La palabra Erinia o Erinnia nos llega del latín Erinnys, que la tomó del griego Ἐριννύς o Ἐρινύς (Erinnys o Erinys), siendo más antigua la forma con ene simple. Este vocablo que carece de etimología ya está atestiguado en las tablillas micénicas en lineal B (anteriores al 1200 a.C.) en la lista de divinidades que reciben una ofrenda de aceite y probablemente se refiere a una divinidad ctónica. Posteriormente, pero en épocas muy antiguas, la palabra Ἐρινύς aparece como un epíteto que se le da a la diosa Deméter en Arcadia.
Pero quien crea una genealogía y carácter propio para Erinia es Hesíodo en la Teogonía (s. VII a.C.), que hace de esta figura un grupo triple, las tres Erinnias, que fueron las tres últimas hijas de Gea y Urano, concebidas por Gea de la sangre de los testículos cercenados de Urano (ver la historia completa en la entrada furia). Configuradas como tres terribles hermanas con cabellos de serpientes, afiladas uñas, ojos inyectados en sangre y locas de un furor insaciable, fueron conceptualizadas como diosas atormentadoras de los criminales, en especial los parricidas, que personificaban los remordimientos y los perseguían hasta volverlos locos. Los romanos las llamaban preferentemente Furias y los atenienses no pronunciaban su nombre que era tabú y podía convocarlas, y las denominaban Euménides (= benefactoras, benévolas) con un eufemismo contrario a su función. En general no reciben culto alguno como muchas divinidades infernales, pero la gente creía en ellas y sólo pronunciaban su nombre o las invocaban aquellos que querían venganza sobre un crimen cometido. Así aparecen en los mitos con esa función, como por ejemplo en el ciclo de la Orestíada de Esquilo, en que la última tragedia, las Euménides, describe el tormento que recibe Orestes por parte de las Erinias, por haber matado a su madre Clitemnestra para vengar la muerte de su padre Agamenón asesinado por su mujer y el amante de esta. Orestes, que es el prototipo griego que copia Shakespeare para su Hamlet, deberá sufrir una serie de rituales de purificación para librarse de la locura de las terribles Erinias. Del nombre de las Erinias se deriva el verbo griego ἐρίνυειν ("erínuein") que significa estar loco de furia.
El carácter triple o de tríada que tanto las Erinias como otras representaciones sobre todo femeninas (tria Fata, Moiras, Parcas, Gratiae, Musas, primero tres y luego nueve, etc.) remonta al carácter mágico-religioso del número tres, que tiene su origen remoto en una vinculación al carácter astral de las tres fases que los antiguos observaban en la luna, y al hecho de que muchas divinidades tuvieran una antigua raigambre neolítica asociada a diosas madres de fertilidad vinculadas a la luna. Las triadas o trinidades son también frecuentes en las culturas mesopotámicas y egipcia.
La mitología, o más bien los poetas, dieron a estas tres hermanas una personalidad individual y una residencia habitual en el Hades o mundo de los muertos, y hasta tres nombres: Tisífone, Alecto y Megera. La más terrible era Tisífone (su nombre indica "vengadora o castigadora de muertes"), de la que se dice, como podemos ver en el canto VI de la Eneida del poeta romano Virgilio (s. I a.C.), que se sentaba con su látigo implacable sobre la fortaleza de bronce que coronaba en el Hades el abismo del Tártaro, donde permanecían encerrados titanes rebeldes y terribles asesinos o delincuentes del mito.
La crueldad e implacabilidad de las Erinnias, que no se ablandaban ante nada, era proverbial y se dice que sólo el maravilloso canto poético de Orfeo que bajó al Hades a por su joven esposa Eurídice, las hizo llorar con la magia de su música por primera vez en su vida, como relata el romano Ovidio (s. I a.C.) en las Metamorfosis. Así nos lo recoge incluso siglos más tarde el poeta renacentista español Garcilaso de la Vega en una bella composición, en que siguiendo toda la tradición clásica de no nombrar a las Erinias, las llama "hermanas negras mal peinadas":
Y si allá estás forzado en ese suelo,
dímelo, que si al cielo que me oyere
con quejas no moviere y llanto tierno,
convocaré al infierno y reino escuro
y romperé su muro de diamante,
como hizo el amante blandamente,
por la consorte ausente, que cantando
estuvo halagando las culebras
de las hermanas negras mal peinadas.
En la ópera-oratorio de Antonio Vivaldi (s. XVII-XVIII) Iuditha triumphans ( "Judith triunfante"), cuyo libreto está en latín, una vez Judith ha conseguido por engaño cortar la cabeza a Holofernes, un personaje (el servidor Vagaus que descubre el cuerpo decapitado de su señor Holofernes) canta una famosa invocación a estas diosas de la venganza de los crímenes, que empieza diciendo: Armatae face et anguibus, a caeco regno squallido, furoris sociae barbari, Furiae, Furiae, Furiae venite ad nos… (Armadas de antorcha y serpientes, desde vuestro oscuro reino escuálido, compañeras del bárbaro furor, ¡Furias, Furias, Furias, venid a nosotros!...)
- Gracias: Helena
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