La palabra andrógino viene del griego andrógynos, que significa hermafrodita, y por lo tanto de sexo indeterminado; de ahí que también híbrido (mezclado), o referido a un hombre, 'afeminado'. Está compuesta por anér (andrós), que significa 'varón, esposo, etc.', y gyné (gynaikós), que significa 'mujer, hembra, esposa, etc'.
Algunas palabras de las mismas raíces: ginecólogo, y el nombre Alejandro.
- Gracias: cenotafios
La palabra andrógino, actualmente, como vocablo científico, designa a un varón humano, genéticamente varón, que por un defecto de secreciones hormonales u otras causas en su desarrollo, ha generado órganos sexuales externos de carácter ambiguo o de apariencia femenina: esto sería propiamente la androginia. También, vulgarmente, se emplea el vocablo para designar a un varón de aspecto afeminado, o a un ser humano de aspecto absolutamente ambiguo en su determinación sexual externa.
Sin embargo, el andrógino, un viejo símbolo cultural, no es en origen ninguna de esas dos cosas, ni en griego clásico significaba eso. El mito del andrógino, probablemente recogido de tradiciones más antiguas e incluso de otras culturas orientales (tiene que ver con el yin y el yan y con otras tradiciones de seres únicos originarios), aparece explicado en Platón. En el conocido y extenso diálogo platónico llamado El Banquete, o simplemente Symposion, que versa sobre la naturaleza del amor, distintos personajes dialogan y elaboran cada cual un discurso que explica a su juicio la naturaleza del erotismo. La intervención de Aristófanes contiene el mito del andrógino. Veámosla en traducción, con algunas supresiones para abreviar:
En primer lugar, tres eran los sexos de las personas, no dos, como ahora, masculino y femenino, sino que había, además un tercero que participaba de estos dos, cuyo nombre sobrevive todavía, aunque él mismo ha desaparecido. El andrógino, en efecto, era entonces una cosa sola en cuanto a forma y nombre, que participaba de uno y de otro, de lo masculino y de lo femenino, pero que ahora no es sino un nombre que yace en la ignominia. En segundo lugar, la forma de cada persona era redonda en su totalidad, con la espalda y los costados en forma de círculo. Tenía cuatro manos, mismo número de pies que de manos y dos rostros perfectamente iguales sobre un cuello circular. Y sobre estos dos rostros, situados en direcciones opuestas, una sola cabeza, y además cuatro orejas, dos órganos sexuales y todo lo demás como uno puede imaginarse a tenor de lo dicho. (...) Eran tres los sexos y de estas características, porque lo masculino era originariamente descendiente del sol, lo femenino de la tierra y lo que participaba de ambos, de la luna, pues también la luna participa de uno y de otro. Precisamente eran circulares ellos mismos y su marcha, por ser similares a sus progenitores. Eran también extraordinarios en fuerza y vigor y tenían un inmenso orgullo, hasta el punto de que conspiraron contra los dioses. Y lo que dice Homero de Efialtes y de Oto se dice también de ellos: que intentaron subir hasta el cielo para atacar a los dioses. Entonces, Zeus y los demás dioses deliberaban sobre qué debían hacer con ellos y no encontraban solución. Porque, ni podían matarlos y exterminar su linaje, fulminándolos con el rayo como a los gigantes, pues entonces se les habrían esfumado también los honores y sacrificios que recibían de parte de los hombres, ni podían permitirles tampoco seguir siendo insolentes. Tras pensarlo detenidamente dijo, al fin, Zeus: "Me parece que tengo el medio de cómo podrían seguir existiendo los hombres y, a la vez, cesar de su desenfreno haciéndolos más débiles. Ahora mismo, dijo, los cortaré en dos mitades a cada uno y de esta forma serán a la vez más débiles y más útiles para nosotros por ser más numerosos. Andarán rectos sobre dos piernas y si nos parece que todavía persisten en su insolencia y no quieren permanecer tranquilos, de nuevo, dijo, los cortaré en dos mitades, de modo que caminarán dando saltos sobre una sola pierna." Dicho esto, cortaba a cada individuo en dos mitades, como los que cortan las serbas y las ponen en conserva o como los que cortan los huevos con crines. Y al que iba cortando ordenaba a Apolo que volviera su rostro y la mitad de su cuello en dirección del corte, para que el hombre, al ver su propia división, se hiciera más moderado, ordenándole también curar lo demás. Entonces, Apolo volvía el rostro y, juntando la piel de todas partes en lo que ahora se llama vientre, como bolsas cerradas con cordel, la ataba haciendo un agujero en medio del vientre, lo que llaman precisamente ombligo. (...) Así pues, una vez que fue seccionada en dos la forma original, añorando cada uno su propia mitad se juntaba con ella y rodeándose con las manos y entrelazándose unos con otros, deseosos de unirse en una sola naturaleza, morían de hambre y de absoluta inacción, por no querer hacer nada separados los unos de los otros. Y cada vez que moría una de las mitades y quedaba la otra, la que quedaba buscaba otra y se enlazaba con ella, ya se tropezara con la mitad de una mujer entera, lo que ahora precisamente llamamos mujer, ya con la de un hombre, y así seguían muriendo. Compadeciéndose entonces Zeus, inventa otro recurso y traslada sus órganos genitales hacia la parte delantera, pues hasta entonces también éstos los tenían por fuera y engendraban y parían no los unos en los otros, sino en la tierra, como las cigarras. De esta forma, pues, cambió hacia la parte frontal sus órganos genitales y consiguió que mediante éstos tuviera lugar la generación en ellos mismos, a través de lo masculino en lo femenino, para que si en el abrazo se encontraba hombre con mujer, engendraran y siguiera existiendo la especie humana, pero si se encontraba varón con varón, hubiera, al menos, satisfacción de su contacto, descansaran, volvieran a sus trabajos y se preocuparan de las demás cosas de la vida. Desde hace tanto tiempo, pues, es el amor de los unos a los otros innato en los hombres y restaurador de la antigua naturaleza, que intenta hacer uno solo de dos y sanar la naturaleza humana. Por tanto, cada uno de nosotros es una mitad simplificada de hombre, al haber quedado seccionado en dos de uno solo, como los lenguados. Por esta razón precisamente, cada uno está buscando siempre a su propia mitad. En consecuencia, cuantos hombres son sección de aquel ser de sexo común que entonces se llamaba andrógino son aficionados a las mujeres y proceden también de él cuantas mujeres son aficionadas a los hombres (...). Pero cuantas mujeres son sección de mujer, no prestan mucha atención a los hombres, sino que están más inclinadas a las mujeres, y de este género proceden las lesbianas. Cuantos, por el contrario, son sección de varón, persiguen y buscan a los varones y mientras son jóvenes, al ser rodajas de varón, aman a los hombres y se alegran de acostarse y abrazarse con ellos...
PLATÓN, Banquete, 189d-191e.
Como se ve el andrógino era un ser humano originario de dos rostros, cuatro brazos y cuatro piernas, que en lugar de ser doblemente masculino, o doblemente femenino, era mixto. Con el relato se intenta explicar además las distintas tendencias de la sexualidad.
Su representación en el arte o icono es el de un ser con un tronco corporal común y dos cabezas, dobles miembros y doble sexo.
Aunque se representa menos, su presencia es abundante en ilustraciones vinculadas a la alquimia. En efecto, el andrógino, se convirtió en uno de los principales símbolos místicos de la alquimia medieval. Los alquimistas no sólo trabajaban con mezclas y metales y desarrollaron la química, sino que estaban imbuidos de una filosofía particular. Aspiraban a conocer la naturaleza del cosmos y la vida, y mediante la mezcla de elementos hallar la entidad vital primigenia, incorruptible y eterna, que simbolizaban con la pretensión de obtener oro (símbolo de incorruptibilidad). El andrógino, aparte de simbolizar la difícil mezcla del azufre (vinculado al sol y masculino) y del mercurio (vinculado a la luna y simbólicamente femenino), simboliza la unicidad esencial de la materia. Muchos alquimistas piensa que todo el cosmos puede reducirse a principios masculinos y femeninos, y que si se logra la fusión de ambos y su equilibrio (como en el yin y el yan de la filosofía oriental) obtenemos una unión esencial, inmortal e incorruptible, verdadera piedra filosofal del cosmos y clave de su renovación perpetua. Todo eso significaba para ellos el icono del andrógino, que llenaron de distintos símbolos astrales y dotaron de alas incluso a veces, para denotar una especie de entidad superior más elevada. Algunos en otro plano, vincularon incluso el andrógino a los ángeles.
- Gracias: Helena
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