La palabra faltriquera es un arabismo cuyo origen tardó en dilucidarse porque no viene del árabe estándar, sino de ciertos usos dialectales del árabe andalusí que hasta que no publicó el excelente arabista y tardío académico Federico Corriente, lamentablemente fallecido en fecha reciente, un artículo titulado «Reflejos iberorromances del andalusí {ḥṭr}» en la revista al-Andalus Magreb en 1993 no se pudo cabalmente comprender.
Faltriquera significa un bolsillo, cualquier bolsillo de la ropa. Antiguamente era un bolsillo exento que se podía colgar al cinto y descolgar para meter o sacar monedas, generalmente menudas, lo que llamamos suelto, o calderilla, desde la época medieval en que el sistema monetario se basaba en los tres metales, oro, plata y cobre. Veamos en qué consistía este sistema y su relación con la faltriquera:
En al-Andalus se acuñaban los tres metales citados sin que hubiera siempre una equivalencia oficial entre ellos; no siempre tantas monedas de plata equivalían a una de oro, por ejemplo, salvo acuerdos o convenciones puntuales. El oro acuñado era el dinar, دينار dinār plural danānīr (del lat. denārius), que tenía un altísimo valor y se empleaba para comprar cosas muy caras, como viviendas, predios, esclavos muy cualificados, objetos suntuarios, caballos de raza; la plata se acuñaba en dírhames o dírhemes, درهم dirham plural darāhim (del gr. δραχμή), que tenían un valor intermedio y se pagaba con ellos los servicios profesionales de un médico o un letrado, se compraban objetos no suntuarios como espadas, monturas, muebles, libros, vajilla, ropa; pero el cobre era el metal para acuñar los feluses o foluces, فلس fils plural فلوس fulūs (del latín follis 'fuelle' que denominaba precisamente los bolsillos de cuero que después en español se habrían de llamar faltriqueras), con los que iba la gente al mercado, compraba cebollas, verduras, legumbres, buñuelos, pestiños, gallinas, despojos, fruta, almendras, etc. Eran las moneditas que se les daba habitualmente a los mendigos, a los ciegos cantores, a los azacanes y porteadores.
Así que faltriquera era un bolsillo para llevar aquella moneda fraccionaria, de escaso valor, pero la más corriente en la vida de las calles.
Su etimología despertó el ingenio de los lingüistas. El hecho de que faltriquera y sus variantes regionales del tipo de faldriquera y falduquera significase también una bolsa más ancha de tela que se ataba a la cintura y se llevaba colgando bajo la vestimenta, especialmente las mujeres debajo del delantal, hizo que se relacionase muy pronto con las faldas. Así lo entendió la Academia en su primer diccionario de 1735 y ha mantenido esta etimología ininterrumpidamente hasta la 21ª edición de 1992 y todavía el DLE en la edición actual, la 23ª con actualización de 2019, la trae -probablemente por descuido- en la voz faldriquera, donde dice tranquilamente «de falda».
Vemos aquí cómo la Academia citaba también la etimología que había propuesto un siglo antes Sebastián de Covarrubias, que lo hacía venir del verbo latino farcio 'llenar, hartar, rellenar, meter', porque , decía «en ella embutimos la bolsa, el pañiçuelo, los guantes y otras cosas»:
Covarrubias se estaba refiriendo, pues, a la faltriquera grande, la ceñida a la cintura que luego será propia de las faldas de las mujeres pero que en el siglo XVII parece haber servido también de bolso o riñonera para los hombres.
Corominas se adscribió a la etimología de la Academia, falda, partiendo del diminutivo faldica, de ahí faldiquera y posteriormente faldriquera y faltriquera pues consideraba que la r era secundaria, aunque él mismo fechaba como más antiguas estas formas con r, en el s. XVI, mientras que la primera aparición de faldiquera la fechaba más tarde, en el XVII. Ha habido también otras propuestas, una de saltar porque el bolsillo amarrado a la cintura va dando tumbos al andar, otra de fieltro, como si alguna vez se hubieran confeccionado en este material, que Corominas expone para refutarlas.
La etimología que propuso Corriente en su artículo y que ha aceptado últimamente la Academia desde la 22ª edición (2001) es la de una raíz dialectal andalusí {ḥṭr} que resuelve el enigma, además de faltriquera, de un buen grupo de arabismos en romance.
La cuestión es esta: Había una raíz árabe {htr} que daba idea de demencia, chochera, futilidad, de la que Corriente cita un verbo هتر hatara 'hablar demasiado y sin sentido, chochear'. Los andalusíes no eran árabes originarios, en su gran mayoría eran nativos que contaban con una lengua de sustrato que se puede considerar para entonces nativa, el latín hispánico, por lo que, al aprender el árabe tenían que reproducir sonidos a los que no estaban acostumbrados. Corriente lo explica así:
«[E]s, en todo caso seguro que [en] la adopción masiva de una nueva lengua por una comunidad, un alto rendimiento funcional en determinadas oposiciones inexistentes en el sustrato obliga a mayores esfuerzos por aprender las articulaciones problemáticas, y así debió ocurrir en Alandalús»
El caso es que el árabe distingue una هـ [h] de una ح [ḥ] y una ت [t] de una ط [ṭ], los fonemas representados sin punto suscrito suenan como en español (bueno, [h] en español sería la >j< dicha por un ribereño del atlántico, andaluz, cubano, venezolano o rioplatense), pero los fonemas árabes ح [ḥ] y ط [ṭ] tienen un componente articulatorio difícil de pronunciar cuando no se está acostumbrado. La ح [ḥ] suena constrictiva laringal sorda, es decir, como una [h] pero estrechando la laringe hasta que el chorro de aire suena en sus paredes, talmente como si alguien nos estuviera apretando el cuello y soltásemos un estertor sin que vibrasen las cuerdas vocales. Y la ط [ṭ] suena como la [t] pero con una resonancia velar, es decir, oclusiva dental sorda velarizada, que cuando se pronuncia la [t] al mismo tiempo la lengua forma un hueco por atrás que le da una resonancia velar (lo que hace que cuando pronuncian طبيب ṭabīb a la mayoría de los hispanófonos, que tenemos cinco vocales, oímos como que se nos velariza la a y nos parece que está diciendo ṭobīb).
Pues bien, los andalusíes se esforzaron por pronunciar correctamente la ح [ḥ] y la ط [ṭ], y cuando lo lograron se produjeron esas situaciones de relajación en las que se cometen las ultracorrecciones y se pronuncian los sonidos difíciles donde no los había.
Para la cabal comprensión de estas relajaciones y ultracorrecciones valgan un par de ejemplos, uno de mi padre, con permiso de ustedes. Aprendió mi padre a hablar en la norma andaluza atlántica (que llaman "norma sevillana") y, como la inmensa mayoría de los hispanohablantes y, desde luego, todos los americanos, no hacía distinción de z/c y s, que pronunciaba en todo caso sibilante predorsoalveolar sorda [s̪] (la s con la punta de la lengua en los dientes de abajo). Pero por circunstancias se vio viviendo en una zona de habla con la norma castellana, que es el habla de prestigio en el español de España, en la que distinguen una pronunciación fricativa interdental sorda [θ] para la c/z de otra sibilante apicoalveolar sorda [s̺] para la s (la s con la punta de la lengua en los dientes de arriba). Así que él aprendió allí a pronunciar cerveza como [θerbeθa], aunque en su habla de origen siempre había dicho [s̪erbes̪a], de modo que en una conversación relajada pronunciaba cuatro variantes indistintamente [θerbeθa], [s̪erbes̪a], [θerbes̪a] y [s̪erbeθa] y no era consciente de ello, él las oía iguales.
El otro ejemplo es el de los muchos árabes que aprenden a hablar español y les cuesta trabajo distinguir las dos oclusivas bilabiales nuestras, la sorda [p] de la sonora [b], porque en árabe la oclusiva bilabial es solo una, la sonora [b] y también las oyen iguales. Al principio lo dicen todo con [b], "ha venido un barco petrolero al puerto" lo pronuncian [a benido un barco betrolero al buerto], pero cuando aprenden a pronunciar la sorda y ya les sale decir petrolero y puerto es muy frecuente la ultracorrección que les haga decir [a penido un parco petrolero al puerto], o variar indistintamente a la manera de mi padre, poniendo cada una donde no era [a penido un parco betrolero al buerto], etc., y se quedan tan panchos.
El caso es que Corriente detectó en un glosario arábico latino del siglo XIII unos términos que no eran árabe estándar حَطْرَشَهْ ḥaṭraša / حَطْرَجَهْ ḥaṭraǧa 'baburia' y حَطْرَلْ ḥaṭral / حَطْرَجْ ḥaṭraǧ 'babur(i)us', es decir 'tontería' y 'tonto'. Y se dio cuenta de que estaba ante la raíz هتر {htr} pronunciada por andalusíes con ultracorrección حطر {ḥṭr} y con sufijos procedentes del romance andalusí -áč (actual español -acho, despectivo) y -él (actual español -illo, diminutivo connotado de despectivo). De aquí sacó toda una familia de arabismos procedentes de los estratos menos cultivados del árabe andalusí, más propios de los no musulmanes quienes, al no tener el apoyo lingüístico del Corán, eran los más propensos a las ultracorrecciones, completados con una serie de sufijos sustráticos romandalusíes (le gustaba a Corriente esta palabreja, en lugar de romance andalusí) como -ák, -ók, -ón, -ín, -ík, -áyr, que permitía esclarecer términos hasta entonces archidiscutidos, como español aladroque (*al-ḥaṭrúk, 'bocazas', que se había creído de الأزرق al-azraq 'el azul'), andorra (*haḏḏúra o *haḏúrra, 'charlatana', que se había creído de غندورة ġandūra 'fatua'), andrajo (ḥaṭráč 'necio, pelagatos', que se había creído de *haldrajo, de halda), baldragas (*ḥaṭráq 'charlatán', sin etimología hasta 2001), droga (que se consideraba de origen incierto), trola (hadrolla o fadrolla 'adrolla', a su vez de {ḥṭr} 'chocarrear', que se había creído del fr. drôle 'gracioso' ), o como catalán-valenciano-balear aladroc, aldarull, baldritxa, fadolla, fadrí, y gallego-portugués aldrabón/aldrabão, anduriña/andorinha, bardallas/bandalho,que se pueden consultar en el artículo citado.
Volviendo a faltriquera su etimología es, pues, ḥaṭr+ík+áyra con el étimo base árabe andalusí hipercorrecto ḥaṭr para algo de escaso valor, más el sufijo de adjetivo romance -ík y añadido otro sufijo romance instrumental femenino -áyra, en conjunto indicaría el recipiente adecuado para llevar menudencias, como el bolsillo con moneditas de escaso valor, la calderilla de cobre para salir al zoco.
En catalán Alcover considera faltriquera y las variantes faldriquera y faldriguera 'butxaca' (bolsillo) préstamo del español faltriquera, que en las fichas terminológicas del Centre de Terminologia del catalán moderno ha tomado el sentido de 'cinturó portaeines' (cinturón portaherramientas).- Gracias: Joaqu1n
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