El pronombre o adjetivo indefinido ninguno, que en su forma adjetiva apocopada es ningún, procede de la fusión de la expresión latina nec unus (literalmente "ni uno"), que popularmente sustituyó al indefinido latino que significaba "ninguno" que era nullus. Al fundirse no sólo se sonorizó la c en g, sino que no es extraño que ante gutural se pudiera desarrollar una nasal, fenómeno del que hay algunos ejemplos como en mancha a partir del latín macŭla. Sin embargo la explicación puede ser otra, como es el hecho de que nec, que dio lugar a nuestra forma ni, presenta en castellano de la Edad Media la variante nin, no etimológica pero gestada por analogía con la forma non, y que seguramente influyó sobre formas antiguas del pronombre como niguno o neguno, para que por analogía pasaran a ninguno. A partir de ninguno hemos creado el verbo ningunear.
La conjunción latina nec, variante de neque (y no, ni) se vincula a un vocablo originario indoeuropeo *ne (no), al que también se asocian la negación non (no) y formas latinas prefijadas con ne-, como nefandus, nescius o neuter, que nos dan las palabras nefando, necio y neutro. También están vinculados a esta forma el adverbio nimis (no poco, demasiado), de donde nimio, y el indefinido nihil (nada), de donde nihilismo.
El numeral e indefinido unus se asocia a un radical indoeuropeo *oi-no- (uno, único). De ahí palabras como uno, unidad, unánime, universo y único.
- Gracias: Helena
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