Expresiones: Poner los cuernos

PONER LOS CUERNOS A ALGUIEN

Sin tener en consideración aquellas más disparatadas y carentes de fundamento, tres son las explicaciones que circulan sobre el origen (poco claro) de la expresión. A continuación, las resumo brevemente y explico por qué no me convencen respecto a la que propongo.

  1. La primera es la que aparece en DECEL (cfr. cuerno) y hace derivar la infamia de los cuernos de la costumbre del siglo XV de implantar a los gallos capones los garrones en la cresta.
  2. La segunda (cfr. Guía etimológica, de la filóloga Héloïse Guerrier) la hace derivar de la época en la que el señor feudal, supuestamente, tenía derecho a acostarse con la esposa de su vasallo la noche de bodas (prima nocte). Cuando ejercía ese "derecho de pernada" se colgaba en la puerta de la casa del marido una cornamenta de ciervo.
  3. La última se apoya en la etimología griega. Pasifae, hija de Helios y la ninfa Creta, se casa con Minos. Ella le es infiel con un toro blanco y, como resultado de la relación zoofílica nace una criatura con cabeza de toro y cuerpo humano, el Minotauro.

La primera me convence poco en cuanto la expresión se remonta al siglo anterior al XV, como resultado de la divulgación de un relato compuesto en el 1330, como a continuación se verá.

La segunda, por cuanto plausible, excluye completamente la voluntariedad de la mujer implicada: ni ella ni el legítimo marido tienen más opción que consentir el agravio, por mor de la costumbre instaurada y la relación de subordinación. Sabido es que donde no hay elección no hay culpa ni pecado, al menos desde el punto de vista estrictamente moral. Además, todo ocurre a sabiendas del traicionado. Sin engaño, no hay traición.

La tercera convence poco, en cuanto relación zoofílica en la que el toro fecunda a una mujer imponiéndose y haciendo valer la disparidad de fuerzas en juego. La singularidad del episodio hace de él un caso único, más que insólito, que poco o nada se adecúa a la comunísima casuística de las infidelidades entre seres humanos.

La expresión poner los cuernos tiene origen muy probablemente en la difusión del relato de Juan Ruiz, arcipreste de Hita (1283-1350), a propósito de un tal Pitas Payas, recogido en el Libro de buen amor, tal vez el mejor ejemplo de narrativa en verso de toda la literatura medieval europea.

Resumida, la historia es la siguiente:

Pitas Payas era un pintor que vivía en Bretaña. Al mes de haberse casado, tiene que abandonar su casa prematuramente por motivos de trabajo y marcha a Flandes. Intenta consolar a su flamante y joven mujer prometiéndole regalos a su regreso. A la mujer, decepcionada, no le queda otra que obedecer la voluntad del marido. Antes de marcharse a Flandes, este le pinta en el vientre, junto al ombligo, un corderillo y le pide que no se olvide de él (= que le sea fiel). La ausencia del marido dura más de lo previsto, dos años en total, y la mujer durante este tiempo ha encontrado ya un amante que se ocupa de borrarle (con carnales pinceladas y repetidos frotamientos) aquel dibujo que el esposo le había pintado con tanto esmero. Al enterarse del repentino regreso de Pitas Payas, la esposa le pide a su amante que le pinte de nuevo el cordero, pero debido a la prisa causada por la inminente llegada del esposo, el distraído amante le dibuja uno ya adulto y con cuernos. Al ver el nuevo dibujo, el pintor descubre la traición y le pide explicaciones a su mujer, la cual literalmente responde:

"¿Qué, monseñer?
¿Petit corder, dos años no se ha de hacer carner?
Si no tardaseis tanto aún sería corder",

que traducido a más modernos vocablos equivaldría a:

"¿Qué quieres?
¿De qué te sorprendes después de dos años?
La novedad que te encuentras es natural, no es más que irrefrenable ley de vida".

De este relato de Juan Ruiz nos llega el dicho: "la mujer, el molino y la huerta necesitan ser usados de continuo" (segundo verso de la historia citada). También nos llega del citado libro aquello de que el dinero "hace correr al cojo, al mudo le hace hablar" (…) "hace señor al siervo y siervo hace al señor". La creación de la alcahueta Trotaconventos de este mismo Juan Ruiz está en la base de la Celestina de Fernando de Rojas y, posiblemente, la anterior historia, que debió transmitirse oralmente durante no pocas décadas o centurias, se encuentre en el origen de la historia de El Curioso impertinente, que aparece en El Quijote, y talvez en aquellos versos cervantinos:

"Es de vidrio la mujer
  pero no se ha de probar
  si se puede o no quebrar
  porque todo podría ser".

(Don Quijote de la Mancha, I., XXXVI)

En la traición de la mujer del curioso impertinente la culpa es de la curiosidad innatural, anómala (no pertinente) del marido.

En el caso de Pitas Payas, de la excesiva ausencia del marido en una pareja recién casada.

El Libro de buen amor, escrito para ser leído o recitado al pueblo (pocos sabían leer en la época) es un libro premeditadamente moralizante, escrito por un hombre de iglesia que intenta moralizar a través de "exempla a contrario", es decir, ilustrando lo que no hay que hacer. Está lleno de modismos y refranes, sátira, ambigüedad, motivos folklóricos y continuas alusiones al público... pero, sobre todo, repleto de simbología.

¿Por qué Pitas Payas y no Pepito Pelayo, por ejemplo? (Payo proviene del n. p. Pelayo -DLE -).

Pues porque "pita" nos viene de "pito", exactamente igual que la palabra "pitón" (1. m. Cuerno que empieza a salir a algunos animales, como el cordero, el cabrito, etc. DLE); hace referencia, pues, a los cuernos, pero a los cuernos que salen naturalmente, con el discurrir del tiempo, como en la entrada cuarta de "pitón": 4. m. renuevo del árbol cuando empieza a abotonar DLE.

El apellido Payas es un doble acierto del arcipreste. Por un lado, el adjetivo "payo" indica a un aldeano (nuestro pintor bretón) rudo e ignorante (cfr. payo, DLE). El cornudo es siempre el último en enterarse. Por otro lado, asociado a las pitas (los cuernos), recuerda el acusativo plural de "parium" (un par, iguales): "paria", es decir, todo un par de pitas (cuernos), o, si se quiere, cuernos de un aldeano ignorante y rudo. El plural de "paio" (par en italiano) se ha quedado "paia" (cfr. "paya" en DECEL).

Así construido, Pitas Payas, debía sonarle al hombre de inicios del siglo XIV como un acusativo plural, equivalente a "todo un par de cuernos". Que el todo sea femenino se debe a que el plural del neutro "cornu" es, en latín, "cornua" (italiano "le corna") y el plural de "parium", como ya dicho, "paria". Así las cosas, Pitas Payas está por "Cornua paria", par de cuernos.

El malicioso arcipreste no escatima en simbología durante la tal historia, como buen moralizador que es.

El escenario del dibujo y la transformación es el vientre femenino (= protagonista de la concepción e inicio de la vida humana).

El cordero representa la inocencia ("cordero de dios que quitas el pecado del mundo...") y desde siempre ha sido símbolo del sacrificio.

En varias ocasiones alude Juan Ruiz a su posición "cerca del ombligo". El ombligo representa lo hereditario, la transmisión generacional de madre a hijos, el cordón umbilical que constituye el vínculo entre pasado y presente.

Los cuernos representan el mal que, en esta ocasión y dadas las circunstancias, surge (despunta) de manera natural y con relativamente escasa culpa de la protagonista en cuestión.

La lectura del pasaje podría ser, pues: la mujer es, en principio, inocente (fiel corderillo) sea por naturaleza sea por valores inculcados (ombligo) en su feminidad (vientre), pero si median circunstancias anómalas (ausencia innatural y excesiva de quien debe cumplir con sus obligaciones) el mal (cuernos = infidelidad) puede interponerse entre ella y el marido.

La ilegitimidad del amante de la historia es de doble naturaleza: por un lado, posee a una mujer que no es suya, usurpando el rol del marido legítimo; por otro lado, intenta ajustar la situación "dibujando", sin ser él un pintor, es decir, usurpando igualmente la profesión (y la obra) del legítimo marido (Pitas Payas sí es pintor de profesión). El resultado es algo así, para que nos entendamos, como si yo traicionara a un cocinero invitando a su mujer a una cena que cocino yo, que cocinero no soy.

Tras la difusión de la anterior historia y como resultado del boca a boca debieron nacer comentarios del tipo: "mucho ha que falta de casa, ya le estarán saliendo los cuernos", o "ya le estarán poniendo un par de pitas al corderillo", o frases por el estilo. Cierto es que, aunque hoy en día suele decirse "su mujer le ha puesto los cuernos", lo usual en tiempos más remotos era decir "le han puesto los cuernos con su mujer", donde el sujeto de la frase era el amante usurpador (improvisado pintor de ombligos) y no el cónyuge.

Para quien recele de las deudas que conservamos con nuestra literatura oral, le recuerdo sólo que:

  • Muchos de los milagros atribuidos a la virgen en la Edad Media salen de Los Milagros de Nuestra Señora, de Gonzalo de Berceo, también hombre de iglesia, como Juan Ruiz;
  • El conocido cuento de la lechera se lo debemos a El Conde Lucanor, de don Juan Manuel;
  • El "ande yo caliente y ríase la gente" sale de las letrillas de Góngora;
  • El "poderoso caballero es don dinero" lo debemos a los versos de Quevedo, por citar sólo algunas supervivencias (o pervivencias) de literatura que ha sabido resistir al paso del tiempo para engrosar el acervo hispánico.

El arcipreste no presenta a la mujer de la historia como culpable e intenta transmitir con ello que el amor va cultivado y vigilado de cerca (como también la propia huerta y el molino).

Como ha sido construido el relato, la no infidelidad de la mujer de la historia se habría tratado de un caso anómalo que encontraría referente único y lejano en la Penélope homérica, vista por ello como el símbolo de una heroica (por innatural) fidelidad femenina a prueba de calendario y de continuos requerimientos.

-Gracias: Rafael Martínez Rubio.

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