Etimología de PROMETEO

PROMETEO

El nombre Prometeo viene del griego Προμηθεύς, Προμηθέας (Promitheas) formado del prefijo de πρό (pro = antes) y μῆτις1 (mitis = sabiduría, pensamiento, invención, educación) y significa "el que piensa con anticipación".

Según la mitología griega, el titán Prometeo es el gran benefactor de la humanidad, pues robó el fuego de la fragua de Hefesto, para dárselo a los hombres. De ahí que Zeus lo castigara encadenándolo a una roca con cables de hierro y haciendo que un águila mítica devorara a diario su hígado, el que se regeneraba durante los noches.

Después de mucho tiempo, Prometeo sería liberado por Heracles, hijo de Zeus, con el consentimiento de éste. El mito de Prometeo tiene tres versiones principales; la de Hesíodo (en Teogonía y Trabajos y días, siglo VIII a.C.), la de Esquilo (en su tragedia Prometeo encadenado hacia el año 560 a.C.) y la de Platón en su diálogo Protágoras, donde pone el mito en boca del sofista que da título al diálogo.

En el mito tenemos que atender a una detalle muy importante, en mi opinión.

´´...un águila le comería en la mañana el hígado (no el corazón u otro órgano) y luego en la noche le crecería de nuevo el mismo órgano para que a la mañana siguiente volviera el águila a continuar el torturante ciclo´´.

Según de la ciencia médica el hígado es el único órgano que presenta una gran capacidad de regeneración. ¿Lo sabían los griegos antiguos?

Fuentes:

  1. Diccionario ''Ὁ ἐν τῃ λέξει Λόγος de ¨Αννα Τζιροπούλου Εὐσταθίου Αθήνα 2006 ΓΕΩΡΓΙΑΔΗΣ)

- Gracias: PAGOT


A mi me parece que Προμηθεύς (Prometheus) no viene de μῆτις (mitis), sino que de μανθάνω (mantháno), que significa aprender, en especial, preguntando. Este es el mismo verbo que discutimos en las entradas de Mateo, matemática y crestomatía. Entonces podemos hacer la radicación de este nombre propio de esta manera.


Prometeo en efecto es un interesante personaje de la mitología griega. Es un titán, hijo de Yápeto, que se opuso como todos los titanes al poder de Zeus, pero que en la guerra cósmica de los titanes contra los Olímpicos, finalmente con su hermano Epimeteo, se pasó al bando de Zeus, por lo que inicialmente se libró de castigos y represalias por parte de éste, hasta que su exceso de celo por la especie humana le acarreó el encadenamiento al Caúcaso.

De entre los muchos relatos sobre creación de seres humanos en la mitología griega, una tradición atribuye a Prometeo la creación del ser humano a partir del barro de la tierra modelado con agua de lluvia y a semejanza de los dioses, que nos trasmite por ejemplo el poeta romano Ovidio (Metamorfosis I, 76 y siguientes).

Pero es especialmente interesante la versión mítica que hace Platón en el Protágoras. Como todos los mitos transmitidos por Platón, se trata de una reelaboración filosófica del mito con intencionalidad didáctica y ejemplificadora. En él aparece junto a Prometeo, su hermano Epimeteo, cuyo nombre viene a significar "el que se salta la prudencia, la inteligencia o la previsión". La pareja Prometeo-Epimeteo constituye una suerte de oposición entre hermano listo y hermano tonto.

Platón narra aquí que cuando todas las especies mortales fueron modeladas por los dioses en las entrañas de la tierra, antes de sacarlas a la luz, encargaron a Prometeo y Epimeteo que las dotaran de cualidades apropiadas para la vida. Entonces Epimeteo rogó a Prometeo que le permitiera a él hacer el reparto con la condición de que lo supervisara él después. Prometeo consintió y Epimeteo entonces empezó a distribuir las cualidades de que disponía: a unos les dio la fuerza, a otros les dio la velocidad para poder escapar de la fuerza, a los pequeños les dio como hábitat las cuevas, a otros alas para huir, a los que dio medios fríos les otorgó pelo para guarecerse, les asignó a cada uno su alimento y cuando se agotaron estos concedió a otros la facultad de alimentarse de las otras especies, pero a estos los hizo poco prolíficos, mientras a aquellos que debían alimentarlos les dio gran fecundidad. Y todo de esa guisa. Pero como Epimeteo no era muy inteligente, no se fijó en que había distribuido ya todas las cualidades entre los animales y que aún le quedaba proveer al hombre. No sabía qué hacer cuando llegó Prometeo a revisar su distribución. Vio a todos los animales perfectamente equipados, pero encontró al hombre desnudo, sin armas, sin calzado, sin tener con qué cubrirse. Prometeo no sabía qué hacer y recurrió a entrar furtivamente en el taller común de Hefesto y Atenea, robando el secreto de las artes y del fuego, porque sin el fuego las ciencias y técnicas no podían poseerse, y de todo ello hizo un regalo al hombre.

Así, dice Platón, el hombre fue el primer animal que honró a los dioses, construyendo templos e imágenes de ellos; adquirió además el arte de articular los sonidos, inventó las habitaciones, los vestidos, el calzado, los medios de abrigo y las formas de obtener alimentos que nacen de la tierra. Pertrechados de esta manera para la vida, los hombres vivieron primero dispersos sin que existiera ninguna ciudad, pero eran destruidos por los animales que siempre y en todas partes eran más fuertes que ellos, y su ingenio, suficiente para buscar sustento, era impotente para luchar con los animales: la causa de ello residía en que no poseían el arte de la política o conocimiento social, del que el arte de la guerra es una parte. Buscaban, pues, la manera de reunirse y fundar ciudades para defenderse. Pero una vez reunidos, se atacaban mutuamente por carecer del arte social, de modo que de nuevo se dispersaban y morían.

Entonces Zeus ordenó a Hermes que llevase a los hombres a Aidos (el respeto) y Dike (la justicia), para que en las ciudades hubiera armonía y lazos de creadores de amistad, y así la especie humana pudo pervivir y prevalecer sobre las especies animales.

Este conocido mito platónico se denomina también el "mito del progreso". Platón contrapone en él todos los principios de la sofística a lo sostenido por los planteamientos mítico-religiosos tradicionales de los griegos, que coinciden en buena parte con lo que también sustenta el Génesis Bíblico. En el pensamiento tradicional griego lo que existe es el mito de las Edades, bien plasmado por Hesíodo, que nos habla de cinco edades en el desarrollo del ser humano. La primera edad o Edad de Oro es una situación originaria paradisiaca y feliz, en que los hombres, moralmente perfectos, sin necesidad de sufrimiento ni trabajo, son nutridos y mimados por la madre naturaleza como en el Edén bíblico de Adán y Eva. La progresiva ansia de saber (como en el pecado bíblico de comer el fruto del árbol de la ciencia, del bien y del mal) lleva a los hombres a situaciones que les apartan de la época feliz de la inocencia originaria, hacen su vida material peor y los convierten en seres moralmente peores, en una degeneración progresiva.

Platón en cambio postula lo contrario: la situación originaria era la peor, era la ley de la selva. Sólo con el fuego, la técnica y el saber mejorará progresivamente la vida material del hombre, y al mejorar esta, y al intentar asociarse, también a la larga nacerán entre ellos el respeto y la justicia antes ausentes. Es bueno pues mejorar el conocimiento porque este no sólo mejora la vida material del ser humano sino que a la larga mejora su moral y lo hace más bueno.

Parece mentira, pero esta vieja polémica ha estado presente, desde que Platón la planteara, en toda la filosofía de Occidente hasta casi nuestros días. Es esta idea por ejemplo la que enfrentó de modo irreconciliable a filósofos como Voltaire (progresista) y Rousseau (edenista).

- Gracias: Helena

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