La palabra nenúfar viene del árabe نيلوفر nīlūfar (otros pronuncian naylūfar) que significaba las mismas flores acuáticas de los géneros Nuphar y Nymphaea que llamamos nenúfares. En árabe venía del persa (pelvi, persa medieval) nīlōpal, y este del sánscr. नीलोत्पलnīla-utpala, literalmente "nenúfar azul", referido a Nymphaea caerulea Sav., compuesto de नील nīla "azul" y उत्पल utpala "flor acuática", "loto", "nenúfar".
La palabra árabe نیلوفر nīlūfar en dialecto andalusí sufrió una asimilación que hizo que se pronunciara a menudo nīnūfar de donde salió la forma española nenúfar que se latinizó en las traducciones de Toledo del siglo XII en nenuphar, luego una haplología recortó el término en nuphar y este es, desde que lo propuso el botánico británico Smith en 1809, el nombre aceptado en la nomenclatura botánica para un género de ninfeáceas, Nuphar, al que pertenece, por ejemplo, el nenúfar amarillo, Nuphar lutea (L.) Sm., y aunque en 1822 el botánico alemán Link propuso volver a llamarlo Nenuphar las reglas de precedencia de la taxonomía botánica no lo han permitido.
En portugués se dice igualmente nenúfar y en catalán también se ha dicho siempre nenúfar pero últimamente se ha puesto de moda decir núfar, adaptando el nombre botánico. En francés antes se escribía nénufar, pero a partir de 1991 la Académie resolvió adoptar la ortografía nénuphar, no sin polémica. En griego moderno se ha helenizado el nombre del latín botánico y se dice νούφαρο (núfaro). Los que mantienen la forma árabe son el turco nilüfer, el pashtún afgano y el persa moderno que dicen igual que el árabe antiguo, نیلوفر nīlūfar.
En español los nenúfares han tenido siempre muy buena suerte como palabras, pues parece que a mucha gente le gusta su sonido y los literatos modernistas no podían sustraerse al embrujo de esta palabra. Los poetas de finales del XIX y comienzos del XX poblaron sus obras de hermosos y esdrújulos nenúfares, aunque no siempre supieran qué estaban diciendo. Cuentan las malas lenguas que el poeta malagueño don Francisco Villaespesa paseaba una vez del brazo con Unamuno y al pasar por un estanque se asombró Villaespesa al ver aquellas flores tan bonitas que flotaban. "Mire usted, don Miguel, qué maravilla, ¡y flotan! ¿qué serán?". "Son nenúfares -respondió Unamuno-. Esas flores de las que tanto habla usted en sus poemas".
- Gracias: Joaqu1n
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