La palabra Dánae es el nombre propio de una heroína de la mitología griega. Remotamente viene del griego Δανάη ("Danae"), pero como este nombre fue pasado al latín como Danăe, porque la a penúltima era breve, y en la prosodia latina toda sílaba penúltima breve obliga a que la palabra sea esdrújula, ha pasado desde el latín a nosotros como Dánae y no como Danae. Δανάη es la forma femenina de un nombre propio masculino Δαναός ("Danaós") que para los griegos era un héroe epónimo (creado por la mitología para explicar el nombre de un lugar o de una etnia), fundador mítico de la ciudad de Argos y procedente de Egipto, y padre de las Danaides, que es el que explica el apelativo de Δαναοί ("Danaoí", los Dánaos), que es el nombre de una arcaica tribu griega que ya Homero emplea para referirse al conjunto de todos los griegos en la Ilíada, y que por eso, luego entre los poetas latinos se convierte en una manera de referirse poéticamente a los griegos. El origen de este etnónimo es oscuro y desconocido. Y lo cierto es que Dioscórides, en el s. I d.C., emplea también δανάη como nombre común para referirse al laurel, quizá por una confusión popular de Δανάη con Δάφνη ("Daphne", laurel y una conocida heroína amada por Apolo).
Y en efecto Dánae es argiva, pues era una princesa, hija del rey Acrisio de Argos, a quien un oráculo le había anunciado que un nieto suyo, concebido por Dánae, le mataría. Entonces Acrisio encerró a Dánae en una cámara subterránea acorazada de bronce, con la única compañía de su nodriza, para evitar que su hija tuviera contacto alguno con varón en su vida. Pero el dios Zeus, enamorado de Dánae, se transformó en una fina lluvia de oro que atrevesó la cámara y cayendo sobre Dánae la dejó embarazada. La joven dio a luz a un niño asistida por su nodriza, que fue descubierto por su llanto por el viejo guardián que cada día llevaba su sustento a las prisioneras. El guardián advirtió a Acrisio que, no atreviéndose a matar a su hija y a su nieto, los encerró en un arcón de madera que ordenó lanzar al mar. El arcón fue pescado por un pescador de la isla de Sérifos, llamado Dictis, que acogió a madre e hijo en su casa y el niño, que era el héroe Perseo, creció y llegó a la adolescencia. Pero Polidectes, el tirano de la isla, hermano de Dictis, enamorado de Dánae quería forzarla a ser su concubina. Es así como el adolescente Perseo, para salvar a su madre, se ve envuelto en la imposible empresa que le impone Polidectes de apoderarse de la cabeza de Medusa, una de las tres gorgonas que habitaban en remotos y desconocidos confines de occidente, la fiera Medusa, que petrificaba con la mirada.
El jovencísimo Perseo, siempre con la ayuda de los dioses, conseguirá decapitar a Medusa, y tras muchas aventuras, en que consigue salvar a la princesa Andrómeda y casarse con ella, regresa a Sérifos, petrifica a Polidectes y su corte en un banquete y logra rescatar a su madre que ya había sido raptada por el tirano. Por cierto que el oráculo se cumplió y Perseo mató a su abuelo Acrisio, aunque involuntariamente, con un disco lanzado por él en una competición que desvió su trayectoria y cayó sobre la cabeza de Acrisio, oculto entre los espectadores.
El mito de Dánae es recogido por autores griegos como Apolodoro el mitógrafo y Diodoro Sículo, y romanos como Virgilio, Servio y principalmente Ovidio en sus Metamorfosis.
Lo cierto es que la escena de Dánae encerrada, recibiendo en su seno la lluvia de oro, se convirtió en tema favorito de los pintores del manierismo y el barroco, que lo tomaban como una alegoría moral del poder corruptor del oro sobre la inocencia. Muy famosas son las distintas versiones de la Dánae recibiendo la lluvia de oro del gran pintor Tiziano (en que la avaricia está representada por la vieja nodriza que intenta recoger el oro en su delantal), la más bella de las cuales se halla en España en el Museo de El Prado de Madrid (las otras dos están en el Ermitage de San Petersburgo y en el museo de Capodimonte en Nápoles).
- Gracias: Helena
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