La palabra antropónimo es el término que se usa como nombre propio de persona, está compuesta de los formantes griegos ἄνθρωπος, anthropos, 'ser humano', que está presente también en otras palabras construidas con fragmentos de léxico griego referidas a la especie humana, como antropofagia, antropología, filantropía, misántropo, etc., y el formante ὄνομα-onoma 'nombre', que en este y otros casos está vocalizado a la manera doria o eolia ὄνυμα-onyma, por eso aparece la -i- en español en antropónimo, topónimo, seudónimo, etnónimo, acrónimo, metonimia, etc., frente a otros casos con -o-, como antonomasia, onomástico, onomatopeya.
Algunas curiosidades acerca del antropónimo
Los antropónimos en español están fuertemente influidos por el santoral católico, pues la religión católica fue durante varios siglos la única permitida para los pueblos de habla española. Por la costumbre de ponerle de nombre a los nacidos el del santo del día, aparecen en algunas zonas de España nombres bastante peregrinos. Resulta que los católicos tienen más santos que días hay en el año, así que acumulan varios en el mismo día, entonces los padres escogían los que les parecían más adecuados de todos los de la fecha del nacimiento de su hijo. Por ejemplo, el 23 de enero la Iglesia Católica celebra el día de los santos siguientes:
San Agatángelo, San Amasio, San Andrés Chong Hwagyong, Santa Aquila, San Clemente, obispo y mártir, Santa Emerenciana, San Ildefonso de Toledo, San Juan el Limosnero, San Mainbodo, San Severiano, mártir.
Así que algunos padres, por buscar una identidad inconfundible, ponían a sus hijos nacidos en 9 de marzo nombres como Agatángelo, Amasio, Aquila, Emerenciana, Mainbodo o Severiano y esperaban que el tal santo con ese nombre raro tuviera poderes para interceder por sus hijos y proporcionarles una protección efectiva. Yo tuve un tío abuelo que se llamaba Agapito y una tía bisabuela Aquilina. Este es el origen de que en España se celebre el día de tu santo, que en principio era lo mismo que celebrar el día de tu cumpleaños. Pero después del abandono de la costumbre de poner el nombre de un santo del día del nacimiento, el llamado día de tu santo se ha convertido en otra fecha de celebración distinta, de manera que en España y otros países de nuestra cultura muchos niños tienen la suerte de celebrar dos fiestas personales en el año, el Santo y el Cumple. Y ese es también el origen de una expresión que se oye a veces para indicar el poco aprecio que se tiene de alguien y lo alejado que se está emocionalmente, que no me acuerdo ni del santo de su nombre.
La obligatoriedad del catolicismo en América produjo, en las zonas de aportación de población contra su voluntad -los esclavos, a los que se arrancaba de su tierra y se obligaba a ser católicos-, un sincretismo conocido que se manifiesta en los cultos llamados de 'santería', 'vudú', 'candomblé', 'umbanda', 'batuque', 'macumba', etc.
Pues bien, en este sincretismo se produjo la identidad de santos y advocaciones marianas con los orixas (orishas), de modo que, en Cuba, Yemayá es la Virgen de Regla, Changó es Santa Bárbara, Ochún la Virgen de la Caridad del Cobre, Oyá la de Candelaria, Obatalá la de las Mercedes, Babalú Ayé es San Lázaro, Orula San Francisco de Asís, Eleguá San Antonio de Padua, Ochosi es "San Santiago", y así hay un panteón enorme, con baile de identificaciones según los sitios, aunque sin apartarse de esta ligazón sincrética que llega a exigir el bautismo católico para acceder al sacerdocio, pues en la santería lucumí el babalao, que es el sacerdote todo vestido de blanco de pies a cabeza, que conoce los secretos de las yerbas mágicas, procede del catolicismo: "que para ser babalao / tienes que estar bautizao".
Así que una mujer gaditana que se llame Regla (antropónimo muy frecuente en las inmediaciones del Santuario de Regla en Chipiona, provincia de Cádiz, España) gozará al poner pie en Cuba de la simpatía inmediata de todas las personas fieles de Yemayá, que no son pocas.
Otra curiosidad: Los nombres vascos.
En los albores del nacionalismo vasco del siglo XIX Sabino Arana, uno de sus ideólogos, parece que se encontraba molesto con el excesivo parecido de los antropónimos en euskera y en español. Era debido a que en ambos idiomas los nombres de los santos procedían del latín, pues era la lengua litúrgica del cristianismo católico, por eso del latín Vincente(m) 'vencedor', salía el español Vicente, pero en vasco lo más que se podía hacer para diferenciarlo era ortografiar Bizente o Bixente, y esto no lo satisfacía en modo alguno, por lo que procedió a euscarizar más los nombres recurriendo, por una parte a la traducción del referente y por otra a remontarse a la etimología y lograr otra derivación alterando la fonética hasta que adquiriera un aspecto más vascuence. Así que con Bixente, aunque había habido una variante anterior Bikendi, se remontó al latín Vincente(m) y rescató la n y la articulación oclusiva de la c creando el neologismo antroponímico Bingen que se parece menos a Vicente que Bikendi y le resultaba más soportable. Lo mismo pasó con Beñat = Bernardo (antes Bernart/Bernat), Edorta = Eduardo (antes se decía también Eduardo, pero lo aproximó al portugués Duarte, aunque la etimología era con d: Ead+Ward 'guardián de la riqueza'). El caso de Koldo es muy característico de este prurito de eusquerización: es el equivalente que propuso para Luis, y Luis viene de Ludwig, que a su vez viene de un fráncico (germánico) Hluod+Wig 'famoso en el combate'; Ludwig se había latinizado en Ludovico y Hluodweg el Clodoveo, tomó pues el más antiguo, Clodoveo y lo euscaldunizó en Koldobika, luego la gente lo acortó en Koldo. Y con otros recurrió a la traducción más o menos: Dolores (Lola) se convirtió en Nekane porque lo sacó del verbo nekatu 'cansarse' (pasar fatiguitas). Edurne es Nieves, de edur 'nieve'; con la Inmaculada Concepción tradujo también Kutsuge de kutsu 'mancha' y -ge 'sin', pero no ha gustado y la gente ha preferido asimilarlo a Purificación, que tradujo por Garbiñe, de garbi 'limpio'.
Otra curiosidad antroponímica referida a Cuba: Los antropónimos inventados
Se dice que los antiguos esclavos, que habían llegado en las bodegas de los barcos, cuando les nacía un hijo iban al muelle de La Habana y el primer nombre de barco que veían era el nombre que le ponían a la criatura, esperando quizá con ello que si un barco los había traído otro barco los había de llevar a su tierra. Con el tiempo, llevar el nombre incomprensible, quizá de una lengua extranjera, no se hizo tan raro, habida cuenta que se vivía en un país donde muchas ciudades tenían nombres también indescifrables de lenguas ya perdidas (¿Qué significará Güimes, Tarará, Guantánamo?). Y desde el tiempo anterior a la Revolución había quien se llamaba Usnavi (U.S. Navy) y cosas más raras.
Se puso de moda en los años 90 del siglo pasado poner nombres inventados que empezasen por Y. Así se encuentran personas en la treintena que se llaman Yanisey, Yumilsis, Yumara, Yosbel, Yadel, Yulieski, Yovel, Yolaide, Yamisel, Yirmara, Yoelkis, Yuset, Yohendry, Yoanni, Yander, Yunier. Ya se ha pasado la moda, incluso hay quien lo considera una fea manera de llamarse (una mujer que entrevistaban en Cubavisión Internacional decía, hablando de otra cosa, "huy, eso está más ordinario que los nombres con y griega"), pero los que recibieron nombres así tienen pocos años y van a llevarlos toda su vida.
Parece ser que el origen está también en el ansia de singularidad, como los santos de nombre raro de España, el querer llevar un nombre que no lo tiene nadie. Esto lo ha estudiado la lexicógrafa Aurora Camacho Barreiro del Instituto de Literatura y Lingüística de La Habana y lo explicaba así en una entrevista en Juventud Rebelde.
- Gracias: Joaqu1n
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