Una 'hostia', antes de ser un término cristiano designando la hoja de pan ácimo de la comunión, significaba 'víctima', sentido que tenía el latín 'hostia'.
- Gracias: Philippe Vicente
La palabra latina hostia designaba en un principio a 'víctima ofrecida expiatoriamante para aplacar la ira de los dioses' y se diferenciaba de víctima 'la ofrecida en sacrificio en agradecimiento a los favores recibidos de los dioses'. Pero pronto las dos voces se confundieron, debido a lo cual con el tiempo hostia se especializó como animal pequeño destinado a la inmolación (cordero, paloma, cabritillo,etc.), mientras que víctima se reservaba a los animales grandes (toro, caballo, etc.) que se sacrificaban e incluso a las personas humanas, práctica no vigente en la religión romana pero sí en otras: Julio César, por ejemplo, dice que los galos "homines pro victimis immolant", es decir, sacrifican a personas como víctimas.
La etimología de hostia es complicada: los antiguos romanos dicen que proviene de un arcaico verbo hostire 'igualar, compensar' y también 'herir'. A su vez hostire debería venir de hostis, is 'enemigo' y, originalmente, 'extranjero'. Quizás el sentido primitivo fuera el de acto de sacrificio en homenaje al huésped extranjero, pero es pura conjetura.
La palabra latina hostia, perteneciente al léxico religioso romano, con el tiempo fue adoptada por el cristianismo en una acepción simbólica. Algo parecido sucedió con palabras como templo, pontífice o sacerdote que en un primer período estuvieron proscritas. En cuanto a víctima, perdió su sentido religioso, pasando a denotar a la persona que sufre injustamente atropellos, persecuciones, injurias o cualquier tipo de trato vejatorio.
- Gracias: Pedro Menoyo Bárcena
Hay que hacer constar que la palabra de origen latino hostia, en principio en latín pequeña víctima sacrificial y luego en el cristianismo hoja de pan ácimo en la comunión que se supone la víctima ofrendada en el sacrificio de la misa y que representa al cuerpo de Cristo, es también en castellano una fuerte interjección (¡hostia!), en principio bastante malsonante y contundente por su carácter blasfemo a oídos de los creyentes, originada en los juramentos por la hostia consagrada. Formas todavía más fuertes de su uso son expresiones muy malsonantes como ¡me cago en la hostia!, de un tono blasfemo muy subido. Como interjección siempre propia de un habla muy vulgar expresa fuerte contrariedad o enfado (¡hostia!, déjame en paz), y también a veces sorpresa ("¡hostia!, ¿tú por aquí?". Asimismo existe la expresión "de la hostia" con diferentes valores: uno equivale a decir "de mil demonios" (por ejemplo: ¡el niño este de la hostia!), otro tiene el sentido de muy grande (se armó un escándalo de la hostia) y el último viene a querer decir estupendísimo y de primera, parecido a la acepción de un "de puta madre". Esta última es sobre todo la acepción que en España prefieren los vascos hablando castellano, a los que si oímos hablando en registro muy vulgar escucharemos cada cinco minutos un "de la hostia" con este sentido ("me he comprando unos zapatos de la hostia, ¿oyes?"; "Inaki tiene una casa de la hostia, ¿viste?" etc.).
Pero como les ha sucedido a todas las interjecciones fuertes y malsonantes, de ella han surgido variantes suavizadas o eufemísticas. Me refiero a hechos como los siguientes: en Valencia se dice mucho ¡collons! (cojones en catalán), pero como es una interjección muy fuerte, de labriegos y camioneros, nació en boca de los más finos un ¡collins! (algo así como "cojines") que ya pudieron decir con toda tranquilidad las señoritas de buena familia. En toda España se dice mucho gilipollas, especialmente en Madrid: pues bien, como pollas suena a la forma muy vulgar de referirse a penes, nació la variante "gilipuertas" que ya podían decir sin temor los madrileños finos y las señoras madrileñas educadas.
Así el ¡hostia!, o su variante plural muy frecuente "¡hostias!", fue sustituido y suavizado por un "¡ostras!" que todo el mundo sabe que cuando alguien lo emplea es que quiere decir ¡hostias!, pero no quiere mentar la palabra fuerte. Y de ostras aún nació una variante más fina (por lo de la i que suena siempre a diminutivo), y surgió la muy popular también expresión "¡ostris!", que al poco dio lugar a una variante "ostis", al tiempo casi que se singularizaba en un ¡osti!, que ya no sabemos si escribir (en realidad estas cosas del habla casi nunca se escriben) con hache (hosti) como apócope de hostia, o sin hache (osti) como reducción progresiva de ostras, el eufemismo de hostias. Así que ostras, ostris, ostis y osti, lo puede decir ya sin rubor cualquiera en cualquier rincón de España.
- Gracias: Helena
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