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Breve historia del español o castellanoArtículo contribuido por Elena Pingarrón Seco (contribuidora de Etimologías de Chile bajo el seudónimo Helena) el 12 de Septiembre de 2011. La lengua que conocemos como español o también castellano (denominación empleada dentro de España, siga este enlace para más información: castellano), es una lengua romance o latina que se gestó y se formó paulatinamente en una región de la península Ibérica entre el siglo VI d.C. y el siglo IX-X d. C., aproximadamente entre el año 500 y el año 800 ó 900 d. C., como todas las lenguas romances, sin que existiera antes, apareciendo sus primeros testimonios escritos en glosas junto a escritos en puro latín, hacia finales del siglo X o inicios del siglo XI d. C. Es por tanto de entrada una barbaridad decir que lenguas que parcialmente pudieron hablarse en diversos puntos de la península en épocas muy anteriores y que hacía muchos siglos que estaban perdidas y muertas, o bien sus hablantes, influyeron directamente en el español, cuando el español no existía y tardaría muchos siglos en aparecer. Las lenguas romances o latinas son un grupo de lenguas generadas por deformación y evolución directa del latín, es decir, son todas ellas latín modificado, de las cuales las principales vivas son italiano, rumano, retorromance, sardo, francés, occitano en todas sus variantes, castellano o español, catalán, gallego y portugués (además de muchas otras lenguas minoritarias o dialectos de lenguas romances perdidas). Las lenguas romances o latinas son un subgrupo de lenguas indoeuropeas, es decir todas ellas son a su vez indoeuropeas. Esto es así porque son latín modificado y el latín es una lengua indoeuropea del subgrupo itálico, lo que quiere decir que el grueso de su léxico y las estructuras de la lengua son indoeuropeas. De hecho la casi totalidad de las lenguas generadas en Europa son indoeuropeas, desarrolladas por pueblos que en época prehistórica, anterior a todo documento escrito, fueron asentándose en todos los territorios indoeuropeos y haciendo nacer lenguas a partir de un remoto tronco lingüístico común que llamamos indoeuropeo. Para entender por qué esto es así, hay que entender muy bien lo que es una lengua. Una lengua, no es como pueda creer gente que carece de formación lingüística, sobre todo un conjunto inmenso de palabras. Las palabras, o más bien las raíces de una lengua, son sólo una parte de ella, una parte entre otras muchas sobre la que se forma el inmenso edificio de la lengua. Porque una lengua es a modo de un edificio de una gran complejidad, en que lo que la define y más cuenta son sus estructuras y las interrelaciones entre ellas. Las estructuras de una lengua son numerosísimas e incluyen miles de factores: cómo se forman sus plurales, si sufija o no sufija y cuales son sus mecanismos de sufijación, cómo son las estructuras verbales y de conjugación, los procedimientos conectivos y subordinantes, qué funciones se registran en su sintaxis, cómo es la generación adverbial...etc., etc. (no acabaríamos nunca de nombrar cuestiones). Y todo esto, junto al léxico, es lo que define básicamente a una lengua para ser lo que es, como su estructura arquitectónica es lo que define lo que es una catedral gótica. Para que se entienda, nosotros podríamos sustituir piedras desgastadas de la catedral gótica de Notre Dame de Paris, y meter piedras que hubiéramos traído de China: de todos modos labraríamos esas piedras con la forma adecuada para ser insertadas en un punto de la catedral, adquirirían nueva forma funcional, y por muchas que metiéramos, nadie jamás podría decir que Notre Dame de París es la mezcla de una catedral gótica y una pagoda china. Seguiría siendo una catedral gótica y no otra cosa. Del mismo modo toda lengua es lo que es según su estructura que se debe a su génesis, y no es nunca "la mezcla de otras lenguas", aunque todas las lenguas conocidas adquieren "ladrillos" o "algunas piedras" para su edificio, procedentes de otras lenguas con las que a lo largo de su historia han estado en contacto cultural, geográfico o político. Estos “ladrillos” (palabras o raíces que llamamos préstamos) adquieren nueva forma y nuevos rasgos funcionales dentro del edificio de la lengua. Es por eso que a pesar de que las palabras del inglés (del inglés total, hablado y literario, no del limitado inglés hablado cotidianamente en la calle) son mayoritariamente de origen latino por adquisición (hacia un 70%), el inglés no es una lengua romance o latina, sino del grupo indoeuropeo anglogermánico, o germánico occidental, porque germánicas son todas las estructuras que rigen el edificio de la lengua. En las lenguas romances, como por ejemplo el español, todo el edificio estructural de la lengua procede del latín y es por eso que para sus lingüistas es imprescindible estudiar latín, porque sólo haciéndolo van a entender hasta el fondo la estructura de cualquier lengua romance (no sólo el español, cualquiera de ellas). Con estas apreciaciones, y dado que el español es latín modificado, remotamente la historia del español se puede llevar como mucho al momento en que penetra en Hispania la lengua madre del español, o sea, cuando los romanos, procedentes de Italia como todos sabemos, penetran en Hispania como parte de una ofensiva contra los cartagineses, lo que sucede a finales del siglo III a.C. En ese momento en Hispania se hablaban muy diversas lenguas por los diversos pueblos que la habitaban, como el ibérico (lengua no indoeuropea hablada en toda la orla costera mediterránea), el celtibérico en la meseta central que era un mosaico de dialectos (variante peninsular del celta, lengua indoeuropea que entonces se hablaba también en todo lo que es la actual Francia y Bélgica, en Irlanda y en Inglaterra), el cántabro y el astur (lenguas de cuya naturaleza apenas sabemos nada), el vasco (otra lengua no indoeuropea, muy minoritaria, hablada en las montañas de Vasconia en el nordeste del litoral cantábrico, y cuya zona mayor de habla no pertenecía a Hispania, sino se situaba más bien en el sudoeste de la actual Francia). Los romanos incorporaron en breve Hispania a sus territorios y se produjo entonces en estas tierras (como en otras del Imperio Romano) el fenómeno de aculturación más potente que se conoce en toda la antigüedad y que llamamos romanización. Consistió este en la traída de una tecnología, formas de vida, organizaciones políticas, estructuras del poblamiento y urbanas, instituciones sociales, escuelas, etc. infinitamente más desarrolladas y avanzadas que las de las poblaciones locales, que poco a poco no sólo abandonaron sus formas de vida en un rápido proceso para sumarse a las nuevas, sino también olvidaron todas sus lenguas en un periodo comprendido entre el siglo III a.C. y el siglo I d.C. De este modo desde el siglo I d.C., ya habían desaparecido todas las lenguas prerromanas de la península Ibérica, excepto una pequeña comunidad de hablantes del vasco o euskera refugiados en los montes de Vasconia que siguieron con sus formas de vida, montes y bosques donde nunca penetraron romanos ni gente romanizada, pues la zona carecía de todo interés económico para ellos. Puede decirse que salvo ellos, todos los hablantes de Hispania hablaban latín, normalmente a nivel popular, lo que se llama latín vulgar, al igual que se hacía en toda la mitad occidental del Imperio Romano (los actuales países del Mediterráneo central y occidental). Así las cosas, los hablantes de Hispania siguieron hablando latín durante varios siglos, pero a fines del siglo V d.C. en medio de una tremenda crisis política, se derrumba el Imperio Romano Occidental y con su estructura política desaparecen las instituciones, ejército, administración, red de escuelas públicas, comercio lejano, etc. Sus territorios quedan sumidos en un aislamiento muy considerable en que empieza a surgir un mosaico de reinos regidos por élites bárbaras (en su mayoría de origen germánico). Es entonces cuando en todos estos territorios las diversas masas de población campesina aisladas y sin la normalización que proporcionan escuelas, servicios municipales y del ejército, comercio continuo, influencia del latín culto, etc., van a empezar a intensificar fuertemente una deformación según tendencias locales del latín vulgar, generando, en un proceso de tres o cuatro siglos, las llamadas lenguas romances (del latín romanice, es decir, habla "a la manera romana"). El español, que entonces sí que sólo podría llamarse "romance castellano", se generó en una región muy concreta comprendida entre el sur de Cantabria, norte de Burgos y parte de la Rioja (lo que sería después el primitivo condado de Castilla que dio lugar al reino de Castilla) y fue expandiéndose por la península en la Edad Media sobre todo hacia el sur al ritmo de la Reconquista de territorios a los musulmanes que habían invadido buena parte de Hispania desde inicios del siglo VIII. La larga historia posterior de esta lengua, conocida internacionalmente como español de manera general al menos desde el siglo XIV, es bastante sabida, así como su exportación a América y su enorme número de hablantes. Por la génesis y la vida de esta lengua, en lo que se refiere a su léxico tenemos la siguiente situación:
Es importante señalar que desde el Renacimiento el
español se regula, se fijan sus normas y su gramática
(es notoria la Gramática de Antonio Nebrija, compuesta en
1492, por ser autor pionero en esta labor) y que a principios del siglo
XVIII se crea la Real Academia Española, organismo fundamental
hasta hoy en la ardua labor de recoger las voces, regular los usos y
velar por la corrección de la lengua. BIBLIOGRAFÍA RELACIONADAALARCOS, E., Fonología española. Madrid, 1981. Gredos.
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