Etimología de SALAMANDRA
La palabra salamandra viene del latín salamandra, que la tomó del griego σαλαμάνδρα. Este vocablo griego se considera a su vez un préstamo de una lengua desconocida, seguramente una lengua previa mediterránea, aunque algunos plantean la lejanísima posibilidad de una relación con σαλάμβη ("salambe", pequeña ventana, agujero o tiro de un hogar o una chimenea), palabra que podría ser un préstamo semítico según algunos. Luego veremos el porqué de esta relación.
La salamandra es un anfibio urodelo clasificado tipológicamente por Carlos Linneo en el s. XVIII. Pero ya desde el s. IV a.C. los griegos Aristóteles y Teofrasto hablan de ella. Después los romanos Celso, Plinio, Marcial, Petronio, Agustín de Hipona, Isidoro de Sevilla, etc., nos hablan de ella. Aunque Plinio, que la nombra mucho, nos dice de ella que es venenosa y mueren los que se la comen, y también habla de salamandra como nombre, bien de un veneno, bien de un fármaco que se saca de ella, y parece que conoce bien al animal real, la salamandra arrastra una fabulosa leyenda. La mayoría de los autores la consideran un reptil o saurio, aunque también hay quien dice que en algún lugar la llaman rana, pero desde los griegos se arrastra la creencia de que la salamandra es animal que vive en el fuego, y para Isidoro de Sevilla incluso es capaz de apagar el fuego. Es así como en la Edad Media la salamandra se convirtió en un símbolo alquímico, una especie de espíritu del fuego, y de ahí, con diversas representaciones fantásticas, pasa incluso a la heráldica. Es así como incluso ya en el Renacimiento o en las puertas de él, autores como Ramon Llull nos siguen hablando en sus obras en latín de ese fabuloso ser del fuego, y su leyenda no se acabará hasta la época de Linneo.
Es por eso que llamamos también salamandra a una especie de estufa de hierro o fundición, de combustión lenta, muy usada en tiempos pasados para calefacción.
- Gracias: Helena
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