La palabra asfódelo designa a una planta silvestre perenne, que también puede cultivarse, con unas floraciones anuales en la primavera temprana en forma de únicas varas altas, y que también recibe el nombre de gamón, el nombre científico de cuya variedad más usual es Asphodelus ramosus. La planta y sus flores crecen silvestres especialmente en suelos calizos y áridos de la Europa del sur. La palabra nos viene del latín asphodĕlus, empleada por Plinio y otros autores, que es voz trasladada del griego ἀσφόδελος ("asphódelos") y en griego se considera un viejo préstamo de origen desconocido.
Pero el nombre de esta flor no sólo aparece por los textos de los naturalistas y botánicos, sino en testimonios literarios de otra naturaleza y ya Hesíodo y Homero nos hablan de los asfódelos, y especialmente de las llamadas "praderas de los asfódelos". Y es que en la antigua Grecia el asfódelo era la flor de los muertos, cuyas semillas globosas se recogían y se sembraban en torno a las tumbas. Y las más antiguas concepciones griegas sobre el mundo de ultratumba, reflejadas por ejemplo en el canto XI de la Odisea, conciben que el "más allá" es una pradera árida y brumosa, separada en los confines del mundo de los vivos por barreras de agua y bosques umbríos, donde sólo son capaces de crecer y florecer los asfódelos, y donde las "sombras" de todos los difuntos sin distinción vagan eternamente sin conciencia ni sensaciones, en una especie de sopor, a no ser que una libación de sangre las haga recuperar por un instante la memoria y la conciencia. Con el tiempo, a base de concepciones órficas y de otros muchos orígenes, los poetas griegos y romanos van elaborando un complejo mundo subterráneo de ultratumba o Hades, con muy diferentes partes (su expresión más elaborada es la que nos trasmite Virgilio en el libro VI de La Eneida). Allí ya vamos a encontrar que las praderas de los asfódelos son sólo una parte de este extenso mundo subterráneo, donde vagarán inconscientes las sombras de los seres corrientes y anodinos o los que fueron dominados por el odio u otras pasiones, y no alcanzan la felicidad de los héroes que habitan los Campos Elíseos, ni las torturas de los rebeldes e impíos titanes que permanecen en el profundo abismo del Tártaro.
- Gracias: Helena
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