Hablar (hasta) por los codos
El significado de la hipérbole es claro y queda recogido con similar
formulación en lengua portuguesa (“falar pelos cotovelos”), para
indicar esa tendencia a la profusión verbal de la que hacen gala
algunos sujetos de los que a veces también decimos que “no callan ni
debajo de agua”.
Queda recogida en el Diccionario de Autoridades de 1739, pero se
encontraba ya presente en las Sátiras de Quinto Horacio Flaco en el
siglo primero antes de Cristo. Lo que no queda tan claro es por qué la
hipórbole descansa en esa parte de la anatomía y se tiende erróneamente
a desentrañar el origen de la expresión intentando relacionar el papel
que eventualmente puede desempeñar la articulación en determinados
actos comunicativos, al servicio de la función fática o con fines
expresivos, cuando en realidad se trata de una cuestión de tamaño y no
de funcionalidad. Desde antiguamente el ser humano ha utilizado lo que
tenía más a mano (precisamente la mano y el brazo) para calcular
medidas, primero de su alrededor y, posteriormente, distancias,
aplicando los múltiplos de las mismas. Han sobrevivido hasta la fecha
los términos “pulgadas”, “palmos” y “brazas” en este sentido, que a lo
largo de la historia han sido rudimentarios y casi exclusivos
instrumentos de medición. Aún hoy las pantallas de nuestros televisores
u ordenadores se miden de esta manera. Entre estas medidas se
encontraba el “cubital”, adjetivo que la Enciclopedia Treccani explica
de esta manera:
cubital adj. [del lat. cubitalis, der. de cubitus
“codo”]. 1. [muy grande, dicho especialmente de caracteres: una
inscripción con caracteres cubitales]. Colosal, enorme.
Todavía hoy se utiliza en lengua italiana como sinónimo de mayúsculas
“escribir en caracteres cubitales”. El término “cubitalis” pues,
era utilizado inicialmente en latín referido a caracteres de
inscripciones o avisos cuya importancia requería mayores dimensiones
(las de un “cúbito”, es decir, un codo), de manera que fuesen
sobradamente claros y expresivos. A partir de aquí y para que tal uso
derive hasta el significado que habitualmente se le atribuye a la
expresión, son necesarios dos mecanismos en la evolución del mismo. El
primero afecta al canal comunicativo, el pasaje de lo escrito a lo
oral. “Cubitalis dixit” o “cubitalis dictum”, referido a
una inscripción o mensaje escrito, con el sentido de “abundantemente
dijo”, “un dicho claro, ostensible”, pasaría a aplicarse a la expresión
oral o formulación de esos mismos enunciados con independencia de la
escritura. El segundo mecanismo es el pasaje del “multum” al
“multa”, o del “quantum” al “quanta”, es decir, del
“mucho” al “muchas cosas”, identificar el haber dicho “claramente,
sobradamente, abundantemente, contundentemente” algo con el haber dicho
muchas cosas. La contundencia relacionada con la abundancia de unidades
y no con la unidad en sí. Algo así como identificar algo “grande como
un bosque” con algo “con muchos árboles”.
Para aclarar esta última derivación de “cubitalis”, de “grande”
a “muchas cosas” basta aclarar otro equívoco frecuente con otro
adjetivo latino terminado en “-alis”: “celestialis”. Gira
aún la explicación de que la sangre azul de los monarcas y príncipes
proviene del hecho de que lucían por lo general una piel tan clara
-debido al hecho de permanecer en palacio o protegidos del sol en sus
pocas salidas públicas-, que resaltaba en ellos el color azulado de las
venas. En realidad la sangre azul proviene del adjetivo “celestialis”,
que hacía referencia al origen divino de la monarquía y no a la mayor
visibilidad de las celestes venas de los miembros de la realeza.
Realeza y no solo. Quizá algún nostálgico como yo de la peseta todavía
recuerde aquello de “caudillo de España por la gracia de Dios”, que “cubitalis
dixit”.
-Gracias: Rafael Martínez Rubio
Expresión 79 de 186
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