La palabra rocalla designa al conjunto de pequeñas lascas de piedra resultantes de la labra de esta piedra o la erosión, pero sobre todo designa a adornos pétreos de jardines que quieren simular a la roca y están hechos, bien con un conglomerado natural poroso o bien con una masa pétrea artificial de piedra menuda y hormigón o alguna argamasa artificial. El vocablo, que se documenta en castellano en 1680, es préstamo del francés rocaille. Esta voz, a fines del s. XIV, se documenta con el significado de terreno cubierto de piedra menuda, pero después, a partir de 1611 designa a un amasijo de pequeñas piedras y en concreto hacia 1636 a los grutescos de los jardines. En el Renacimiento italiano (s. XV-XVI) se pone de moda el jardín italiano en que se imitan pequeñas grutas y rocas artificiales (los grutescos, como en pintura y decoración) hechas con una masa artificial de piedra menuda y argamasa que imita el carácter rudo e irregular de la roca. Los franceses imitan inmediatamente los jardines italianos, y en el s. XVII ponen de moda el llamado jardín francés que toda Europa imita (y que en realidad no es francés sino italiano), y a estos adornos falsamente rocosos de los jardines los franceses los van a llamar rocaille, valor que va a pasar al español. Y se llamara rocalloso al jardín rico en rocallas.
La palabra francesa rocaille es un derivado de roc (roca), con sufijo -aille, forma femenina de -ail, sufijos que tienen origen en el latín -acŭlum/-acŭla (valor diminutivo e instrumental). Las voces francesas roc y roche, como el castellano roca, que existe también en portugués y catalán, existe con la forma roca asimismo en occitano medieval, y como roccia en italiano. Y en todos los casos pertenece al fondo léxico patrimonial de las lenguas, salvo quizás en italiano donde puede tratarse de un préstamo del occitano. En latín tardío y medieval que fue la fuente difusora del vocablo es rocca, y tenemos ya atestiguado en el s. VII un plural rocce (monoptongación de roccae) y luego otros testimonios más tardíos.
Pero la voz no se documenta en latín clásico ni literario. Si no es que se trata de un viejo vocablo popular latino que nunca antes del s. VII se atestiguó, se ha pensado por algunos que la palabra podría tener un origen prerromano. El problema es cuál. Porque su extensión en el área occidental de la Romania, no sólo como nombre común sino como base de abundantes topónimos, podría hacer pensar en un origen celta, pero el problema es que esto parece descartado porque en los restos de lenguas célticas que tenemos (básicamente insulares) no hay el menor rastro de esta raíz, y la forma vasca arroka es un claro préstamo del romance roca. En resumen, parece que podría afirmarse que roca viene de un latín vulgar tardío rocca, pero el origen último de ese vocablo tardío latino hasta hoy permanece completamente oscuro.
- Gracias: Helena
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