y con la palabra árabe الحِنَّاء al-ḥinnāˀ. Ésta produjo en castellano el arabismo alheña, que tiene cognados en el portugués alfena, alfenha y catalán alquena, albena. En el latín de las traducciones de Toledo del siglo XII estos arabismos romances se adaptaron como alcanna o alkanna. Y en esta época es cuando empezó a llamarse alheña (o alcanna, etc.) a los distintos sucedáneos con los que se teñía también de color más o menos rojizo como hacía la alheña. El aligustre es una de las plantas a las que se llamó así, pero también se llamó a unas borragináceas de raíz tintórea con el diminutivo catalán u occitano alcaneta, que traspasó los Pirineos y produjo un francés arquenet y un inglés alkanet. El francés evolucionó hacia orcanète y orcanette y luego se reintrodujo en la Península donde orcaneta es el nombre en portugués y español de la que ahora se llama Alkanna tinctoria Tausch, aunque el catalán orcaneta se ha desplazado a Onosma echioides (L.) L., la "orcaneta amarilla".
Además de estos ha aparecido últimamente un nuevo arabismo, henna, procedente de حِنَّاء ḥinnāˀ, esta vez sin el artículo árabe incorporado, que está sustituyendo a la antigua alheña y que está referido sin ningún género de dudas a la litrácea Lawsonia inermis L. Como el francés henné se trata de una nueva introducción desde el Norte de África que obedece a las modas cosméticas orientalizantes. La nueva palabra henna ha sido sancionada ya con su inclusión en el DRAE, pero, al remitir a la entrada alheña tal como ahora está, acarrea sus mismos errores y recae en el dislate de la confusión con el aligustre.
Nota:
[1] Françoise Aubaile-Sallenave, 1982: "Les voyages du henné", en Journal d'Agriculture Traditionnelle et de Botanique Appliquée, XXIX, 2, 123-178
- Gracias: Joaqu1n
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