El término androcentrismo se refiere a la práctica social de otorgar a los varones y a sus puntos de vista una posición central en el mundo, las sociedades, la cultura y la historia. Esto es un hecho tan asumido e interiorizado en la inmensa mayoría de las sociedades que hay mucha gente que ni siquiera es consciente de ello. La palabra, acuñada en 1911, se forma con un sufijo -ismo de doctrina o práctica sobre el vocablo griego ἀνήρ, ἀνδρός ("aner, andrós", hombre, varón), que se vincula a una raíz indoeuropea *ner-2 (hombre, fuerza vital) y el vocablo latino centrum, préstamo del griego κέντρον (kentron), que significa en principio lo que sirve para pinchar, punzón, aguijón, dardo, estímulo, etc., pero por el uso de los geómetras para trazar circunferencias y otras figuras, acaba designando el punto central y vital de algo. Esta palabra griega κέντρον se deriva con un sufijo instrumental -tron (del mismo origen indoeuropeo que el -trum latino), del verbo κεντέω ("kentéo"), que significa pinchar, picar o aguijonear, asociado a una raíz indoeuropea *kent- (pinchar).
Si bien el vocablo androcentrismo nació en medios ideológicamente feministas, hoy en día es empleado ampliamente por cualquier antropólogo, sociólogo, historiador, etc. En efecto en casi todas las sociedades es hecho bien patente que las funciones asignadas a la mujer lo han sido en función de las necesidades del hombre como paridoras y educadoras de sus hijos, que se les ha negado o dificultado tradicionalmente el acceso a los estudios y profesiones que eran propias de los hombres, que se ha reglamentado la moral sexual permitiendo sólo un libre desenvolvimiento al hombre, que se ha hecho de la mujer objeto de intercambio o alianza entre clanes y familias mediante un matrimonio forzado, y hasta que las lenguas se han configurado haciendo del masculino el término genérico o prototípico por sólo citar algunos aspectos. Y el ser conscientes de todo ello es sólo propio de personas sensatas, racionalistas y humanistas. No hace falta compartir demasiados postulados feministas, ni propugnar que nuestras palabras han de ser cambiadas destruyendo una lengua ya hecha que es perfecto vehículo para las ideas, no hace falta buscar privilegios de acceso a nada por el hecho de ser mujer, no hace falta nada. Sólo hace falta asumir la igualdad de derechos de todos los seres humanos, la competencia en iguales condiciones y oportunidades y que la libertad ha de ser igual para todos los seres humanos, con independencia de sexo, etnia, creencias o cualquier factor, para entender que el androcentrismo existe y ha existido, y que en una especie humana de seres libres e iguales en derechos y obligaciones, el único -ismo concebible es en todo caso el antropocentrismo, en que el ser humano y su inseparable racionalismo es nuestro único centro común a toda la especie.
- Gracias: Helena
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