La palabra torrija designa a un dulce casero muy español que se prepara y se consume sobre todo en Semana Santa. Especialmente en Castilla es muy tradicional, aunque se hace en todas partes. La palabra esta formada con un sufijo -ija (del latín -ĭcula) usado para diminutivos a veces un tanto devaluadores o ligeramente despectivos (como si la torrija fuera algo sencillo y de escaso valor o importancia), sobre el verbo torrar, que procede de una forma vulgar latina *torrāre, variante del latín clásico torrēre (tostar, secar por el calor), de donde también tórrido y tostar. Se asocia a una raíz indoeuropea *ters- (secar), a la que también esta vinculada la palabra latina terra (tierra, tierra seca), de donde tierra, terraplén, soterrar, terruño, terroso, enterrar, desterrar, territorio y terrícola.
El porqué de un nombre derivado de un verbo que significa tostar, puede explicarlo el hecho de que en sus versiones más antiguas, se trataba básicamente de una rebanada de pan que se podía tostar al horno o bien tostar por fritura, aunque hoy en día todas las torrijas se elaboran fritas y asociamos más bien la idea de torrar o tostar con la acción de un horno o una plancha.
Pero el gastrónomo romano Apicio (s. I d.C., aunque su obra fue remodelada en el s. IV), ya nos da dos recetas de torrijas (lib. VII, 11), si bien no da nombre concreto al dulce y lo incluye entre los dulces caseros. Pero su receta es la base de toda torrija: se trata de una rebanada o un trozo de miga de pan mojada en leche que luego, en una de las recetas, él tuesta o seca en el horno, y en la otra la fríe. En ambos casos después las riega con miel, y si las hace al horno, también espolvorea un poco de pimienta. Es una sencilla forma además de aprovechar el pan duro.
Hoy en día la torrija sigue siendo una rebanada de pan de miga bañada en leche, rebozada en huevo y frita, que mucha gente sigue haciendo de esta manera tan simple y sigue regando con miel. Pero hay diferentes variantes hoy para aromatizar y enriquecer las torrijas.
En mi familia las torrijas siempre se han hecho de este modo. Se ha de adquirir un pan de barra tradicional, grueso y de los de miga densa. Mejor que ya esté duro. Se cortan rebanadas de unos tres centímetros de grosor. Estas rebanadas se pasan rápidamente (para que no se deshagan), por un doble baño. El primero consiste en una mezcla de agua y anís seco (dos partes de agua y una del licor de anís), ligeramente azucarada. El segundo baño es en leche entera. Se dejan reposar un poco en una bandeja donde si tienen exceso de líquido lo rezumarán. Se prepara huevo batido y una sartén con abundante aceite caliente en que se fríe un poco una corteza de limón para mejorar su gusto. Se rebozan las torrijas en huevo y se echan al aceite caliente dorándolas por ambos lados. Se deben retirar a una bandeja sobre papel de estraza o similar, para que absorba bien el aceite y no queden aceitosas. E inmediatamente, antes de que se enfríen, habremos preparado en un plato una mezcla de azúcar y abundante canela en polvo, y rebozamos las torrijas en ese polvo, pasándolas ya a la bandeja en que se vayan a servir, una vez completamente frías. Otra variante que hacemos en mi casa es, en vez de aromatizar el primer baño con anís, hacerlo con agua de azahar, y el resto de la elaboración idéntico.
- Gracias: Helena
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