Etimología de AMIBA

AMIBA o AMEBA

La palabra ameba o amiba (ambas están aceptadas por el DRAE) viene del latín científico amoeba, que para denominar a este tipo de microorganismo lo tomó del griego ἀμοιβή (amoibe = lo que se da a cambio de algo, alternancia, cambio, transformación). Se refiere a organismos microscópicos que sólo tienen una célula y se reproducen dividiéndose. Lleva este nombre pues cuando se mueve parece que cambia de aspecto, produciendo seudópodos (parecen pies, pero no lo son [pseudo-], piés [-podo]). De ahí también la palabra amebiasis.

La palabra griega se relaciona con la raíz indoeuropea *mei- (cambiar, mover) y también con la palabra mutar, que nos llegó a través del latín mutare.


Esta palabra tan utilizada en zoología y medicina, bien que se merece algunos comentarios históricos:

Tal vez todo comenzó cuando en 1755 el naturalista alemán A. J. Rösel von Rosenhot (1705-1759) observó cierto tipo de amiba a la que llamó Der Kleine Proteus, literalmente, 'el pequeño Proteus", debido a su tamaño diminuto y a que vio que este animálculo cambiaba de forma de manera incesante y errática, en alusión del personaje mitológico griego de los mares Πρωτευς, Proteus ya latinizado, que tenía la facultad de tomar o asumir todas las formas posibles.

Pero en 1758, Carlos Linneo lo llamó en latín Chaos Chaos, ahora en referencia al vocablo griego cháos, kháos = χάος (abismo enorme, el vacío, también materia sin forma definida), debido a que de seguro vio que la forma de este 'animalito' era caótica o desordenada, nunca fija.

En 1822 el francés Bory de Saint-Vincent (1788-1846), le dio al fin el nombre genérico de Amiba (del griego amoibē, 'cambio' de ameibein, 'cambiar') y en 1830, el germano Christian G. Ehrenberg (1795-1876) lo cambió de nuevo, surgiendo al fin Amoeba en la taxonomía. Esto es parte del tortuoso camino que nos condujo al término amiba (amoeba, en latín científico). En 1853, el diccionario castellano de Domínguez incluye la palabra amiba con el significado de infusorio que abunda en aguas estancadas.

Fuente:

- Gracias: Jesús Gerardo Treviño Rodríguez.

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