La palabra dinosaurio es un neologismo acuñado por el paleontólogo británico Richard Owen (1804-1892) usando las palabras griegas δεινος (deinos = terrible) y σαυρος (sauros = lagarto), o sea "lagarto terrible". De la palabra σαυρος tenemos también brontosaurio, "lagarto estruendoso", ictiosauro, "lagarto pez", y Maiasaurio, "madre lagarta cuidadosa de su cría".
Aunque no existe coincidencia entre las fuentes, todo parece indicar que los dinosaurios vivieron en nuestro planeta desde mediados del Triásico hasta finales del Cretáceo, es decir, entre 230 y 65 millones de años atrás, durante algo así como ¡165 millones de años!
Existen pocos antecedentes seguros sobre el hallazgo de fósiles de estos reptiles antes de 1818. Pero varios hechos merecen ser citados:
Algunos autores sostienen que ciertas leyendas grecorromanas sobre grifos (criaturas legendarias con cuerpo, cola y patas posteriores de león, y cabeza, alas y patas delanteras de águila), desde el siglo VII a.C. fueron inspiradas por descubrimientos de cierto tipo de dinosaurios fosilizados en la región montañosa de Altai, en Mongolia, en la región de Asia Centro Oriental, donde Rusia, China, Mongolia y Kazajistán hacen frontera. Incluso, algunos aseguran que ya eran objetos decorativos en el Medio Oriente y el Mediterráneo Oriental desde el siglo XX a.C., desde donde quizás llegaron a la Grecia Antigua. El folclorista y experto en historias geomitológicas, Adrienne Mayor, de la Universidad de Stanford, en California, sugiere que un grupo de nómadas de Asia Central, los issedones, fueron los primeros en suponer que ciertos fósiles hallados por ellos, correspondían a huesos de animales del remoto pasado, desde el siglo VII a.C.
Se cree además, que los chinos fueron los primeros en escribir sobre los dinosaurios (aunque ellos no sabían con certidumbre lo que estaban describiendo). Hacia el siglo III d.C., el escritor chino, Chang Qu (291-361 d.C.), mencionó que huesos de dragón fueron encontrados en Wucheng, una región central de China; hoy los paleontólogos piensan que se trataba de dinosaurios, pues ese sitio es muy productivo en fósiles de estos animales.
Entre 1676 y 1677, el naturalista y profesor inglés Robert Plot, de la Universidad de Oxford, en The Natural History of Oxford-shire (Historia Natural del Departamento de Oxford), incluye un dibujo de lo que podría ser una porción de fémur de un dinosaurio, pero que él pensó que pertenecía a los restos de un elefante, que los británicos consiguieron durante la época de la ocupación romana, entre los siglos I y III d.C.
La primera nota registrada sobre el tema es una de 1820, en Estados Unidos, en el American Journal of Science and Arts (Revista Americana de Ciencias y Artes), donde se comenta sobre huesos encontrados en 1818, por Solomon Ellswort Jr. en el noreste de ese país. Un trabajo semejante fue publicado en 1825 por el médico y geólogo inglés Gideon Mantell (1790-1852), donde describe restos encontrados en 1822, en Sussex Inglaterra, cuyos dientes tenían gran semejanza a los de las iguanas de ahora, por lo que le dio el nombre de Iguanodon (dientes de iguana).
Como se menciona arriba, fue hasta 1842, cuando el biólogo y paleontólogo inglés, Richard Owen, acuñó el término Dinosaurus en latín (Dinosaur en inglés), después dinosaurio en español, vocablo recogido por el diccionario castellano de Elías Zerolo en su edición 1895, utilizando elementos linguísticos del griego.
El adjetivo griego deinós = δεινός, masculino; δεινή = deiné, femenino; δεινόν = deinón, neutro, atestiguado desde las obras de Homero con el significado de 'terrible', 'poderoso', pero también 'asombroso', 'potencialmente peligroso', 'sorprendentemente fuerte', 'peligroso', 'que inspira un gran temor', 'monstruoso' en otros escritores griegos de la antigüedad. Tiene nexos con la raíz indoeuropea *dwei-, 'tener miedo, temer', de la que también parece provenir la voz latina dirus, 'horrible, espantoso, terrible'. Otras palabras en latín que llevan la misma raíz, con idéntico significado, son de tipo taxonómico: Deinocephalia, cierto grupo de reptiles extintos del Pérmico, encontrados en Sudáfrica y Rusia, con un cráneo enorme; Deinodon, cierto género de dinosaurios carnívoros descubiertos en Alberta, Canadá; Deinotherium, el género de un antepasado de los elefantes que vivió en Europa y Asia durante el Mioceno y el Plioceno. El nombre griego σαῦρος = saûros, masculino y su genitivo σαύρου, significa 'lagarto', 'lagartija'. Por lo tanto, como se cita en la intervención anterior, dinosaurio se traduce literalmente como "lagarto terrible" (deinós-sauros).
Saûros pasó al latín como saurus, 'un pez de mar desconocido' (Gaffiot p. 1397). Pero además el vocablo griego saûros tiene su término latino equivalente, 'lacertus', que significaba 'lagarto', 'las masas musculares del brazo, entre el codo y el hombro' y también cierto pez, al parecer la 'caballa' (Scomber scombrus L. 1758 ya que a la caballa también le llamaban los romanos scomber), un pez comestible propio del Mediterráneo, el Mar Negro y el Atlántico Norte.
Destaca el género de un dinosaurio, llamado Deinonychus (deinonico), el cual era carnívoro, bípedo, de unos 2,5 a 3 m de longitud corporal, unos 45 a 70 kg de peso, que vivió entre unos 120 y 97 millones de años anteriores a nuestro tiempo, en lo que ahora es el oeste de los Estados Unidos, y que se caracterizaba por llevar una enorme garra afilada, de unos 13 cm, en el segundo dedo de las patas posteriores, rasgo que inspiró la acuñación del nombre: del griego deinos, 'terrible, espantoso', como en dinosaurio; y también del griego, onychos, 'garra, uña', de onich-, onyx, con igual significado; textualmente, entonces, "garra terrible", de modo que este reptil era un dinosaurio (lagarto terrible), pero además, Deinonychus (con una uña terrible). Aunque en 1931, el paleontólogo estadounidense Barnum Brown (1873-1963), descubrió los primeros restos en el estado de Montana, fue otro paleontólogo, John Ostrum (1928-2005) también de los Estados Unidos, quien en 1969 propuso este término para nombrar un esqueleto fosilizado casi completo de este "uña terrible", que desenterró en la misma región pero en 1964.
Onychos (uña o garra), aparece formando muchas palabras, por ejemplo: ónix u ónice, cierta piedra preciosa cuyo nombre se debe a que su color se parece al de las uñas; onicofagia, costumbre de comerse las uñas; onicomicosis, infección en las uñas por hongos; onicomalacia, onicosis, etc.
- Gracias: Jesús Gerardo Treviño Rodríguez.
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