La palabra porra es muy parecida a club. Ambas originalmente se referían a un garrote, o sea, un palo que tiene un extremo delgado fácil de agarrar, y el otro grueso y fuerte, para pegarle a alguien en la cabeza. Porra, igual que club, pasó de mazo a una asociación de personas, pues porra también se refiere a una hinchada, y luego a los gritos de ellos durante los partidos de su equipo. De ahí la expresión mejicana "hacer porra", como sinónimo de "hacer barra".
La palabra porra viene del latín porrum (puerro, especie de cebollino) por la forma de esta planta. Esta voz es de origen mediterráneo, asociada con el griego πράσον (prason), con el mismo significado.
En las antiguas fuerzas armadas, la porra era un palo largo con una bola de plata en la parte superior. Esa lanza era clavada el centro del campamento y era el lugar donde mandaban castigar a los soldados que se portaban mal. De ahí la expresión "Vete a la porra".
En Chile la expresión "echar a la porra" significa salir de paseo, o salir huyendo.
Además la palabra porra tiene un significado obsceno referido al miembro viril por su forma. Está en uso en varias regiones de España, pero no es una obscenidad reciente, su uso está registrado a comienzos del siglo XVII: Juan Palet, en su Diccionario muy copioso de la lengua española y francesa [...]. Dictionaire tres ample de la langue espagnole et françoise, París, 1604, pág. 238, define porra, además de como "maza" (une massue) también como pene (la teste du membre viril). Lo mismo ocurre con Oudin (1607: 413), con Vittori (1609: 486) y con Lorenzo Franciosini: Vocabolario español-italiano, ahora nuevamente sacado a luz. Roma, 1620, pág. 589 (furbescamente, per non dire metaforicamente, si chiama il membro virile "en registro jergal, por no decir metafóricamente, se llama el miembro viril"); todos están disponibles en el NTLLE.
En muchos sitios de la Andalucía rural no es raro oír, en registro bajo, cómo los padres, abuelos y otros familiares llaman porra o porrita a los niños chicos haciendo referencia a su virilidad ("vente pacá, porrita, que te quiero más…", "ayyy mi porrita chiquitito, que me lo voy a comé"). Un insulto muy grave y ofensivo, al par que grosero y bajuno es el de mamaporras. Y esta relación de la porra con el pene se ve aún más manifiesta en una costumbre antigua de los ritos de emparejamiento y matrimonio.
En la zona de Conil de la Frontera, provincia de Cádiz, los habitantes del disperso rural solían desde jóvenes llevar todos una porra de acebuche que tenía varios usos, desde gobernar el ganado retinto hasta arremeter unos con otros en feroces peleas. Cuando algún joven se ponía de acuerdo con una muchacha, le avisaba de que el domingo iba a ir a su casa a pedirla. La joven advertía a sus deudos y el domingo se reunían todos en el domicilio paterno. Solían estar rodeadas estas casas aisladas de una pequeña verja con un espacio entre la puerta de la cancela y la puerta de la vivienda. El pretendiente se acercaba a la verja y gritaba "¿porrita aentro o porrita ajuera?" y lanzaba su porra de acebuche por encima de la cancela. Entonces salía un niño y tomaba la porra. Si se la lanzaba por lo alto de la verja devolviéndosela significaba rechazo total y ya podía quitarse de en medio a toda prisa, porque si se demoraba mucho podían salir todos los hombres de la casa y aporrearlo allí mismo. Pero si el niño recogía la porra, le abría la cancela, lo invitaba a entrar y se la devolvía en mano, esa era la aceptación. Entraba en la casa donde le esperaba una mesa rodeada de toda la familia, todos de pie, con una botella de vino en el centro y dos vasos. El padre llenaba los dos y le ofrecía uno. Cuando se lo habían bebido ya se consideraban los novios comprometidos.
Así me lo contaron y así lo cuento. No se le escapaba a nadie la simbología sexual de esa pregunta de "¿porra adentro o porra afuera?". Ahora alguna gente, por vergüenza, niega que esa costumbre existiera, pero tengo noticia de más de un anciano que ante su familia reconoce haberse casado así.
- Gracias: Joaqu1n
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