La palabra ciprés (árbol Cupressus sempervirens) viene del griego κυπάρισσος (kyparissos), a través del latín cypressus. De ahí tenemos también el nombre Cipariso, que en la mitología griega, era un muchacho, amante de Apolo. Según la leyenda, Cipariso murió de pena después de haber matado accidentalmente a un ciervo y fue transformado en un ciprés.
Es interesante notar que varios otros nombres de plantas son personificados en leyendas griegas, como pueden leer en las entradas de adelfa, agave, jacinto, menta, mirra y orégano.
El nombre del ciprés en griego κυπάρισσος está atestiguado ya en el griego micénico anterior al 1200 a.C., en tablillas micénicas, mediante un adjetivo derivado kupariseja (de madera de ciprés). En griego esa forma, con ese viejo sufijo -issos que es un sufijo bien identificado como pregriego mediterráneo, se considera un vocablo antiquísimo de una lengua mediterránea pregriega. La forma latina, cupressus y no cypressus, se considera por parte de Chantraine un préstamo del etrusco en el latín, y al etrusco pudo llegar desde el griego o desde el fondo léxico mediterráneo directamente. Para Ernout y Meillet y otros latinistas, esto no está nada claro y la forma latina cupressus es directamente un préstamo del fondo léxico mediterráneo a partir del mismo vocablo mediterráneo que dio lugar al vocablo griego, pero en absoluto cuppressus es préstamo del griego. Otra cosa es que más tardíamente los romanos tomaran en préstamo también la palabra griega con la forma cyparissus, pero esa palabra no es la que ha dado lugar a nuestro vocablo ciprés.
En torno al ciprés hay muchas leyendas mitológicas. Una es en efecto la narrada arriba. Pero hay muchas otras, como que las "Cyparissoi" (recuérdese que en el mundo clásico los árboles son femeninos aunque a veces sus nombres parezcan masculinos) eran las hijas del rey Eteocles de Orcómeno, que se ahogaron en una fuente y la madre tierra las transformó en cipreses. Pero quizá la que más interés tenga para explicar nuestras tradiciones actuales es la de la leyenda de Ciparisa, hija de un rey celta llamado Bóreas (como el viento norte), muerta prematuramente, en cuya tumba su padre plantó un ciprés cuya esencia recogió el alma de la joven. Esta leyenda, trasmitida realmente por los romanos (relatada por Probo, aunque para ello cita a un autor griego Asclepíades), es la que justifica la asociación romana del ciprés como árbol consagrado a los difuntos, costumbre que hasta hoy justifica la habitual relación del ciprés con los cementerios y su asociación a ellos. Autores romanos como Paulo Festo y Servio explican también que el ciprés es un árbol que se consagra a los muertos y se pone en los cementerios, porque si se corta la copa del árbol, jamás el árbol renace de su tronco, como una vez talada la vida del muerto no renace, y por eso este árbol se consagra a Plutón.
Para Plinio, y a partir de afirmaciones de Catón, este árbol tendría un origen asiático, lo que no cuadra mal con el sufijo -issos/-ssos que vemos en este nombre, presente en multitud de topónimos preindoeuropeos de Asia Menor y las islas del Mediterráneo Oriental.
- Gracias: Helena
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