Etimología de BASALTO

BASALTO

La palabra basalto designa a las rocas ígneas o volcánicas extrusivas, con bajo contenido de silicio, de color negro, y comparativamente ricas en hierro y magnesio. Tienen textura compacta y dureza considerable y se originan por el enfriamiento y solidificación del magma. El basalto es el tipo de rocas volcánicas más abundantes en la corteza terrestre; de hecho, el fondo marino está cubierto con lava basáltica que fluye desde las cordilleras oceánicas. Las islas de Hawai y muchas otras, así como Islandia consisten básicamente de basalto.

La palabra basalto proviene del latín basaltes, una variante de băsănites lăpis (una piedra de toque, que por su dureza era utilizada desde la antigüedad para probar metales preciosos, como piedra de afilar, y en medicina para manufacturar morteros, término al parecer tomado del griego βασανιτης (basanitēs), de βάσανος (basanos) 'piedra de toque', probablemente un vocablo derivado del egipcio bẖnw, con el mismo significado.

El destacado escritor romano Plinio el Viejo (25-79 d.C.), ya menciona en su obra Hiatoria Natural, libro 36 (dedicado a la mineralogía, escultura, arquitectura, pirámides, obeliscos, piedras, etc.), el término basaltes, probablemente refiriéndose a los basaltos egipcios de la ciudad actual de Asuán (en aquellos lejanos años conocida en latín como Syena), un centro urbano milenario sureño de aquel país africano. Por ello, a ese tipo concreto de basalto los romanos lo llamaban Syenite (lapis), o sea, piedra de Syena, con la que, según estudios arqueológicos, desde hace milenios los egipcios construyeron numerosas obras arquitectónicas, incluyendo pirámides.

Podemos citar un pequeño fragmento en latín, en el que Plinio señala (libro 36. 58) que "los constructores egipcios encontraron en Etiopía un material al cual llamaron basaniten (basalto)":

Libri 36. 58 "invenit eadem Aegyptus in Aethiopia quem vocant basaniten".

Naturalmente que Plinio ha sido estudiado y traducido a muchas lenguas, pero destaca, ya en la época moderna, en los albores del siglo XVII, la traducción al español de su Historia Natural, hecha por Gerónimo de la Huerta, y editada en 1624 por Luis Sanchez en la ciudad de Madrid, España.

Fuentes:

- Gracias: Jesús Gerardo Treviño Rodríguez.

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