La mandrágora es una planta de la familia hierba mora (solanáceas). Tiene la raíz gruesa y muchas veces bifurcada, lo cual le da figura de dos piernas humanas. Esta planta tiene mal olor y fuertes alcaloides, los cuales son usados como narcóticos. Desde la antigüedad esta planta fue considerada mágica, por la forma humana de la raíz y por sus poderes narcóticos. La palabra "mandrágora" viene del latín y ésta del griego. Su origen es desconocido, pero hay unos que dicen que significaba "dañino para el ganado".
Según un diccionario italiano, lo ligan con las palabras griegas "mandra", gremio, y "agayrós", nocivo (gremio nocivo), pero allí mismo aclara que algunos defienden el origen sans(crito) de "mad" embriagar (madâra = que embriaga, madhira, licor embriagante), y "gar" consumar, quizás para expresar que acaba con la vida por medio de la embriaguez. Intermedio entre "mandra" + "agayrós" griegos y "madâra" + "gara" sans tenemos el sans "mantra", meditación y el griego "ágora", plaza; significando "plaza de meditación". Una especulación la descompone en tres partes: el vetativo "myn", que no; el sustantivo "andros", hombre y el verbo "gona", originar; resultado: "que no lo engendre el hombre". Quizá por la forma bifurcada de su raíz, muy semejante a extremidades inferiores humanas. Las leyendas medievales contienen vagas alusiones a orgías en donde se utilizaba esta planta. Finalmente, parece ser que "dañino para el ganado" es el significado correcto de esta palabra, pues "mandra" también aplica a "rebaño" (italiano gregge, latín grex); sin embargo esto no cambia las raíces originales propuestas, más bien es una interpretación incorrecta lo de gremio en lugar de grey.
- Gracias: Maximiliano Mena Pérez
- Gracias: Helena
Al hilo de lo dicho permítaseme una digresión, aún a riesgo de resultar prolijo.
Lo de semihomo es porque las raíces de la mandrágora son como unas zanahorias largas y duras que se ramifican, formando, a veces, una raíz central de la que salen dos raíces secundarias por arriba y otras dos por abajo, lo que sugiere la figura humana, con los brazos arriba y las piernas abajo. Y si, además, la raíz continúa después de la ramificación inferior, la mandrágora piensan que es macho, porque el resto de raíz que sobresale entre las piernas es como el miembro viril, pero si la ramificación detiene el crecimiento de la raíz central y este sigue solo por las que parecen piernas, entre ambas queda una hendidura por lo que, obviamente, se considera que esta es hembra.
Este es el origen del sinfín de leyendas e historietas que pululan sobre la mandrágora: la raíz antropomórfica sumada a sus efectos narcóticos. Por la red se pueden encontrar muchas de ellas. La de que nace del goteo de semen de un ahorcado. La de que grita (¡la planta!) al ser arrancada y el que la arrancó muere sin remisión al oír el alarido. La gracia de crecer en círculos mágicos dentro de los cuales suceden cosas maravillosas. En mi tierra (Andalucía Occidental) crecen muy a menudo en los prados donde pastan las vacas, y en uno de esos prados, próximo a casa, las he observado a menudo. A veces he acompañado a verlas a algunas amistades que vienen de otras zonas y han leído mil majaronerías sobre ellas, con la idea, no solo de que las conozcan, sino que se les desmitifiquen un poco. Me resulta divertido ver el estremecimiento con que algunas personas se enfrentan a uno de los supuestos poderes esotéricos de la naturaleza. Me puse un día a arrancar una, porque una amiga que creía en los poderes de la inocente yerba me preguntó si me atrevería, y me picó; quizá, en el fondo, estaba deseosa de poseer una de estas raíces, ella sabrá para qué la querría. Estaba muy arraigada y tuve que tirar fuertemente, después de haber cavado en derredor, para sacarla. Hubo suerte, porque tenía varios brazos y con un poco de esfuerzo de imaginación y muchas ganas se le podía ver la forma antropomórfica. Pero en aquella época yo fumaba, y después del esfuerzo fui a encender un cigarrillo. Lo saqué del paquete tomándolo por el filtro, con lo que los jugos de aquella raíz de la que había estado halando con fuerza habían impregnado mis dedos, y al ponérmelo en los labios y encenderlo un leve desvanecimiento me hizo vacilar. La pobre amiga se aterrorizó, creía que la maldición de la mandrágora iba a matarme, y llegó a soltar alguna lágrima de remordimiento, pero no hubo nada, me lavé las manos y me bebí un refresco para que se me pasase. Ella sigue pensando hasta hoy en la peligrosidad de desafiar la magia de la mandrágora. La peligrosidad es de la hiosciamina, la atropina y otros alcaloides que pueden penetrar por las mucosas de los labios, por eso hay que manipularlas con precaución.
Y sobre los círculos, otra observación: La planta es acaulescente, porque su tallo está tan poco desarrollado, que parece no tenerlo, con una roseta de hojas basales y un ramillete de bellas flores moradas que sale del centro de la roseta. A medida que avanza la fructificación de cada una de esas flores se le va alargando el pedúnculo que sujeta el que será su fruto, que en mi zona llaman algunos "berenjenilla de moro". Son estas berenjenillas como una docena larga o más (he leído que pueden llegar a ser unas 70) y al alargarse su pedúnculo se alejan del centro unas con otras formando naturalmente un círculo. Las vacas luego, pastando, las pisan, las aplastan y desparraman las semillas, que se parecen a las del tomate o el pimiento chile (son solanáceas todas ellas), y quedan sembradas en forma de círculo, por lo que no es extraño ver redondeles de plantas marcando un lugar especialmente mágico por obra y gracia del ganado retinto.
Hay mucho interés por ella. Unos conocen la mandrágora por los cuentos de Harry Potter, otros porque se menciona en la Biblia. Pero esto último no es algo sobre lo que haya certeza absoluta, la Biblia es un libro traducido y en algunas cosas no hay mucha seguridad. Hay que tener en cuenta que a comienzos de nuestra era los textos bíblicos no eran comprensibles para todo el mundo porque la lengua hebrea había dejado de hablarse y los fieles de la religión judía se expresaban mayoritariamente en arameo o, si no, en griego, por lo que necesitaban traducción griega (Septuaginta) o aramea (Targumim) para comprender la Biblia.
La palabra hebrea que suele traducirse por "mandrágora" en el Génesis y en el Cantar de los Cantares es דּוּדָאִים dūḏāˀīm. Esta palabra parece ser que deriva de una raíz {dwd} que habría significado primero "hervir" y de ahí habría evolucionado hacia la idea del amor ("hervir de amor"). De la misma raíz viene דּוֺד dōḏ "bienamado" que se especializa para decir "hermano del padre, tío paterno" y está muy arraigada la opinión de que el nombre propio דָּוִד dāwiḏ (David) también procede de la misma raíz y significaría "amado".
En el pasaje del Génesis, 30:14-16, Rubén, hijo de Jacob y su primera esposa Lía, encuentra unas de esas plantas llamadas דּוּדָאִים dūḏāˀīm en el campo en la época de la siega y se las lleva a su madre, esto provoca que entonces la segunda esposa y favorita de Jacob, Raquel, hermana y rival de Lía, se las pida a su hermana, quien le reprocha que encima de haberle quitado el marido le quiera quitar también las tales דּוּדָאִים dūḏāˀīm. Raquel le ofrece a cambio de las דּוּדָאִים dūḏāˀīm el derecho a acostarse con Jacob, Lía acepta, reclama su derecho, Jacob cumple y de resultas Lía engendra a Isacar.
En el Cantar de los Cantares, 7:13-14, la esposa requiere de amores al esposo diciéndole que "[13]Madrugaremos para ir a las viñas; |veremos si brota ya la vid, | si se entreabren las flores, | si florecen los granados, | y allí te daré mis amores. [14]Ya dan su aroma las דּוּדָאִים dūḏāˀīm, | y a nuestras puertas están los frutos exquisitos: | los nuevos y los añejos, | que guardo, amado mío, para ti"[1].
En los dos pasajes los llamados "Setenta", es decir, los traductores al griego de los textos bíblicos en lengua hebrea y aramea, autores de la que se llamó por eso la Septuaginta, texto de los siglos III y II a.C. (por cierto, cuatro siglos anterior a la fijación del texto canónico de la religión judía, el llamado "Canon Palestinense", que data del siglo II d.C.), tradujeron דּוּדָאִים dūḏāˀīm con la palabra griega μανδραγόρας mandragóras y desde entonces todas las traducciones en todas las lenguas han repetido la identificación דּוּדָאִים dūḏāˀīm = μανδραγόρας mandragóras, aunque no haya habido otras pruebas de que estuviera acertada pues estas dos son casi las únicas apariciones de la palabra en toda la Biblia.
Casi, porque hay otra que no se suele contar, ya que los Setenta la tradujeron de otro modo, y se piensa que se trata de una homonimia con otro significado. Es la expresión de Jeremías 24:1 שְׁנֵי דּוּדָאֵי תְאֵנִים šnē dūḏāˀē ṯˀenīm "dos dūḏāˀē de higos". La palabra דּוּדָאֵי dūḏāˀē es la misma palabra דּוּדָאִים dūḏāˀīm pero con otra forma. Sucede que muchas palabras que tienen en hebreo la terminación ים-, -īm, que es el morfema de plural, cuando van con otra palabra en genitivo dependiente de ellas pierden la ם m de este morfema y en lugar de terminar en -īm terminan en -ē . Así es como los pasajes del Génesis cuando dicen (30:14) que Rubén encontró דוּדָאִים dūḏāˀīm en el campo la palabra está en su forma plena de plural, pero cuando, en el mismo versículo, Raquel se las pide a Lía, dice que le dé מִדּוּדָאֵי בְּנֵךְ mid-dūḏāˀē bn-eḵ, es decir, "de las dūḏāˀē de tu hijo", y aquí la palabra aparece en su forma de plural acortado que llaman constructo porque está construida la frase con la palabra בְּנֵךְ bn-eḵ "de tu hijo" que le sigue en genitivo. Continúan en 30:15 discutiendo que si las דּוּדָאֵי בְּנִי dūḏāˀē bn-ī, "las dūḏāˀē de mi hijo", o las דּוּדָאֵי בְנֵךְ dūḏāˀē bn-eḵ, "las dūḏāˀē de tu hijo".
Por consiguiente, cuando encontramos mencionados en Jeremías 24:1 los שְׁנֵי דּוּדָאֵי תְאֵנִים šnē dūḏāˀē ṯˀenīm, "dos dūḏāˀē de higos", vemos que lo que se está empleando es la misma palabra דּוּדָאִים dūḏāˀīm solo que en su forma corta דּוּדָאֵי dūḏāˀē. Pero los Setenta tradujeron esta vez δύο καλάθους σύκων dýo kaláthus sýkōn, "dos canastos de higos", y todo el mundo entendió después que se trataba de dos palabras distintas que significaban la una "mandrágoras" y la otra "canastos". Y así se han ido repitiendo en las traducciones a todos los idiomas. Si se busca esta palabra en los diccionarios de hebreo bíblico aparecen los dos significados: "דּוּדָאִים mandrágoras; - (דּוּדָאֵי) canastillos "[2].
Pero siempre hubo quienes sospecharon que esas mandrágoras no tenían sentido. ¿Qué hacen las mandrágoras exhalando perfume en los huertos? ¿Desde cuándo se cultivan las mandrágoras en Palestina ni en ningún otro lugar del Mediterráneo? ¿Cómo va a encontrar Rubén mandrágoras en los días de la siega del trigo, si el trigo se cosecha en Palestina en verano y las mandrágoras no brotan hasta las lluvias de otoño y no dan flor hasta noviembre o diciembre y fruto hasta enero? Además ¿por qué se le antojan a Raquel unas mandrágoras? ¿para qué las puede querer? Si fuera para hacer filtros amorosos, que es lo que pensaban los medievales, sería porque los necesitara, aunque no era ella sino su hermana Lía la que estaría en todo caso necesitada de recuperar el amor de su marido. Pero, además, es que esa idea de los filtros amorosos no es tan inocente como se supone en la literatura. Los antiguos en Grecia, como en el Próximo Oriente, usaban la mandrágora fundamentalmente como sedante o anestésico. La menciona Dioscórides, médico de las legiones romanas en Palestina en el siglo I d.C., como analgésico, laxante o abortivo, y sobre usos afrodisíacos dice con cierto matiz de desconfianza "la llaman Circea [κιρκαία 'de la maga Circe'] porque su raíz parece ser productora de filtros amorosos". Pero la verdad es que, cuando se ha usado la mandrágora en los llamados "filtros de amor", lo que se estaba procurando era aprovechar su poder narcótico para conseguir que la persona deseada perdiera el conocimiento y se quedase enteramente a merced de quien la drogó, generalmente para poder con toda impunidad abusar de ella. Este es todo su poder afrodisiaco, una vulgar burundanga para violar. Y con riesgo de paro cardiaco. No podía ser esta la pretensión de Raquel, la esposa favorita.
Muchos de los que pusieron en duda que las bíblicas דּוּדָאִים dūḏāˀīm o דּוּדָאֵי dūḏāˀē se refirieran a las mandrágoras propusieron que fueran ciertos melones olorosos de la especie que Linneo llamó por eso Cucumis dudaim L. y que hoy se considera que es la subespecie Cucumis melo L. subsp. dudaim (L.) Greb. Pero parece ser que se trata de una subespecie desarrollada por el cultivo en el Medio Oriente (Persia) que difícilmente iba a encontrarla Rubén espontánea en el campo y en una época que se supone tan antigua.
En mi opinión, que no deja de ser otra conjetura que puede resultar también equivocada, la palabra debió de tener un sentido referido a la fruta apetitosa, por eso la conexión semántica con "amor", no porque lo produjera sino porque se le tenía apetencia. Raquel tiene el antojo de la fruta, fuese la que fuera y Jeremías habla de ramos de higuera cargados de apetitosos frutos, más que de cestos, canastos o cofines. Probablemente lo que Rubén le llevase a su madre fuese unos ramos de esos, cargados de higos maduros al final de la siega y a su tía se le antojaron. Los higos son frutos que se encuentran por doquier espontáneos en Palestina, que es la región donde se domesticaron en una época bien antigua, se cree que hace unos 10 milenios, y es conocido que exhalan aroma y al final del verano es cuando están en su punto, hechos pura miel.
Muchas veces las palabras que encontramos escritas en la Biblia tienen carácter de hápax y todo lo que se ha ido acumulando sobre ellas en los últimos dos mil años no eran más que conjeturas pero que al irse afianzando con el tiempo han tomado carta de naturaleza. Tanto es así que en hebreo moderno la palabra que se ha adoptado para denominar las mandrágoras es precisamente דּוּדָאִים dūḏāˀīm.
Notas:[1] Traducción de Eloíno Nácar Fuster y Alberto Colunga: Sagrada Biblia. Versión directa de las lenguas originales. Trigésima edición. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1971.
[2] Segundo Miguel Rodríguez: Diccionario manual hebreo-español y arameo bíblico-español. 2ª edición, Madrid: Editorial El Perpetuo Socorro, 1949, pág. 18.
- Gracias: Joaqu1n
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