La palabra sarampión, el nombre de la enfermedad provocada por un Morbillivirus que tantos estragos causó entre los americanos nativos a raíz de la conquista europea, tiene una etimología poco clara que, por más esfuerzos que se han hecho, hasta el momento no parece que nadie haya acertado a descifrar.
La palabra se encuentra únicamente en los romances de la Península Ibérica: en español es sarampión, en portugués sarampo, que se considera una derivación regresiva de la variante en desuso sarampão, y en catalán xarampió, también con las variantes sarampió y xarrampió (aunque en Valencia es frecuente que se la llame pallola y en Ibiza paiola).
Salvo Fray Martín Sarmiento, que en el s. XVIII le suponía relación con "reptar", como al herpes o culebrilla ("... el origen de sarampión, que dicen es serpere")[1], hoy parece que todo el mundo está de acuerdo en que viene de una palabra del bajo latín hispánico de la Alta Edad Media, sirimpio, y así lo trae el DRAE: "Del lat. sirimpĭo, -ōnis, erupción de la piel". Pero este sirimpio sólo aparece una vez, en Isidoro (s. VII), es un hápax. Aquí es donde reside el problema, porque este hápax no es ni siquiera seguro, la lectura es conjetural y se ha corroborado a posteriori, es decir, que el hecho de que exista en los romances el término sarampión / sarampo / xarampió puede haber llevado a la lectura sirimpio y su identificación como "sarampión". Así pues, visto que no tiene en latín precedente ni explicación etimológica fiable, podríamos decir llevados por la similitud fonética que sirimpio ha sido un hallazgo serendipitoso.
El texto de Isidoro está en las Etimologías, libro 4, en el capítulo 8 dedicado a las enfermedades que aparecen en la superficie del cuerpo (De morbis qui in superficie corporis videntur), § 21:
papula est parvissima cutis erectio, circumsepta cum rubore, et ideo papula dicta, quasi pupula, sirimpio
("pápula es una elevación pequeñísima en la piel, rodeada de rojez, y por eso se ha dicho pápula porque es casi como pupila, sarampión").
Así es como se encuentra en la ed. de Friedrich Lindemann, Leipzig 1833, donde corrige sirimpio por συρίγγιον dándole el significado de parva fistula. Los demás editores suelen hacen figurar sirimpio corregido en syringio en el epígrafe siguiente, como sinónimo de sanies (pus):
[21] Papula est parvissima cutis erectio, circumscripta cum rubore; et ideo papula, quasi pupula.
[22] Syringio, sanies dicta, quia ex sanguine nascitur...([21] Pápula es una erupción pequeñísima en la piel, rodeada de rojez, y por eso se ha dicho papula porque es casi como pupila.
[22] Syringio. llamada pus (sanies) porque se origina de la sangre...)
Otros, manteniendo la corrección de Lindemann, prefieren suponer que Syringio era el encabezamiento de un epígrafe perdido:
[21] Papula est parvissima cutis erectio, circumscripta cum rubore; et ideo papula, quasi pupula. [21 bis] Syringio...
[22] Sanies dicta, quia ex sanguine nascitur...([21] Pápula es una erupción pequeñísima en la piel, rodeada de rojez, y por eso se ha dicho papula porque es casi como pupila. [21 bis] Syringio...
[22] La llamada pus es porque se origina de la sangre...).
Pero en el Du Cange, VI, 265, se admite la lectura sirimpia y su adscripción al epígrafe de las pápulas:
"SIRIMPIA: Rubentium pusularum species, apud Isidor. lib. 4 Origin. cap. 8. Vide supra Senespio".
Y en la entrada a la que remite Du Cange, VI, 184, se da otra variante léxica que está en relación con lo que veremos que supone Corominas:
"SENESPIO: Rubentium pusularum species. Gall. Rougeolle. Mirac. MSS. Ur bani V. PP. ex Tabular. S. Victoris Massil.: Existens Avenione in ostalaria de Posa, infirmabatur de febre et Senespione. *Sinipion Vasconibus Sarampión Hispan. Consule Menag. Orig. Franc. v. Sinipion. Vide infra Sirimpia".
Coromines (o Corominas, que de las dos maneras firmó) propuso una etimología de conjetura, apoyándose en formas occitanas del tipo de senepioun, que le hacían pensar en sinapio -ōnis, un derivado de sinapis "ajenabe, mostaza" (en última instancia del gr. σίνηπι sinēpi), por la rojez que dejaba en la piel la aplicación de un "sinapismo" o cataplasma de mostaza caliente, que compararían con las rojeces del sarampión, suponiéndole una epéntesis nasal a *sinapiōne → *sinampiōne → *sirampiōne → *sirimpiōne. Esta hipótesis la aceptan y reproducen Jordi Bruguera y Assumpta Fluvià i Figueras: Diccionari etimològic. Barcelona: Enciclopèdia Catalana, 1996 [ISBN: 8441225168, 9788441225169], pág. 985, s.v. xarampió.
Otro intento de explicación de este dudoso latín sirimpio echa mano del socorrido recurso de buscar palabras griegas que se le parezcan. Se ha hecho así toda la vida, no hay por qué extrañarse, es un legado de nuestra herencia cultural latina. Lo encontramos en el Pequeño diccionario médico etimológico del profesor de filología griega de la Universidad de Salamanca don Francisco Cortés Gabaudán[2], que, por otra parte es una obra de gran mérito; en él la definición que aparecía en el DRAE, comparando las manchitas del sarampión con picaduras de pulga (...manchas pequeñas y rojas, semejantes a picaduras de pulga), se ha cambiado ligeramente en "manchas pequeñas y rojas del color de la vid seca". Así se ve más próximo para proponer la etimología griega de ξηρός [xērós "seco"]+ ἄμπελος [ámpelos "vid"] → sirimpio → sarampión. La verdad es que las hojas de las vides cuando se empiezan a secar pueden tomar unos tonos que van de rojizos a herrumbrosos y que alguien con muchas ganas pudiera relacionar con el color de un afectado de sarampión. Pero si se diera por válido este procedimiento de suposición, ya puestos a imaginar, es como si ahora se le ocurriera a uno pensar que la etimología de sirimpio, verdad verdadera, que no te quepa duda, es *sirus impius, pues los sirios malvados e impíos cuando atacan la religión y se dejan llevar por la ira se arrebatan con el rostro encendido de un color rojo talmente como si les hubiera dado un arrechucho el sarampión.
Y lo peor de todo es que no está nadie seguro de que en las Etimologías de Isidoro pusiera realmente sirimpio.
Notas:[1] Fray Martín Sarmiento, Catálogo de voces y frases de la lengua gallegas. Ed. José Luis Pensado. Salamanca: Ediciones Universidad, 1973, pág. 310.
[2] Francisco Cortés Gabaudán es también el autor del Diccionario Médico-Biológico, Histórico y Etimológico en línea (http://dicciomed.eusal.es).
- Gracias: Joaqu1n
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