Etimología de PALEÓLOGO

PALEÓLOGO

Paleólogo se refiere a un experto en cosas viejas. La palabra paleólogo es un neologismo formado con raíces griegas:


La palabra paleólogo no se refiere a ningún experto en cosas viejas, entre otras cosas porque tampoco es cierto que esta palabra sea un neologismo en que el valor de -logo sea "experto en la ciencia que indique la primera raíz". Paleólogo designa exactamente al que conoce y es capaz de hablar lenguas antiguas. La palabra procede del griego bizantino παλαιολόγος ("palaiologos", tratadista de lo antiguo y también persona que habla la lengua antigua) derivado del verbo παλαιολογέω ("palaiologeo", hablar de la antigüedad, hablar en forma antigua), verbo propio del griego de koiné que tenemos testimoniado por ejemplo en Apiano de Alejandría (s. II d.C.). Este vocablo παλαιολόγος se extendió en la Baja Edad Media por el hecho de que era el sobrenombre o apellido dinástico de la última dinastía de emperadores de Bizancio, que estuvieron en el poder entre los siglos XIII y XV, dinastía descendiente de un noble de hacia el año 1000 llamado Nicéforo que había recibido el epíteto de Παλαιολόγος ("Paleólogo"). En las actas del Concilio de Basilea (1431-1437) aparece ya el vocablo trasladado al latín con la forma Palaeologus, forma que ya en el s. XV seguramente era conocida por todas las lenguas romances. Generalmente las palabras existen mucho antes de ser recogidas en diccionarios,y la palabra paleólogo aparece por primera vez en un diccionario-glosario del español de 1721, que es el de Bluteau. Los dicionarios del siglo XIX, como el de Domínguez (1853) señalan la relación del vocablo con la dinastía bizantina de los Paleólogos, cosa que ya no recogen los diccionarios últimos de la RAE.

De igual modo la paleología es el estudio o dominio de lenguas antiguas.

- Gracias: Helena


Es interesante notar que el DRAE no dice que la palabra paleólogo venga del griego bizantino, sino como explico inicialmente, dice que está compuesta de paleo y -logo. Otra cosa interesante que podemos encontrar en el NTLLE, es que la palabra paleología aparece en los diccionarios de la Academia Real Española en los años 1721, 1853 y 1855 (en ese año como paleolojía con J), pero luego fue borrada en la edición de 1895 y años sucesivos.

En otros idiomas, como en inglés paleology, no indica conocimiento específicamente de lenguas, sino que conocedor de antigüedades prehistóricas y los diccionarios franceses, como el Larousse, no aceptan la palabra paleologie.


Paleólogo, como apellido de la última dinastía de emperadores de Bizancio, no tiene relación con el término filológico 'paleólogo' en el sentido de «especialista en lenguas antiguas», ni el primero de esta dinastía era ningún lingüista precisamente. Los emperadores de Bizancio, en su correspondencia con los papas, sostenían un origen etimológico de su sobrenombre como que venía de Viterbo, en el Lacio, a no muchos kilómetros al noroeste de Roma, dándole la interpretación de vetus verbum «palabra antigua» que trasladado al griego daría παλαιολόγος. Pretendían los Paleólogos que su apellido procedería de un romano de Viterbo que acompañó a Constantino para fundar Constantinopla y que habían traducido su apellido original Viterbo al griego. Sin embargo, la primera mención encontrada en latín del topónimo Viterbo no es del tiempo de Constantino (principios del s. IV), sino de cuatro siglos después, primera mitad del siglo VIII, con el nombre de Castrum Viterbii y, según los tratados modernos de etimología toponímica, el nombre de Viterbo está por resolver.

Se han aventurado hipótesis como que viniera de vetus urbs «ciudad vieja», que figura en varios sitios.

Otros piensan que podría venir del nombre de una antigua aldea llamada Vicus Elbii, desaparecida, pero que daría nombre al Lago de Vico, a 14 km. al sur de Viterbo y a esta misma ciudad.

Sea cual fuere la etimología del topónimo italiano Viterbo, es evidente que la pretensión de los Paleólogos de Bizancio por entroncar con la antigua Roma, de la que se consideraban herederos, era descabellada. Es inconsistente propugnar un significado de «palabra antigua» para una ciudad, ni para un apellido.

Los orígenes de los paleólogos parecen ser más humildes. Los sentidos que en griego bizantino toma la palabra παλαιολόγος, derivados de la enorme amplitud semántica que había tomado el término λόγος ya en griego clásico, llegaron hasta significar «ropavejero», o «trapero», incluso «baratillero», «chamarilero», el vendedor de cosas usadas o de segunda mano, que si queremos dignificarlo podría también valer como «vendedor de antigüedades», y parece ser que era el sobrenombre de unos terratenientes de la pequeña nobleza de Macedonia, que medraron y les fue bastante bien en el ascenso social, pues ya vemos que llegaron a ser la última dinastía de los emperadores de Bizancio durante dos siglos (XIII-XV).

Por cierto, como curiosidad, resulta que, muerto en 1453 el último emperador Paleólogo, la herencia dinástica quedó en sus tres sobrinos Andrés, Miguel y su hermana Zoé, que habían huido a Roma y donde los papas los mantuvieron bajo su protección y los utilizaron para su política. Casaron a Zoé con Iván III de Rusia al que transmitió los derechos sucesorios. Es probable que los papas tuvieran la intención de atraerlo a su obediencia, convirtiendo Moscú en la Tercera Roma (la segunda había sido Constantinopla), pero no lo lograron. Sin embargo, por esta razón, los zares de Rusia se consideraron siempre con derecho a la herencia del Imperio Romano de Oriente y a poseer Constantinopla. Zoé fue a Rusia llamandose ya Sofía y fue la abuela de Iván el Terrible.

Miguel, por su parte, se volvió a la ciudad donde sus ancestros habían reinado, ahora llamada Estambul, abrazó el islam y formó parte de la corte de la Sublime Puerta, cediendo sus derechos al sultán Bayezid II (Bayaceto), por lo que los sultanes otomanos de Estambul unieron al derecho de conquista también el derecho dinástico cedido (otros dicen que vendido) por el heredero de los paleólogos.

Pero Andrés se quedó en Roma mantenido por los sucesivos papas, cada vez con menos generosidad, y, buscando dinero debajo de las piedras, antes de morir trató de vender sus derechos sobre el trono imperial al rey de Francia, cosa que no se pudo llevar a cabo porque el rey francés se murió antes. Entonces se los vendió a los Reyes Católicos de Castilla y Aragón, lo que quedó registrado en su testamento y se averiguó a su muerte años después. Pero estos reyes, como es de sobra sabido, resultaron estar más proclives a crearse un imperio ultramarino, más lejano, pero mucho más productivo y fácil de adquirir que no ese otro del fondo del Mediterráneo, con cientos de rivales y problemas, y con un formidable ejército turco mucho más temible que los de Atahualpa o Moctezuma.

En este baratillo acabó la dinastía de aquellos que fueron llamados «baratilleros». Sic transit gloria mundi.

- Gracias: Joaqu1n

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