Las palabras castellanas bautizar, baptizar y batear proceden del idioma griego a través de la lengua latina.
Las dos primeras (bautizar, baptizar) vienen del latín baptizāre y el último (batear) se deriva del latín baptidiāre.
Los verbos latinos baptidiāre y baptizāre proceden del griego βαπτίζειν (baptizein = sumergir, anegar, empapar, bautizar, estar hundido, ahogado) y este del βάπτειν (baptein = sumergir, introducir, hundir, empapar, remojar).
´´Los escritores latinos de la época de la decadencia transcribieron los verbos griegos en -ίζω,-ίζειν por izo, izare mientras que el vulgo pronunciaría idio, idiare; así que de βαπτίζειν salieron en latín los infinitivos baptizare y baptidiare, que respectivamente dieron en romance bautizar y batear´´1.
Encontramos el verbo βαπτίζω con el significado ''ahogarse'' desde el siglo V a.C. en la obra ´´Epidemias´´ de Hipócrates de Cos:
''ἀνέπνέεν ὡς ἐκ τοῦ βεβαπτίσθαι''.
''respiraba como uno que se está ahogando''.
y en Mateo 28:19 con el significado actual:
''πορευθέντες οὖν μαθητεύσατε πάντα τὰ ἔθνη, βαπτίζοντες αὐτοὺς εἰς τὸ ὄνομα τοῦ πατρὸς καὶ τοῦ υἱοῦ καὶ τοῦ ἁγίου πνεύματος''.
''Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo''.
Fuente:
- Gracias: PAGOT
El verbo bautizar que en efecto deriva del griego baptízein a través del latín baptizare, con el significado de sumergir, hace referencia al primer ritual iniciático del cristianismo. Este ritual, no exclusivo del cristianismo, es una inmersión lustral en agua (en muchas prácticas religiosas se hacía en mares, ríos o fuentes). Simboliza un lavado o purificación que limpia de impurezas anteriores e inicia al sujeto, bien en una comunidad, bien en la posibilidad de una práctica ritual posterior. En el caso del cristianismo se justifica en los relatos evangélicos del bautismo o inmersión de Cristo en el río Jordán. Hasta el siglo IV d.C. el bautismo cristiano fue siempre por inmersión y las pilas bautismales ya hechas en locales eran de inmersión. El bautismo se practicaba a los adultos que después de un catecumenado o formación en las verdades religiosas, aceptaban la fe y eran admitidos en la comunidad de creyentes.
Pero en la parte occidental del Imperio Romano este ritual se empieza a contaminar desde el s. IV con una tradición muy romana y que nada tiene de cristiana, que es la lustratio ritual de los recién nacidos y que por tradición no dejaba de practicarse entre todas las gentes. En el mundo clásico hay dos realidades especialmente impuras que exigen purificaciones lustrales: una es la muerte y otra el nacimiento, que exige purificación ritual tanto de la madre como del niño. Así, en la antigua Roma, cuando una criatura nacía, tras haber superado los 8 días de vida si era niña y los 9 si era varón, se le practicaba la lustratio[1], ceremonia de purificación por agua en que participaba la familia y que oficiaba la abuela, que se hacía por ablución o aspersión de agua sobre la cabeza de la criatura, tras una breve procesión ritual, y al mismo tiempo se le imponía oficialmente el nombre. Con ello se purificaba al niño de posibles influencias malignas que hubiera podido sufrir en el parto y se le admitía formalmente en la familia y en la sociedad. Inmediatamente colgaban una bulla del cuello del niño con una cadenita (amuleto que era una bolita de metal calado y hueco, que llevaría durante toda su niñez). El cristianismo, especialmente el católico que es el de la parte occidental más romanizada del Imperio Romano, cristianiza ese rito y lo identifica con el bautismo iniciático, practicando así un peculiar bautismo de recién nacidos que ya no es por inmersión y que no conlleva por motivos obvios el acto voluntario de aceptación de la fe por parte del bautizado, pero que de todos modos lo incluye en la comunidad de creyentes. Es por eso que el bautismo habitual de niños mayoritario en buena parte de las confesiones cristianas, no tiene nada que ver con la primitiva inmersión.
Nota:
[1] Diversos rituales religiosos romanos reciben el nombre común de lustratio, porque en todos ellos se practica la purificación con agua (lustratio viene de lustrare y este de luĕre, que significa lavar). La lustratio de recién nacidos era uno de ellos. Pero hay más tipos, y algunos van acompañados de un sacrificio, como por ejemplo la lustratio que celebraba el censor cada cinco años en que rehacía el censo ciudadano, motivo por el cual llamamos lustro a un periodo de cinco años.
- Gracias: Helena
El verbo βάπτειν (baptein = sumergir, introducir, hundir, empapar, remojar) se vincula a una raíz indoeuropea *gwebh- (hundir, sumergir).
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