Etimología de ÓLEO

ÓLEO

La palabra óleo es un cultismo que viene del latín oleum (aceite de oliva, luego por extensión otras clases de aceite o extractos untuosos). La forma oleum, procede de un arcaico *oleivom, como la forma latina oliva (nombre del árbol y del fruto) viene del arcaico *oleiva. Estas formas no son exactamente préstamos del griego clásico ἒλαιον y ἐλαία, sino que dependen de la adaptación que hizo el protogriego de estos productos, originariamente ἒλαιFον y ἐλαίFα, formas conservadas en micénico y en el arcaico dialecto chipriota, de manera que el latín conserva la vieja digamma en forma de v, que ha perdido por completo el griego clásico. Esto lo encontramos perfectamente indicado tanto en el etimológico de Ernout y Meillet como en el de Chantraine del griego. Y decimos adaptación que hizo el primer griego, porque es un hecho universalmente admitido que estas palabras no son griegas: son un préstamo, son la adaptación de un nombre previo, preindoeuropeo y mediterráneo, de este árbol y sus productos, completamente desconocidos en el mundo indoeuropeo originario.

De oleum vienen también otros derivados como oleico, oleaginoso u oleáceo. El vocablo latino oleum ha dado en general las denominaciones del aceite en la Romania (huile en francés, oli en catalán, olio en italiano, etc.), pero en castellano o español la forma ha sido desplazada en el uso habitual por el arabismo aceite, quedando óleo como un cultismo escasamente empleado para el aceite de oliva, y más específicamente usado para ciertos aceites usados ritualmente en liturgias religiosas, o para la modalidad o técnica pictórica que llamamos óleo.

El óleo o pintura al óleo es una invención atribuida a la escuela flamenca del s. XIV, y extendida después poco a poco en el uso a partir del Renacimiento, consistente en disolver los pigmentos minerales o vegetales en aceite para obtener una pintura untuosa con la que ejecutar las obras. Se hicieron muchos experimentos con distintos aceites, hasta que se prefirió el aceite de linaza, por ser el que menos enrancia y altera los colores. Frente a técnicas tradicionales y muy anteriores como el temple o el fresco, el óleo permite fácilmente efectos como el esfumato y la veladura, y sobre todo presenta un rasgo apreciadísimo para los pintores: como tarda muchísimo en secar (realmente meses) es posible retocar y retocar mil veces lo pintado hasta lograr la perfección deseada. Las otras técnicas no admiten retoques, hay que tener una pericia pictórica a la primera o empezar de nuevo la obra.

Existía sin embargo una técnica en la antigüedad con efectos similares al óleo incluso en cuestión de esfumatos y veladuras, que se gestó en el mundo helenístico y fue desarrollada al máximo por los romanos. Se trata del encáustico o encaustizado, empleada sobre todo sobre tabla, en que los pigmentos se disuelven, con distintas fórmulas que a veces incluyen resinas, principalmente en cera. Pero esto obliga a una ejecución de la obra en caliente, rápida y con enorme pericia, de manera que tampoco admite retoques y exige una gran maestría. Por el contrario tiene la ventaja de una conservación insólita de la textura y el color frente al óleo que oscurece con el tiempo, pues hasta el aceite de linaza enrancia, se oxida formando una pátina oscura que hay que eliminar si se quiere contemplar la pureza originaria del color, a riesgo de destruir además con el tiempo las obras si son sometidas a múltiples restauraciones, pues se van retirando capas finísimas de pintura. Los encáusticos romanos, de los que tenemos muestras conservadas durante dos mil años en las necrópolis de la provincia romana de Egipto (por ejemplo los famosos retratos de El Fayum), aun agrietados o con pérdidas, conservan de modo espléndido su color y son muestras de esa gran maestría antigua. El encáustico, ejecutado con espátula o pincel, por la dificultad de su ejecución fue una técnica abandonada en la Alta Edad Media.

- Gracias: Helena

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