Etimología de NEXO

NEXO

La palabra nexo viene del latín nexum o nexus (las dos formas existen). El vocablo viene de una raíz indoeuropea *ned- (atar, ligar) que en grado o nos dio en latín nodus (nudo) de donde vienen nudo, nódulo y reanudar, y en grado e nos dio el verbo nectĕre (anudar, enlazar) con el que se relacionan las palabras nexo, anejo y conectar.

Lo curioso es el significado de nexum o nexus en latín, pues aparte de ligazón y atadura, desde muy pronto significó contrato que ligaba, y en especial empeño o hipoteca, un contrato estipulado en el campo sobre la tierra que servía para avalar un préstamo recibido, si no se pagaba el cual, el hipotecado debía ponerse el tiempo de demora al servicio del que prestaba y si finalmente no se saldaba nunca la deuda, el dador del préstamo tenía derecho a quedarse con la tierra hipotecada. Al campesino ligado por un nexum o nexus, también se le llamaba nexus (participio de nectare, "ligado", "servidor temporal").

El problema social de los nexi o campesinos gravados por estas hipotecas fue grave en los primeros tiempos del periodo republicano romano (s. V y IV a.C.) y se producía en gran medida por las constantes situaciones de guerra, ofensiva o defensiva. En efecto los conflictos entre Estados itálicos y el hecho de que el ejército romano estuviera constituido por todos los ciudadanos en edad de llevar armas, hacía que los pequeños campesinos fueran movilizados a la lucha y dejaran la tierra sólo con sus mujeres e hijos pequeños que no podían llevar adelante el grueso de las labores agrícolas pese al arduo esfuerzo de las mujeres. Cuando volvían era muy fácil que una cosecha se hubiera perdido y pedían prestado para sobrevivir y volver a sembrar, si es que sus mujeres no habían pedido prestado ya antes, normalmente a aquellos de sus vecinos más ricos y con más tierra, a los que siempre les quedaba algo de producto. Quedaban así anexados y durante muchas temporadas no podían devolver lo recibido y hacían prestaciones en trabajo a su acreedor por los intereses, que así aumentaba su mano de obra, y finalmente muchos incumplían todos los plazos para devolver el capital y perdían su tierra, con lo que los más afortunados iban siendo cada vez más ricos y acumulaban más tierras. Este problema social fue fuente de cada vez más conflictos por los que el pueblo llano se ponía en huelga y, contrarios a las guerras que los empobrecían, se negaban muchas veces a luchar si no se les prometía una ley de condonación de deudas a la vuelta de la guerra, que a veces se prometía pero muy pocas veces se cumplía, debido a que los más ricos propietarios tenían más influencia política y deseaban a toda costa cobrar lo prestado.

Los problemas de la tierra entre otros factores configuraron en Roma las dos principales fuerzas en la lucha política de la Roma republicana: los optimates eran la facción de los grandes terratenientes y acaudalados con los negocios y finanzas, que tenían mayor representación en el Senado, belicistas y partidarios de buscar solución a la población sin tierras en las tierras de nuevos territorios lejanos, y los populares eran los defensores de la causa del pueblo llano, que tenían más peso en las Asambleas ciudadanas (comicios) y cuya permanente bandera fue sacar adelante una Ley Agraria que prohibiera las propiedades mayores de determinada extensión, expropiara tierras excedentes a los ricos terratenientes y las repartiera equitativamente. Un nuevo problema había venido a sumarse para los pequeños propietarios a partir del s. II a.C.: la existencia de gruesos contingentes de esclavos que eran comprados por terratenientes adinerados daban una mano de obra bien barata a las grandes propiedades y les permitían sacar al mercado productos agrícolas bien baratos. Los pequeños propietarios no podían ofrecer esos precios y si se plegaban a ellos sus beneficios eran casi nulos: esto fue una nueva causa de ruina, de nuevas hipotecas para los modestos y pérdidas de la tierra. Además en las guerras Púnicas contra la amenaza de Cartago murieron tantos ciudadanos romanos que sus viudas debieron vender la tierra que ya no heredaron los hijos. Así la demanda de una ley Agraria fue cada vez mayor, pero nunca llegó a cuajar del todo una ley general, aunque Julio César, gran líder de los populares, logró repartir en su primer consulado ricas tierras del ager publicus a miles de padres de familia sin tierra, y luego Octavio Augusto, el primer emperador, hizo requisas de tierra para reparto social, pero expropió sobre todo a medianos propietarios, no atreviéndose a actuar contra las mayores fortunas por no ponerse en contra de los más influyentes. Al mismo tiempo una nueva salida parcial a la situación se había gestado antes: a partir del s. II a.C. el ejército se hizo profesional. Ya no se llevaba a las armas a los ciudadanos civiles (ya no debían abandonar su tierra o su trabajo), sino que había enormes cuerpos de ejército con legionarios a sueldo: esto daba mucho trabajo a los que no tenían tierra o no llegaban a obtener trabajo en las ciudades, y además se les daba una tierra en un territorio lejano al licenciarse como soldados. El ejército llegaba incluso a admitir en sus tropas auxiliares a extranjeros y hasta a esclavos, que tras un largo servicio obtenían la ciudadanía romana y su tierra.

Eso sirvió de equilibrio económico del sector agrario durante mucho tiempo, pero a la larga Roma pagó caro el no haber frenado a tiempo la existencia de bastantes latifundios con mano de obra esclava. En efecto, en la Roma Imperial el auge económico fue muy grande y los mayores niveles de riqueza se dieron en el s. II d. C., caracterizado por el gigantesco auge de las ciudades y la vida urbana, y unos extraordinarios niveles de comercio interno y externo. Una vida urbana tan desarrollada y mucha población que vivía del sector de la manufactura y los servicios, requerían de una alta productividad agrícola para alimentarlos a todos (el campo no daba tanto producto como en tiempos modernos gracias a la mecanización, rotación de cultivos, etc.). Esto se solventaba con un activísimo comercio que llevaba de un lado a otro del Imperio los excedentes en cada producto de las zonas más productoras a las zonas más desabastecidas. Pero llegó el s. III d.C., el siglo de la gran crisis económica, social y política: muchos factores se juntaron, como grave inestabilidad política con guerras civiles, algunas invasiones de bárbaros, etc., que se hicieron sentir más en las provincias occidentales del Imperio, lo cual colapsó también gravemente el comercio marítimo, etc. Y entonces se manifestó en muchas zonas el grave problema del campo. Los grandes propietarios latifundistas hacía mucho tiempo que eran absentistas y vivían en las ciudades sin ocuparse directamente de sus explotaciones que al ser muchas de todos modos les dotaban de rentas más que suficientes para su opulenta vida. Pero estas tierras en realidad, en manos de esclavos y capataces también esclavos que sólo iban a recibir su sustento y vestido, igual si se mataban a trabajar que si hacían lo menos posible lejos de la vista del amo, eran proporcionalmente a su extensión muy poco productivas con baldíos abandonados, tierras mal trabajadas, etc., y sólo eran productivas las propiedades menores con dueños presentes y directos. En los lugares donde había bastante tierra en latifundio, también con el colapso del comercio lejano, no había suficiente producto agrícola para abastecer a las ciudades: hambrunas y conflictos sociales se sucedieron por ello. De la gran crisis sólo se salió gracias a las importantes reformas del emperador Diocleciano a fines del s. III: entre otras muchas disposiciones económicas se legisló para que la situación del campo variara y obligara a los grandes propietarios a manumitir a los esclavos y convertirlos en aparceros repartiendo la tierra entre ellos, que quedaban obligados a trabajarla y a darle un porcentaje de su producto al viejo amo latifundista, pudiendo disponer para sí del resto de la cosecha. Esto aumentó la productividad puesto que ya suponía una ganancia para ellos trabajar bien el campo, y también en realidad aumentó el producto recibido por el amo. Así el s. IV d.C. supuso en el Imperio Romano una ruralización mayor de la población, pero una etapa de recuperación del auge económico en el campo que duró hasta que a fines del s. V d.C., el Imperio Romano de Occidente fue ocupado por pueblos bárbaros y se desmembró en un mosaico de reinos.

- Gracias: Helena

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