Etimología de ORCANETA

ORCANETA

La palabra orcaneta es un nombre de planta derivado del árabe الحنّاء al-ḥinnāˀ, la litrácea Lawsonia inermis L., que en español se llama alheña, arabismo patrimonial hoy algo anticuado, y que presenta problemas de atribución en el DRAE antes y ahora en el DLE, por lo que se ha sustituído últimamente por el arabismo moderno henna, que es lo que en realidad dice la gente para el producto de sus hojas molidas para teñir el cabello o pintar en la piel, también ortografiado jena. Pero la orcaneta es otra planta.

Cómo fue que del árabe الحنّاء al-ḥinnāˀ surgió el fitónimo orcaneta, que ni siquiera se refiere a la misma planta que su étimo árabe, es un proceso que necesita para su explicación un excurso amplio por el que, desde el principio pedimos excusas.

La henna se conocía desde antiguo, y aunque ya hemos hablado de ello aquí mismo s.v. alheña, lo repetimos, no obstante, ahora porque viene bien para comprender todo lo que pasó con la henna en el transcurso de la Antigüedad, el Medievo y hasta nuestros días, pues muchas veces las palabras actúan como testigos del devenir histórico.

Los orígenes de su uso y difusión histórica y geográfica los estudió hace ya tiempo en su vertiente etnobotánica y fitoantropológica la etnóloga francesa del Muséum National d'Histoire Naturelle de París, especializada en el Mediterráneo y el mundo árabe-musulmán, Françoise Aubaile-Sallenave en 1982, en un artículo que tituló Les voyages du Henné. En este artículo se ve cómo los antiguos griegos y romanos no conocían con certeza la planta porque no era de su clima, pero conocían el producto y el aceite perfumado con los racimos de flores aromáticas de la henna, que llamaban con un término de origen semítico o, en última instancia, egipcio antiguo. Veámoslo.

Parece ser que hubo para denominar la henna un fitónimo pwkr, con metátesis kwpr, en antiguo egipcio, que aparece como qwpr en demótico y ϰωπρ kōpr / Ϧωπρ ḫōpr / хωπρ χōpr en copto. Este término tiene cognados semíticos, pues se encuentra en ugarítico kpr y kprt, en arameo כּוּפְרָא /ܟܽܘܦܪܽܐ kūfərā, y en hebreo כֹּפֶר kōɸĕr (ɸ=ph) que aparece nada menos que en el Cantar de los Cantares, 1:14, como la antonomasia del suave perfume de su flor aromática: אֶשְׁכֹּ֨ל הַכֹּ֤פֶר ׀ דֹּודִי֙ לִ֔י בְּכַרְמֵ֖י עֵ֥ין גֶּֽדִי ˀĕškōl hak-kōɸĕr / dōḏī lī bə-ḵarmē ˁēn gĕḏī , «racimo de henna / es mi amado para mí en las viñas de ˁĒn Gĕḏī», que los traductores al español de la Biblioteca de Autores Cristianos, don Eloíno Nácar Fuster y don Alberto Colunga O.P., han tenido el salero de meterlo por la muy flamenca estructura rimada de una soleá de tres versos, con su diminutivo y todo:

Es mi amado para mí
racimito de alheña
de las viñas de Engadí
.

Al griego pasó, pues, desde el Próximo Oriente con el semitismo κύπρος kýpros para la planta y ἔλαιον / μύρον κύπρινον élaion / mýron kýprinon 'aceite / bálsamo de alheña' para el perfume. Y en latín se tomó como helenismo cyprus.

Pero ya en latín empezó Plinio a enredar con la alheña. Como los romanos la importaban pero no cultivaban la Lawsonia inermis y el producto que les llegaba era, o bien el polvo de alheña, o como mucho, las hojas secas para molerlo, o bien ya elaborado el perfume de alheña, al no conocer con certeza la planta, empezó Plinio por recoger la sugerencia de algunos de si no fuera a ser el cyprus lo mismo que el aligustre europeo, Ligustrum vulgare L., de hojas coriáceas y cuyas bayas negras tiñen de rojo oscuro:

Plinio, Naturalis Historia, 12, 109:

Cypros in Aegypto est arbor, ziziphi foliis, semine coriandri, candido, odorato. Coquitur hoc in oleo premiturque postea, quod cypros vocatur. Pretium ei in libras Ж V. Optimum e Canopica in ripis Nili nata, secundum Ascalone Iudaeae, tertium in Cypro insula. Odoris suavitas quaedam. Hanc esse dicunt arborem quae in Italia ligustrum vocetur.

«La alheña [Cypros = κύπρος = Lawsonia inermis L.] es un árbol de Egipto con hojas de azufaifo, simiente de cilantro, blanco y odorífero. Este se fríe en aceite y después se exprime, que es a lo que se llama cypros [perfume de alheña, óleo ciprino]. Su precio es a cinco denarios la libra [± 80 € litro]. El mejor es el de Canope, que nace en las riberas del Nilo, el segundo el de Ascalón de Judea, el tercero el de la isla de Chipre con cierta suavidad de olor. Algunos dicen que es el árbol que se llama ligustro en Italia».

Y más adelante 24,74 insiste y da por hecha esa genial idea:

Ligustrum si eadem arbor est, quae in oriente cypros, suos in Europa usua habet. Sucus discutit nervos, articulos, algores; folia ubique veteri ulceri, cum salis mica et oris exulcerationi prosunt, acini contra phthiriasin, item contra intertrigines vel folia. Sanant et gallinaceorum pituitas acini.

«El aligustre, si es lo mismo que la alheña, tiene sus mismos usos en Europa. Su jugo disipa los nervios, las articulaciones, los enfriamientos; las hojas en todas partes aprovechan, con una pizca de sal, para las úlceras crónicas y las llagas en la boca; los frutos contra las ladillas, también contra las abrasiones, o bien las hojas. Los frutos sanan también la pepita de las gallinas».

Con el hundimiento del comercio por el colapso del Imperio Romano parece ser que dejaron la alheña y su perfume de afluir a Europa y no fue hasta la invasión árabe cuando reapareció en España y Sicilia, pero ahora con el nombre árabe de الحنّاء al-ḥinnāˀ que daría los arabismos alheña y familia en romance y, más tarde, alkanna en latín, transcribiendo el vocalismo dialectal andalusí al-ḥánna. Se hacía un gran uso de ella, tanto para medicina como para estética y cosmética y la que se cultivaba en al-Andalus, que no era una clima apropiado para ella (eso entonces, que ahora, con el calentamiento global, casi seguro que se daría bien), no bastaba para una amplia demanda, por lo que, o bien se importaba, o bien se recurría a sucedáneos que podrían suministrar tintes aproximados.

Abū l-Ḫayr al-Išbīlī en la ˁUmdat aṭ-ṭabīb (fines del s. XI) describe unos cuantos de estos sucedáneos, pero, como no son los mismos que han llegado a nuestro tiempo con un fitónimo derivado de الحنّاء al-ḥinnāˀ, vamos a pasar de ellos porque no es el tinte, sino el nombre, lo que aquí interesa. De todas formas su cultivo en al-Andalus está exhaustivamente atestiguado por autores como Rabīˁ ibn Zayd en el Calendario de Córdoba (s. X), Ibn al ˁAwwām (s. XIII), Ibn Luyūn (s. XIV), y otros.

Al latín pasó la palabra en las traducciones de obras médicas que se hacían en la España cristiana, en Toledo principalmente, en los siglos XII y XIII, y se acuñó el término alcanna con variantes gráficas como alkanna, alchanna, alchana. La mayoría de los derivados del arabismo están citados en 1996 aquí, en las páginas 35-41, así que nos ahorramos ahora repetirlos.

Cuando ya estaban afianzados los arabismos en romance, español alheña, catalán alquena y portugués alfena, entonces se da la circunstancia de que la Edad Media concluye en España con la destrucción del último vestigio de al-Andalus, el reino nazarí de Granada y, aunque en las capitulaciones de su entrega los reyes de Castilla y Aragón se comprometieron a tolerar la lengua, la religión, las leyes y las costumbres de los conquistados, comenzó en realidad una secuencia de coacciones que los conminó a elegir la conversión forzosa al cristianismo o el exilio, y la prohibición expresa para los que se quedaron de su lengua, su escritura, sus costumbres, vestidos, etc. a lo largo de todo el siglo XVI que culminó con su expulsión a comienzos de siglo XVII, y la alheña corrió su misma suerte.

Cuando desaparece algo del uso cotidiano pero no la palabra que lo nombraba, que sigue usándose, esta palabra se comporta de una manera errática, falta del sustento, de la base, que le daba la cosa nombrada, muchas veces se mantiene pero tiene que ser, obviamente, denominando otra cosa. Esta será la oportunidad de los sucedáneos de la alheña después de las prohibiciones sucesivas en España, a lo largo de la primera mitad del siglo XVI, de la alheña o henna, por considerarse rasgo identitario de moriscos cuyo uso los sínodos de los obispos condenaban como superstición y hechicería. Además, esto se suma a las interferencias durante el Renacimiento de las confusiones de Plinio, cuyos errores, como es un autor de prestigio, al prevalecer el criterio de autoridad no se corrigen sino que se dan por buenos, se afianzan y consolidan.

Las palabras derivadas del árabe الحنّاء al-ḥinnāˀ quedan, por tanto, en situación inestable. Por un lado la litrácea Lawsonia inermis L., que tan difícil resultaba de cultivar en la Península Ibérica, había sido prohibida, pero su arabismo alheña se seguía usando. En principio denominaba la auténtica henna, aunque fuese rara de ver, la Lawsonia inermis L., pero también, con creciente asiduidad y con la precisión primero de llamarlo alheña europea se usa para el aligustre, Ligustrum vulgare L., aunque poco a poco abusivamente se le va llamando alheña sin más, probablemente con el refuerzo de la autoridad de Plinio, y tanto ha sido así que ha llegado a usurpar la definición de alheña en el DRAE, lo que no se ha corregido y continúa en el DLE.

En efecto, desde la primera edición de 1726 se da como equivalente de alheña el latino Ligustrum; en la edición de 1817 se afianza más el error incluyendo el taxón exacto del aligustre en la nomenclatura binomial botánica, Ligustrum vulgare, que se mantiene en la edición siguiente de 1822. Ahora bien, aun manteniendo la misma descripción de la planta que cuando la consideraba el aligustre, en la edición de 1832 se sustituye esta identificación por la correcta, que está escrita sustituyendo la w por una u, Lausonia inermis, y esta identificación correcta se mantiene en las ediciones de 1837, 1846 y 1852, pero a partir de la edición de 1869 se acabó la identificación con la nomenclatura binomial y así llega hasta nuestros días dando como significado de alheña la descripción del aligustre, corroborada con un significado falso en su etimología, porque dice desde la edición de 1956 «Del ár. al-ḥinnāˀ, el ligustro», cuando jamás se ha llamado al ligustro o aligustre حنّاء ḥinnāˀ en árabe.

Así las cosas, el caso llega hasta el extremo de que cuando se ha traducido el texto clásico de Dioscórides donde se menciona la alheña, Dioscórides. Plantas y remedios medicinales. (De Materia Medica), en la edición de la prestigiosa Biblioteca Clásica Gredos, introducción, traducción y notas de Manuela García Valdés, libro I, capítulo 95, por κύπρος dice El aligustre y en la nota 188 se ve claramente la confusión, porque dice «También llamada "alheña", gr. kýpros, lat. ligustrum, Lawsonia inermis L.», cuando jamás se ha llamado 'aligustre' a la litrácea Lawsonia inermis L., sino siempre a la oleácea europea Ligustrum vulgare L.

La culpa de este desaguisado la tiene el doctor Andrés de Laguna, que en su traducción del Dioscórides impresa en Amberes en 1555 dio por válida la suposición de Plinio y tradujo κύπρος por Ligustro, editó como ilustración un grabado del aligustre y lo hizo sinónimo del árabe chenne (= ḥinnāˀ) y del latín "bárbaro" alcanna, y, además, mezcló en las demás lenguas que cita los nombres de la alheña y los del aligustre. Estos son los nombres que trae en distintos idiomas, que reproducimos con la interpolación de cuándo son alheña y cuándo aligustre: Griego: Κύπρος [=Lawsonia]. L(atino): Liguſtrum [=Ligustrum]. Ar(abico) Chenne [=Lawsonia]. Bar(baro) Alcanna [=Lawsonia]. Caſt(ellano) Arbol de paraíſo [=Ligustrum], y de alheña [=Lawsonia]. Por(tugués) Alfenheyro [=Lawsonia]. It(aliano) Oliuella [=Ligustrum], y Calloſtro [=Ligustrum]. Fr(ancés) Troeſne [=Ligustrum]. Tud(esco) Beinhoeltzlin [=Ligustrum].

Traducción de Dioscórides impresa en Amberes en 1555

Con este galimatías no era extraño que se confundiera García Valdés, pero es menos disculpable la RAE, que se sigue negando desde 1869 a incluir las identificaciones en latín botánico, por el prurito de que la identificación ha de estar únicamente en lengua española, sin querer comprender que el latín botánico ya no es latín, es una convención internacional para establecer una nomenclatura inequívoca y al negarse a usarla provoca toda clase de equívocos y confusiones.

Después de esta digresión podemos ahora volver a nuestra orcaneta.

El latinismo alcanna se introdujo en Europa por medio del latín de las traducciones y una de sus formas aparece con sufijo de diminutivo, alcaneta, un sufijo frecuente en catalán y occitano. Con este fitónimo se denominaba a otro sucedáneo de la alheña, unas borragináceas cuyas raíces tienen usos tintóreos y cosméticos, especialmente la que Linneo llamó Anchusa tinctoria L., que tiene una raíz que tiñe de rojo, por eso se le llamó en diminutivo alcaneta pues era como decir 'como una alheña pero menor'. Cuando se vio que por sus características convenía incluirla en un género distinto del Anchusa en el que estaba, el botánico austriaco Tausch recuperó el arabismo latino medieval con la grafía más común en lengua alemana, alkanna y desde entonces (1824) se le viene llamando Alkanna tinctoria (L.) Tausch.

Pero la forma diminutiva siguió su camino en la lengua hablada y de alcaneta en francés se dijo alcanette, el inglés la tomó como alkanet y en francés llegó a adoptar la forma arcanette y orcanette. Luego se reintrodujo en español y en catalán como orcaneta.

La palabra orcaneta denomina ahora en español dos plantas, una la Alkanna tinctoria (L.) Tausch, también llamada orcaneta roja y la otra la Onosma tricerosperma Lag., también llamada orcaneta amarilla.

El caso es que ahora orcaneta ya solo tiene en común con la al-ḥinnāˀ original una sola letra, una n, todo lo demás ha ido mudándolo el tiempo. Y la Lawsonia inermis L., litrácea, ante la irrupción de los sucedáneos, ya que tiene la palabra alheña usurpada en el Diccionario por el aligustre, oleácea, y como la palabra alkanna se la aplicaron a la orcaneta, borraginácea, ha necesitado remozar el arabismo y ahora en español todo el mundo la llama henna o jena, que, por cierto, no vienen del inglés sino del árabe marroquí, como saben en todas las peluquerías.

Y ahora viene lo mejor: Como la RAE no es consciente del disparate que ha cometido en el DLE con la entrada alheña, remite los nuevos arabismos henna y jena a la misma entrada alheña (!!!). Pero, alma de cántaro, si se han introducido porque alheña ya no sirve porque está connotada de 'aligustre' ¿Qué quieren en la RAE, que también se confundan henna y jena con el aligustre? Pues sí que estamos buenos.

Cuánta falta le hace al DLE la identificación con el binomio latino.

- Gracias: Joaqu1n

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