Etimología de BELEÑO

BELEÑO

La palabra beleño denomina en español plantas solanáceas del género Hyoscyamus con propiedades tóxicas que se han usado desde la antigüedad como narcótico y alucinatorio. En España solo se dan silvestres dos de las tres especies que mencionaba Dioscórides, el Hyoscyamus albus L., 'beleño blanco', de flor blanquecina y semillas blancas y el Hyoscyamus niger L. 'beleño negro', de flor con el interior purpúreo y semillas negras. La otra especie se da en el Próximo Oriente, Grecia y Egipto, el Hyoscyamus aureus L., 'beleño dorado', de flores amarillas y simiente roja.

El origen de la palabra es galo, la lengua céltica prerromana de la Galia, hoy Francia, y la Galia Cisalpina, hoy Italia del Norte. Está relacionado con el dios Belenos, de una raíz céltica bel que significaba 'brillante', que los romanos identificaron con Apolo.

Beleno Caricatura

El fitónimo galo para el beleño lo recoge el glosario llamado Pseudo-Dioscórides, se cree que del siglo IV o V, que se suele incluir con el Dioscórides en las ediciones. Allí (4.68) se dan sinónimos del nombre de esta planta en diversas lenguas y entre ellas se enumeran: Ῥωμαῖοι ἰνσάνα, οἱ δὲ δεντάρια, οἱ δὲ Ἀπολλινάρις, […] , Γάλλοι βελενούντιαμ ([la llaman]los romanos insana, dentaria, apollinaris […], los galos belenuntia). Obsérvese cómo, si los romanos atribuían la planta a Apolo, el dios que preside todo tipo de trances inducidos, actividades tanto proféticas como curativas, los galos lo hacían a su equivalente Belenos. Los demás nombres latinos se deben, insana a que era venenosa, y dentaria a que los frutos en cápsula (pixidios) se encuentran distribuidos uno tras otro a lo largo de la ramilla floral con el aspecto talmente de las muelas insertas en una quijada. Por cierto, que, cuando se separa la tapa del pixidio, las semillas tienen pinta de gusanitos enroscados, con lo que toma fuerza la imagen de muelas cariadas («agusanadas»), lo que entra de lleno en la teoría de las señales, signatura rerum, de la medicina antigua, según la cual las cosas mostraban su virtud ofreciendo ciertas pistas que había que saber interpretar. Por eso aún se usa en medicina folclórica de la zona mediterránea, sur de España y Norte de Marruecos, el sahumerio de la muela picada con las hojas, frutos y simientes del beleño. Las queman en un sahumador y con un embudo dirigen el humo hacia la muela afectada. Y te dicen muy convencidos que se ve perfectamente cómo saltan los «gusanitos» muertos, porque el humo caliente levanta minúsculas pavesas que caen al chocar con la muela. De todas formas, las propiedades narcóticas del beleño algo les calmarán el dolor.

Volviendo a la etimología de beleño, la palabra gala beleniunta en latín recibió varias transformaciones por etimología popular que están registradas, como bellinuncius 'anunciador de la guerra' o bellinuntius 'mensajero de la guerra', pero no es de aquí de donde deriva nuestra palabra. Tuvo que haberse dado también una forma más simple, *belenius, un adjetivo que declarara en latín sin lugar a dudas que la planta se atribuía a Belenos. Y esta forma supuesta ha de ser la que diera origen al fitónimo español beleño.

Indicios y testimonios de su existencia hay.

En un texto fechado en 1106 en árabe andalusí de Ibn Buklāriš, un botánico de Zaragoza, aparece la palabra escrita بلنيه balanyuh, que habría que entender adaptación de un romance andalusí beleño.

Pero es mucho más famoso el testimonio del franciscano británico Rogerio Bacon (1214-1294).

Este enseñaba en París como se enseñaba en la Edad Media, leyendo un texto en latín y explicándoselo también en latín, que era la lengua internacional de lo que entonces llamaban la cristiandad, a sus alumnos procedentes de todos los países de Europa. Y el propio Bacon relata un tropiezo que tuvo con esta palabra:

Atque, quod vile est, propter ignorantiam linguae Latinae, posuerunt Hispanicum, et alias linguas maternas quasi infinities pro Latino. Nam pro mille millibus exemplis, unum ponatur de Libro vegetabilium Aristotelis, ubi dicit: «belenum in Perside pernitiosissimum transplantatum Ierusalem fit comestibile». Hoc vocabulum non est scientiale, sed laicorum Hispanorum. Nam iusquiamus, vel semen cassilaginis, est eius nomen in Latino, quod sicut multa alia prius ab Hispanis scholaribus meis derisus cum non intelligebam quae legebam, ipsis vocabula linguae maternae scientibus, tandem didici ab eisdem.[1]

(Y, lo que es muy corriente, por desconocimiento de la lengua latina, metieron el habla hispana y otras lenguas maternas en lugar del latín casi infinidad de veces. Pues, de un millón de ejemplos póngase uno del Libro de los vegetales de Aristóteles, donde dice: "El belenum en Persia es perniciosísimo, trasplantado a Jerusalén se hace comestible". Este término no es científico, sino de los hispanos legos. Pues su nombre en latín es jusquiamus o semen cassilaginis, por lo que se me reían mis estudiantes hispanos cuando yo no comprendía lo que les impartía, como antes muchas otras cosas, sabiendo ellos que eran palabras de su lengua materna, pero finalmente de ellos las aprendí.)

Y en otro lugar vuelve a hablar del caso que le sucedió con esta palabra «hispana». No se puede hablar de «español» en una época tan temprana. Podría ser romance castellano o cualquier otro de los cinco que entonces se hablaban en el norte de la Península Ibérica, aunque por la inexistencia de cognados de beleño en portugués y catalán modernos podríamos circunscribirlo solo a los romances centrales, astur-leonés, castellano y navarro-aragonés. Dice en este otro pasaje:

Sunt etiam vocabula quamplurima de lingua Lombardica et Hispanica et aliis Latinorum linguis posita in libris translatis, ut est illud de Vegetabilibus Aristotelis: «Belenum in Perside perniciosissimum, transplantatum Hierusalem factum est comestibile». Quod cum legi in scholis meis et nesciretur interpretari ut oportuit, deriserunt me Hispani scholares mei, a quibus postea didici quod non fuit Arabicum, ut omnes doctores credunt, sed Hispanum; et est semen cassilaginis (Hermannus translater mihi dixit); et sic est de aliis innumerabilibus, licet hoc Latini doctores nesciant nec verecundantur licet ignorent interpretationes, quia estimant esse Arabicum vel Grecum[2].

(También hay una gran cantidad de términos de la lengua lombarda y la hispana, y otras lenguas de los latinos, introducidos en los libros traducidos, como es el de Vegetabilibus de Aristóteles: «El belenum es en Persia muy dañino, trasplantado a Jerusalén se volvió comestible ». Cuando esto lo leí en mis clases y no supe interpretarlo como se debe, se rieron de mí mis estudiantes hispanos, de los que luego aprendí que no era árabe, como creen todos los doctores, sino hispano; y es el semen cassilaginis (me lo dijo el traductor Hermann); y así ocurre con otros innumerables, aunque los doctores latinos no los conozcan ni se avergüencen de ignorar las traducciones, porque creen que es árabe o griego)[3].

Este testimonio es concluyente. En romance hispano, probablemente en castellano, durante los siglos XII y XIII, ya se usaba la palabra beleño y los traductores de la Escuela de Toledo la habían latinizado e introducido en su traducción al latín.

Pero hay un aspecto en todo esto que no encaja bien. ¿Desde cuándo el beleño es comestible, ni en Jerusalén ni en ninguna otra parte? Esta historia del paso de Persia al Próximo Oriente con desaparición de la virulencia no le corresponde al beleño. Los tratados árabes medievales hablan de los tres beleños, el blanco, el negro y el dorado, pero jamás se les ocurre decir que ninguno de ellos pueda ser comestible.

La clave está en que el texto traducido no es realmente una obra aristotélica, ni se está refiriendo al beleño.

En realidad, es un Pseudo-Aristóteles, llamado habitualmente de Plantis, más que de Vegetabilibus, como trae Bacon. Se trata de una obra de dudosa autoría, que han atribuido algunos al historiador sirio helenístico del tiempo de Augusto llamado Nicolaus Damascenus sin mucha seguridad. El texto De plantis, solo se conoce por la traducción que hizo en la Escuela de Toledo, entre 1178 y 1217, Alfredo de Shareshill (Alfredus Anglicus), del árabe al latín. Esta se había hecho a partir de una traducción del griego al árabe que habría llevado a cabo en el s. IX Ḥunayn ibn Isḥāq en la «Casa de la Sabiduría» de Bagdad, quien probablemente fuera el que se la habría atribuido a Aristóteles. Así que ni se conserva el original griego ni tampoco la traducción árabe de donde salió la latina.

Eso del cambio de venenoso a comestible viene en Dioscórides, 1.129, pero aplicado a otra especie, no una matita como el beleño, sino un árbol, la persea, περσαία, que se identifica como Mimusops laurifolia (Forssk.) I. Friis [sinónimo Mimusops schimperi Hochst.]. Dice de ella Dioscórides:

«Persea. Es un árbol de Egipto que produce un fruto comestible, bueno para el estómago, en el que se encuentran, principalmente en la Tebaida, las tarántulas llamadas kranokólapta. Sus hojas majadas, secas, espolvoreadas encima de una herida tienen la virtud de detener las hemorragias. Por otro lado, algunos informaron que este árbol en Persia era mortífero, pero que trasplantado a Egipto se alteró y se tornó comestible

Esta noticia de Dioscórides en árabe dio muchas vueltas. Por lo pronto se transcribió como فرسيا farsiya, que se interpretó como sinónimo de لبخ leído labḫ o labaḫ, que se aplicaba a la misma persea, de fruto comestible, pero que se podía confundir con el acederaque, Melia azederach L., porque los dos árboles tienen un porte similar y un fruto pequeño amarillento, con la diferencia de que el del acederaque es venenoso y el de la persea comestible.

Después, lo que ha pasado es que en los manuscritos en grafía árabe el término اللبخ al-labaḫ, referido a la persea comestible, pero también al acederaque venenoso, parece que se debió de confundir con البنج al-banǧ, que es uno de los nombres más habituales del beleño. Vistas las dos palabras sin puntos diacríticos ni artículo, ( لىح ) y ( ىىح ), se pueden muy bien confundir en letra manuscrita, pues la longitud del primer trazo de la derecha se puede encontrar alargado o acortado.

Así pues, en el texto árabe del Pseudo-Aristóteles probablemente estuviera escrito لىح que se tenía que haber leído labḫ, y traducido persea, pero lo leyeron ىىح banǧ y lo tradujeron a la española, beleño,latinizado como ese belenum que Rogerio Bacon no acertaba a identificar porque se trataba de un localismo inusitado que solo comprendían sus estudiantes hispanos. Esto lo sospechaba ya el editor de la versión latina del Pseudo-Aristóteles[4], que puede verse aquí.

Y así fue como al beleño le añadieron esa historia (que además de Dioscórides, parece ser que la mencionan también, antes que él, Teofrasto, y, después que él, Galeno) del cambio de venenoso a comestible al cambiar de localización, porque la persea es comestible, pero los acederaques son venenosos, y creían que lo que en Persia era acederaque se había vuelto persea en Siria, Palestina y Egipto. Pero el beleño, tanto en Jerusalén como en cualquier otra parte del mundo, es siempre igual de venenoso.

Por cierto, que, con los mismos argumentos, y a propósito de un supuesto griego βελένιον, dice Corominas:

«Suele citarse un gr. βελένιον, que figuraría en Aristóteles. Pero en realidad se trata del Liber Vegetabilium, atribuido falsamente a este autor, y que quizá sea de Nicolás de Damasco. El original griego se perdió, y también su traducción arábiga, y solo conservamos una traducción latina hecha en el s. XIII o fines del XII por el inglés Alfredo de Sareshell, que incorporó muchos vocablos hispanoárabes, debidos a sus intérpretes. Con toda probabilidad belenum, que figura con otras variantes en los manuscritos de esta traducción se vertió nuevamente al griego, atribuyéndola a Aristóteles, y de aquí sacan esta supuesta forma griega los diccionarios, véase A. Thomas, BHisp., 1909, 20 ss. y 26».

La palabra se quedó solo en español. Después de los testimonios de su uso en romance, el árabe de comienzos de s. XII y el latino de finales del mismo siglo, se encuentra en el siglo XV en el Diccionario de Nebrija (1492) con la grafía veleño:

Beleno texto Nebrija

El portugués no lo usa, prefirió meimendro, de un latín milimendrum procedente del sustrato prerromano en el que Corominas sospecha que el formante mil- es del mismo origen que el bel- de beleño; y el catalán se decantó por herba queixalera ('hierba de muelas'), por el aspecto de mandíbulas dentadas de las ramillas fructíferas, aunque también se use el cultismo jusquiam y, en algunas hablas más influidas por el español se emplee beleny o belenyo.

Sin embargo, parece haber formas coincidentes en lenguas germánicas de zonas con posible influencia céltica, procedentes del antiguo alto alemán bilisa 'beleño', como el neerlandés bilzekruid o el alemán Bilsenkraut, ambas con el significado también de beleño y en relación con el español belesa 'planta narcótica' (Verbascum giganteum Willk., o bien Plumbago europaea L.), véase embelesar.

Flor de beleño blanco. Foto de Charo Aranda Agar. Conil de la Frontera. Mayo de 2005.

Flor de beleño blanco. Foto de Charo Aranda Agar. Conil de la Frontera. Mayo de 2005.

Foto de Charo Aranda. Conil de la Frontera. Mayo de 2005

Los frutos del beleño con el pixidio cerrado y su aspecto de quijada con muelas.

Foto de Charo Aranda. Conil de la Frontera. Mayo de 2005.

Notas:

[1] Rogerio Bacon, Opus maius 3, 1, 17-20. http://monumenta.ch/latein/text.php?tabelle=Baco&rumpfid=Baco,%20Opus%20Maius,%203,%20%201&level=4&links=1&hide_apparatus=1

[2] Rogeri Bacon Opera quædam hactenus inedita, ed. Brower 1859, vol. 1, pág. 467. Citado en Thomas Antoine. « Roger Bacon et les étudiants espagnols. » In : Bulletin Hispanique, tome 6, n 1, 1904. pp. 18-28 ; doi : https://doi.org/10.3406/hispa.1904.1390 https://www.persee.fr/doc/hispa_0007-4640_1904_num_6_1_1390 donde también está el texto primero con alguna variante.

[3] La traducción de este pasaje y la del anterior son de plena garantía, porque las he consultado con Helena, que es catedrática de latín.

[4] Nicolai Damasceni de Plantis libri duo Aristoteli vulgo adscripti ex Isaaci ben Honain versione arabica latine vertit Alfredus, ed. Meyer, Leipzig 1841.

- Gracias: Joaqu1n

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