La palabra vestal viene del latín Vestalis (vestal, sacerdotisa de la diosa Vesta), derivado de Vesta. Vesta es el nombre romano de una deidad antiquísima de raigambre indoeuropea, diosa del fuego del hogar y protectora de los hogares, y entre los romanos, también del hogar común que constituye la patria. Muy discutido ha sido el origen del nombre de la diosa Vesta, que no puede dejar de ponerse en relación con el nombre de la diosa griega del hogar, del mismo origen indoeuropeo, llamada Ἑστία (Hestía), pues recuérdese que el griego aspira la w inicial indoeuropea. Se ha postulado su vinculación con una raíz indoeuropea *wes-1 que hace referencia a la idea de estar, permanecer y vivir en un lugar, o incluso también a otra raíz indoeuropea *wes- vinculada a la idea del brillo y del fuego (seguramente la que Pokorny da como *wes-9).
Las vestales son una institución netamente romana y además de gran antigüedad. Se trata de un colegio sacerdotal de 7 sacerdotisas dirigidas por la Vestal Máxima (la de más antigüedad), que ingresaban niñas, normalmente a los 7 años, y eran seleccionadas entre las familias más linajudas de Roma. Tenían un sacerdocio de 30 años, durante el cual tenían voto de virginidad, aunque una vez cumplido, aun a una edad bastante madura, podían casarse con una excelente dote. Las vestales vivían en la casa de las vestales, un imponente edificio en el foro de Roma junto al templo circular de Vesta y a la Domus Publica donde residía el Pontifex Maximus, sacerdote que ejercía la patria potestad sobre las vestales y era el único varón que podía pisar su casa. Su vida se dedicaba a cuidar de un fuego sagrado que nunca debía extinguirse (que se apagara acarrearía una desgracia para la patria), custodiar el Palladión (estatua sagrada de madera que según la tradición había sido traída de Troya por el héroe Eneas, fundador del pueblo romano), realizar rituales con el agua de una fuente sagrada de su uso exclusivo) y custodiar en los sótanos de su inviolable casa todos los testamentos de los romanos que desearan depositarlos allí.
Si una vestal incumplía su voto de virginidad el castigo era la muerte, pero nadie podía derramar la sangre de una vestal ni tocarla siquiera, y menos matarla directamente, así que se la ejecutaba enterrándola viva. Pero si cumplía bien su cometido, su prestigio, respeto y dignidad eran enormes. Una vestal, siempre ataviada de blanco y cubierta de velos, con su característico peinado de siete trenzas, como las novias romanas, cuando cruzaba las calles de Roma precedida de unos sirvientes era objeto de gran veneración: todos debían apartarse, ceder el paso y retirar la mirada de la sacratísima virgen, que pasaba con la cabeza y la mirada altas, sin mirar tampoco a los viandantes, de modo que aún conservamos la expresión "orgullosa como una vestal". En los lugares públicos y espectáculos tenían lugar preferente y, antes de la existencia de emperadores, en los juegos gladiatorios, cuando había combates a muerte, eran ellas las que con el gesto del pulgar decidían la vida o la muerte de un vencido.
- Gracias: Helena
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