La palabra sabino designa al habitante de un pueblo de la Italia prerromana y también a la lengua que hablaban, considerada del grupo itálico osco-sabelio. Los sabinos habitaban en el centro de Italia desde los Apeninos hacia el oeste, llegando a las proximidades del río Tíber. Vivían en núcleos de población diferentes, de los cuales los más interiores eran más bien poblados rurales y los más cercanos al Tíber más semejantes a pequeñas ciudades y con una cultura más refinada y desarrollada, ya testimoniada en los siglos VIII y VII a.C., que usaba un alfabeto y ha dejado pequeños testimonios de su lengua en cerámicas y otros soportes.
La palabra sabino viene del latín Sabinus y tiene una etimología desconocida. Sabemos que el vocablo en su propia lengua era Safinus, con una característica alternancia b/f que se observa bien entre el latín y las variantes dialectales rurales influidas por lenguas afines de la zona como el sabino y otras del grupo osco-umbro (como en ruber/ rufus, para el color rojo). Sabemos que la palabra contiene la misma raíz que el vocablo Sabelli (los sabelios, pequeño pueblo vecino a los sabinos), o que el territorio llamado Samnium y sus habitantes los Samnites (samnitas).
Según la historiografía romana una parte de los sabinos fueron los primeros en fusionarse con los primitivos romanos para empezar a formar lo que sería el creciente Estado romano. Roma es llamada la ciudad de las siete colinas, porque aunque después abarcó algunas más, el centro de la antigua Roma estaba constituido por siete colinas y sus valles intermedios, y al primer Estado romano de la época de la monarquía se le conoce como la confederación del Septimontium. Estas fueron el Palatino, el Capitolio, el Aventino, el Quirinal, el Viminal, El Esquilino-Oppio y el Celio, a las que con el tiempo se uniría el Janículo, al otro lado del río Tíber. Pero la primitiva ciudad de Roma en realidad fue fundada como un pequeño reducto fortificado en el 753 a.C. por Rómulo, según todas las tradiciones el 21 de abril, en el monte Palatino que es el núcleo originario de la ciudad donde muchos siglos después, cuando en Roma hubo emperadores, estos tenían su sede palacial.
Según la tradición historiográfica Rómulo fundó este reducto con un pequeño grupo de hombres procedentes de Alba Longa, la ciudad de sus ancestros no muy lejana hacia el sureste de Roma, donde residían según la tradición los descendientes de los troyanos huidos de Troya siglos antes y que se habían asentado en el Lazio comandados por el héroe Eneas, fundando las ciudades de Lavinium y Alba Longa. Por la carencia de habitantes para su nueva población, Rómulo abrió allí un asilo, donde acogió a cuantos en la zona carecieran de sede fija, y así acudieron a residir allí pastores nómadas e incluso bandoleros. Pero por estas características: emigrados, pastores, bandoleros…, resultó que todos eran varones y la ciudad no podía tener continuidad así. El resto de las colinas que con el tiempo formarían Roma estaban ocupadas por distintas comunidades de población. Y en concreto un grupo importante de los sabinos habitaba el Quirinal, colina donde parece que se situaba la antigua Cures, una de las poblaciones más avanzadas culturalmente de los sabinos. Así que Rómulo envió embajadas a todos esos pueblos vecinos para lograr una alianza de amistad y solicitar establecer lazos matrimoniales con las hijas casaderas de estos pueblos. Pero tal solicitud fue rechazada, pues sus vecinos miraban mal a estos primitivos romanos de dudoso origen y quizá rudos y violentos por su anterior forma de vida. Entonces Rómulo ideó lo siguiente: organizó unos solemnes juegos atléticos en honor a Saturno que celebraría en el valle próximo a la colina Palatina, e invitó al espectáculo a los pueblos vecinos. Entre otros, acudieron los sabinos, y lo hicieron con sus familias al completo. En pleno espectáculo, a una señal de Rómulo, los jóvenes romanos se abalanzaron sobre estas familias agarrando cada uno a una joven de cada familia sabina y a la carrera volvieron con su presa a su pequeña ciudad fortificada de la cumbre del Palatino. Luego se dedicaron a calmar a las aterradas sabinas raptadas y se casaron con ellas. Pero el rapto de las sabinas provocó una guerra, pues las familias acudieron de inmediato al rey de Cures, Tito Tacio, que enseguida organizó un ejército contra los romanos. Y la guerra fue larga y encarnizada. En ese tiempo, las sabinas raptadas que habían aceptado ya su situación, convertidas en esposas, ya habían sido madres y formado una familia, y veían cómo en la guerra provocada por su rapto iban muriendo, tanto sus esposos romanos, como sus padres y hermanos del bando de los sabinos. Y hartas ya de aquella guerra inacabable, se coaligaron para emprender una acción. Cuando iba a empezar una nueva batalla en el valle próximo, las sabinas salieron con todos sus niños pequeños al campo de batalla, e interponiéndose ante los dos ejércitos formados como un escudo humano, empezaron a increpar a los hombres de ambos bandos colocando a niños y bebés entre las lanzas y las espadas enfrentadas y gritando a los guerreros de un bando y otro si eran capaces de matarlas a ellas y a sus niños, que para unos eran hijos y para otros eran nietos, y que si no eran capaces de asumir su ya inevitable parentesco, los masacraran a todos porque ellas preferían estar muertas a tener que vivir viudas y huérfanas. Y con este acto conmovieron tan profundamente los ánimos de todos que los obligaron a tirar las armas y a hacer la paz. Es así como se estableció según algunos una especie de diarquía entre Rómulo y Tito Tacio, y el pueblo sabino del Quirinal o Cures se confederó o fusionó con el romano del Palatino. Y de hecho el segundo rey de Roma, después de Rómulo, Numa Pompilio, era un sabino de Cures, sabio y civilizador, al que se atribuyen importantes creaciones y reformas en esta primitiva Roma.
Los sabinos parecen haber aportado a Roma rasgos culturales, divinidades propias como el dios Quirino, y vocablos, como el tradicional término Quirites con que los romanos llamaban a los ciudadanos en las asambleas políticas. De todos modos eso no quiere decir que el conjunto o totalidad de los sabinos se fusionara tan tempranamente con Roma. Los distintos pueblos sabinos guerrearon con Roma por cuestiones territoriales durante siglos y los últimos reductos del pueblo sabino fueron incorporados al Estado romano a principios del s. III a.C.
El término Sabinus acabó convirtiéndose en Roma en un cognomen o apellido, indicador de un remoto origen, y como muchos cognomina romanos, generó para nosotros un nombre propio: Sabino y Sabina.
En latín también existe un vocablo sabina que designa a un árbol, a la conífera de este nombre, seguramente de la misma raíz que el fitónimo sabucus (saúco). Pero aunque los romanos establecían una relación entre este nombre y el del pueblo de los sabinos, quizá se trata de una mera etimología popular y los vocablos seguramente son distintos y de diferente origen.
- Gracias: Helena
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