Etimología de ÓVULO

ÓVULO

La palabra óvulo viene del latín ōvulum, vocablo formado por el término latino ōvum (huevo), más el sufijo diminutivo -ulus/ -ula/ -ulum (como en orgánulo, coágulo, glóbulo y pómulo). Literalmente entonces significa "huevecillo, huevo pequeño".

Los términos latinos ōvum y avi ('ave, pájaro', de donde proceden 'avifauna, ave y avión') se asocian a la raíz indoeuropea *awi- ('ave'); así como también otros vocablos en diversas lenguas de la familia, por ejemplo, en griego, ᾠόν ōón ('huevo', presente en palabras como ooteca, oogénesis, oogonio, oología, oocito y otros). De ōvum también tenemos palabras como ovovivíparo, ovipositor, oviscapto, ovoide, ovoalbúmina, ovoscopio y ovulación.

El término óvulo en español aparece en 1839 en la obra "Resumen de las Actas de la Academia de Ciencias Naturales de Madrid en el año Académico de 1837 a 1838". Así como en el diccionario de Joaquín Domínguez Ramón (Madrid) de 1853, con significado botánico, en el que lo define como: "rudimento de un grano, contenido en el ovario".

En el vocabulario científico se documenta inicialmente en francés (ovule, tomado del latín ōvulum), muy al final del siglo XVIII (1798), también en el campo de la botánica, para definir a "la estructura que contiene la célula germinal femenina, y que habrá de convertirse después de la fecundación en semilla en las plantas fanerógamas". Poco después, en 1808 también lo encontramos en escritos del citólogo y botánico francés Charles - F. Brisseau de Mirbel (1776-1854). En el área de la zoología, para denominar a 'la célula reproductora femenina, producida usualmente en el ovario', en el año 1835. También existe un significado farmacológico para óvulo, que surgió a mediados del siglo XX, para referirse a medicamentos que se introducen en la vagina o en la matriz y se fabrican en piezas ovoides (en forma de huevo), como óvulos vaginales o uterinos, conteniendo antibióticos, antimicóticos, etc.

Por razones muy obvias, ōvum (huevo) era un vocablo latino que se refería a los huevos de tamaño relativamente grande que ponían las hembras de aves, reptiles, anfibios y peces; mientras que ōvulum (huevecillo) se aplicaba naturalmente a los huevos diminutos de insectos, arañas, ácaros y muchos otros invertebrados.

Ya en el siglo XIX, Karl Ernst von Baer (1792-1876) descubrió en 1827 los óvulos en los mamíferos y en 1928 el estadounidense Edgar Allen (1892-1943) describió por fin el óvulo humano, que mide unas 150 micras de diámetro. Precisamente por la pequeñez de los 'huevos' o gametos femeninos de las hembras de los mamíferos, fue que los biólogos se decidieron por darles el nombre de óvulos (huevecillos, que como sabemos, por lo general apenas son visibles por el ojo humano). Por supuesto que los antiguos no sabían de manera puntual que las hembras de los mamíferos producían células sexuales femeninas diminutas (ōvulum, óvulo), pero con muy pocos nutrientes de reserva, pues el embrión de un mamífero se nutre del útero materno; mientras que el de una gallina o una tortuga necesita de los nutrientes contenidos en el huevo (ōvum) de "gran tamaño", bien visible. Pues ¿quien vio alguna vez a una vaca o a una cebra, o a cualquier hembra mamífera poner un huevo como a una gallina o a una tortuga? Naturalmente nadie.

No obstante, dentro del mundo animal existen casos de invertebrados que producen huevecillos mucho más pequeños que los óvulos de un mamífero, como por ejemplo: muchos nemátodos, insectos y ácaros diminutos, que miden menos de un milímetro, sólo por mencionar algunos casos. Sin duda, auténticos óvulos en el sentido etimológico, sin embargo, los zoólogos les llaman huevos o 'huevecillos', quizás debido a que el desarrollo del embrión no necesita el aporte nutricional al estilo de los mamíferos, pues aun dentro de su pequeñez, poseen reservas nutritivas (vitelo) para alimentar al embrión.

El germano Ernst Haeckel (1834-1919) llamó también ovule al huevo fertilizable aún no fecundado de la hembra, en correspondencia con la spermula (semilla diminuta), la célula espermática del macho. Al protoplasma del óvulo lo llamó ovoplasm (ovoplasma) y a su núcleo, ovococcus, del latín coccus, 'grano', por su apariencia dentro de la célula huevo (Century Dictionary).

El proceso es muy complejo, pero en términos estrictamente biológicos, la oogénesis o generación de los óvulos inicia en la mujer desde el tercer mes de su estado embrionario. De tal modo que al nacer una niña, posee en sus ovarios oocitos primarios detenidos en la profase de la meiosis I. Cuando inicia la pubertad, regularmente un oocito primario completa la meiosis I cada mes, desarrollando un oocito secundario que completa la meiosis II solamente si un espermatozoide se introduce en él. Y al terminar dicha meiosis II, el núcleo haploide del espermatozoide y el del óvulo maduro se fusionan, a lo que llamamos fertilización o fecundación, que da origen al huevo (ōvum) o cigoto (del griego ζυγωτός = zygotōs, 'juntos, dos uncidos al yugo', pues resulta de la unión de los dos gametos), aunque en realidad no aumente de tamaño de inmediato.

Un oocito, término documentado en inglés, 'oocyte' en 1895 (también llamado ovocito, del latín ōvum, 'huevo') es un óvulo inmaduro y literalmente significa 'célula huevo', del griego ᾠόν = ōon (huevo) y κύτος = kýtos, que originalmente significa 'celda pequeña', 'hueco pequeño', pero en griego científico se usa con el significado de 'célula', como en las palabras: citología, megacariocito, citólisis, citoquímica y muchas más kytos (célula).

De cualquier manera, un oocito primario o secundario (derivado de una ovogonia u oogonio, del griego γονή = goné, 'generación'), es un óvulo, pero inmaduro.

Fuentes:

- Gracias: Jesús Gerardo Treviño Rodríguez.

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