La palabra pera viene del latín, de la forma neutra plural pira, del vocablo pirum (pera, fruto del peral cuyo nombre latino es pirus). El nombre latino, que ha pasado hasta el inglés genera todos los vocablos romances para este fruto, pera en catalán, poire en francés, pêra en portugués, pera en italiano y pară en rumano, de donde ha pasado también a otras lenguas europeas, pues fue prestado desde el latín al céltico y al germánico ya en épocas antiguas. El peral es un producto ya autóctono de Italia cuando florece la cultura romana, si bien su origen puede hallarse en la Europa central, y el nombre pirus, al igual que malus (manzano), corresponde al fondo léxico mediterráneo pregriego y prerromano y también fue prestado al griego en que asume la forma ἄπιος. Los romanos eran grandes expertos en el cultivo de perales ya en suelo itálico y en él lograron desarrollar una considerable cantidad de variedades de pera cuyos árboles exportaron a muy diversos lugares del imperio, extendiendo muchísimo su cultivo.
Plinio nos narra cómo después de la muy temprana floración de los almendros, aún invernal, van floreciendo todos los frutales, manzanos, albaricoques (praecoces en latín, debido a su temprana maduración, que es el origen de su nombre griego luego pasado al árabe), etc. y que la floración de los perales, más tardía, coincide con la de los cerezos y ciruelos. Catón (s. III-II a.C.) nos cita diversas variedades de peras (De Agricultura, 7) que se cultivan y se plantan y recomienda conservar largo tiempo sus frutos en vino cocido (las peras al vino son todavía un producto típico en muchos lugares de España, característico de la cocina romana). Virgilio en las Geórgicas (II, 88) alaba las gruesas peras de Crustumio (río de Etruria en el centro de Italia) y las de la variedad llamada siria. Celso (De medicina, 2, 24, 68) nombra también especialmente las variedades crustumina, neviana, tarentina y signina. Columela (5, 10, 18) nos dice que el tiempo de plantación de las principales variedades de peral es justo en el otoño, poco antes del invierno. Varrón por su parte nos dice que no es posible injertar un peral en un pie de encina, pues el injerto no agarra (lo que prueba que otros frutales si se podían injertar en un pie de encina), pero sí se puede injertar un peral en un manzano, y que no vale la pena injertar un peral de variedad cultivada en pie de peral silvestre, como se hace con otros frutales, pues la producción del peral no mejora por eso. Por último Apicio incluye recetas para las conservas de pera como de otras frutas, y las peras aparecen citadas por doquier en toda la literatura, como producto romano que eran absolutamente presente en las diversas latitudes y mercados.- Gracias: Helena
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