El verbo inseminar viene del latín inseminare (sembrar una semilla en el interior de la tierra, fecundar), compuesto del prefijo in-(hacia el interior, en el interior) y el verbo seminare (sembrar, esparcir semillas). Este verbo se deriva de semen, seminis (semilla, medio de siembra, inicio o germen de las cosas), palabra constituida por la raíz del verbo serere (sembrar) y el sufijo de medio o instrumento -men.
De semen proceden también las palabras simiente, semen, semilla, seminario (=semillero de saberes), sembrar y diseminar. La raíz indoeuropea sobre la que se forman estos vocablos es *se-1(sembrar). Esta raíz también da lugar al verbo, derivado de serere, satire, de similar significado, de donde vienen las palabras sazón y desazón.
Pero inseminar hoy en día significa hacer llegar el semen de un varón por cualquier medio artificial a un óvulo femenino para producir una fecundación. Eso es así obviamente porque la palabra semen, que en origen sólo significa semilla, pasó también a designar el semen del varón. Esto se produjo porque los griegos habían llamado al semen del varón, desde la medicina hipocrática del s. V a.C., con la palabra σπέρμα ("sperma", semilla). Dado que los griegos utilizaban su palabra "semilla" para denominar al semen del varón, los romanos tradujeron tardíamente este vocablo por su palabra "semilla" (semen), dotando de un significado más, aunque muy marginal a su palabra semen (de hecho prefieren gastar sperma, prestado del griego para ese valor), y sobre todo es el latín científico posterior al Renacimiento el que emplea masivamente semen para referirse al líquido reproductivo del varón. Sin querer, con ello arrastraron a nuestro lenguaje una viejísima concepción androcéntrica que tenían los griegos y que en cambio los romanos no tenían. La sociedad griega era profundamente androcéntrica y patriarcal, de modo que en su sociedad los hijos legítimos eran jurídicamente del padre y nunca de la madre, y a veces los griegos trasladaban a la ciencia sus prejuicios y concepciones sociales. Como todos sabemos una semilla es un cigoto o un nuevo ser vegetal en cierne, producido por unión de un gameto femenino y otro masculino, que se confía a la tierra que le da nutrientes y un medio adecuado para desarrollarse. El semen del varón no es ninguna semilla, sino que es el vehículo del gameto masculino que deberá juntarse con el gameto femenino para producir un cigoto o embrión, que es la verdadera semilla del nuevo ser. Pero los griegos, cegados por su visión androcéntrica, afirmaban en su ciencia de los s. V y IV a. C. que la mujer no aportaba nada a la reproducción, que la semilla que daba lugar a un nuevo ser procedía exclusivamente del varón y que la mujer sólo aportaba un medio, una especie de tierra fértil en que esa semilla pudiera desarrollarse, y hasta justificaban que si un hijo se parecía muchas veces a su madre era por el largo contacto en su vientre, porque el contacto es capaz de crear cierta semejanza. Con ello justificaban "científicamente" el hecho de que en su sociedad los hijos sólo fueran legalmente hijos de su padre. Este prejuicio griego trasladado en el lenguaje es el que ha acabado haciendo que llamemos semen (semilla) al fluido reproductivo del varón.
- Gracias: Helena
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