Expresiones: El truco del almendruco

EL TRUCO DEL ALMENDRUCO

Si fácil parece incurrir en la tentación de pseudoetimologías o etimologías populares con más de un vocablo que se preste, más aún lo resulta con expresiones populares que han pasado a engrosar el patrimonio lingüístico en ausencia de una explicación documentada.

En el caso de "el truco del almendruco" este fenómeno resulta favorecido por varios motivos: lo pintoresco de la expresión y del término almendruco, lo insólilto de la rima (que en ningún caso se trata de ripio ya que la palabra -como veremos- no solo es necesaria sino imprescindible) y la vaguedad del término "truco", al que poco le falta para ser considerado una proforma. Hablamos de proforma cuando una palabra está dotada de una tal ambigüedad que puede decirse de ella que significa todo porque no significa nada o casi nada. Ejemplos de proforma son "cosa" en español, "cosa/coso/roba" en italiano y, precisamente "truc" en francés (Donne moi ce truc-là=dame eso, esa cosa).

Se añada a esto la coexistencia con otra expresión igualmente popular y bastante parecida: "cuco, cuco, abejaruco", que encontrábamos en nuestros manuales de lengua y literatura como ejemplo de onomatopeya.

La expresión que nos ocupa se aplica a casi todo lo imaginable. Basta darse una vuelta por Pintarest para constatarlo. Se ha producido un fenómeno opuesto al de antonomasia: ya no es "el truco del almendruco", uno concreto, sino el truco del almendruco de la colada, de la limpieza, de las recetas de cocina, del planchado de camisas... cada uno el suyo y para cada cosa, como los remedios de la abuela, aunque la única explicación que se sigue aventurando por ahí es la que tiene en consideración el sentido literal del término y la que todos más o menos conocemos, sintetizada así en blogs.20minutos.es:

… es precisamente la inmadurez de la almendra (el almendruco) la que nos da la pista del que podría ser su origen: famosa es la leche de almendras que se elabora de una manera sencilla tras dejar las almendras en remojo en agua unas cuantas horas (para que se ablanden) y posteriormente licuarlas para que se conviertan en leche. La leche de almendras ya era conocida en la Edad Media y muy utilizada para elaborar un buen número de platos culinarios (sobre todo postres y dulces). La época en la que más se echaba mano de este tipo de leche era durante la Cuaresma, días de obligado cumplimiento de los actos de penitencia y sacrificio conocidos como ayuno y abstinencia y en los que se consumían dulces (como aporto energético) procurando que no fuesen de origen animal (en este caso leche de almendras). Pero por aquel entonces su elaboración no era tan rápida y sencilla como lo es hoy en día, por lo que un buen "truco" para quitarle dificultad a la hora de elaborarla era utilizar las almendras cuando todavía no estaban maduras (almendrucos), esto hacía que la leche resultante fuese algo amarga pero se solucionaba fácilmente añadiéndole un poco de miel. Así pues, todo parece indicar que esa pequeña trampa a la hora de elaborar la leche de almendras es la que dio origen y fue conocido como "truco del almendruco"... ( blogs.20minutos.es).

Esta "pequeña trampa" de añadir la miel para endulzar algo que naturalmente es amargo, sería para el autor la explicación de nada más y nada menos que "el truco del almendruco".

En otras versiones similares se considera "el truco" el hecho de usar almendrucos en lugar de almendras para simplificar la elaboración de la leche.

Otras consideran incluso que "el truco" sea sustituir la carne con otro alimento altamente calórico como las almendras, respetando el ayuno en ese periodo.

Queriendo compartir la base de la citada costumbre y sus premisas, parece no poco forzado llamar "truco" el hecho de endulzar la leche con miel, algo que ya se hacía desde tiempos inmemoriales con cualquier tipo de leche, no solo de almendras, fuera de cualquier ayuno y no solo por la dulzura de la miel sino por otras propiedades aditivas. No parece hipótesis más persuasiva que el "truco" sea emplear almendrucos en lugar de almendras para simplificar el proceso. Y si por truco el autor entiende (como algunos hacen) el ingerir leche de almendras en lugar de carne u otro tipo de alimento derivado de animal en periodo de ayuno, entonces podemos afirmar tranquilamente que Don Quijote (y no solo) usaba "el truco" de comer lentejas los viernes para evitar ese día los derivados de la carne.

Difícil imaginar un uso de las palabras "trampa" o "truco" donde no esté implícita la noción de engaño dirigido hacia otro u otros, o el de celar algo ante alguien deliberadamente, como se hace en los trucos de magia y de ilusionismo. En las tres interpretaciones citadas no entraría ni siquiera remotamente la noción de autoengaño. En italiano, por ejemplo, "trucco" significa también "maquillaje", pero es evidente que se trata de engaño como muchas otras palabras del campo semántico de la seducción (literalmente: arrastrar mediante engaño).

La versión que me resulta y que curiosamente no aparece por ningún sitio nada tiene que ver con el fruto en cuestión, aunque sí totalmente con el "almendruco". Y no me extrañaría que, aunque viejo ("más viejo que el truco del almendruco") algún que otro comerciante continuase usándolo.

Ha venido usándose durante bastante tiempo en muchos mercados, rastros y tiendas de compra-venta de usado.

En un mercado del usado, por ejemplo, donde el negociante compra objetos usados para después venderlos, se encuentran artículos de todo tipo: ropa, zapatos, complementos, objetos decorativos, muebles, juguetes, libros, discos... En estos negocios es práctica más que frecuente el regateo del precio. Para el propietario es bastante difícil recordar a qué precio ha adquirido cada uno de los artículos que después venderá, dada la heterogeneidad de los mismos y por el hecho de que él mismo los adquirió en épocas distintas, algunos de ellos bastantes años atrás. Para poder estar en condiciones de regatear y saber hasta dónde puede ceder con el precio de cada uno de ellos, las soluciones son básicamente dos. La primera es tener un listado de objetos adquiridos con el precio detallado y consultarlo en caso de necesidad. Algo así no es práctica aconsejada en un negocio normalmente lleno de gente que entra y sale, donde se regatea a cada instante y donde no hay tiempo que perder si se quiere concluir una venta. La otra solución es la más cómoda: escribir el precio que se ha pagado por el objeto en el momento de su compra en una pequeña etiqueta en cada uno de los objetos que se exhiben y que se almacenan en el negocio. Esto es lo que solía hacer cada vendedor en cuanto compraba un artículo usado para después venderlo, a veces varios años más tarde. Es evidente que escribir el precio tal cual sobre el artículo no podía hacerse, para no proporcionar el dato al comprador que, de ese modo, no tendría ninguna dificultad en saber hasta dónde podía forzar regateando. Es por esto que se usaba el "truco del almendruco".

Consiste básicamente en colocar en cada artículo que se propone al público el precio de costo del mismo, no el PVP (precio de venta al público). Este último generalmente no se exhibe en mercados de este tipo porque el comerciante lo establece o lo ajusta en base a la tipología, aspecto e interés del comprador. Es evidente que el precio se escribe codificado, para que el cliente no pueda saberlo. Es en esta celada (más que engaño) que interviene el "almendruco", pero no el fruto:

A L M E N D R U C O

1 2 3 4 5 6 7 8 9 0

Dado que es palabra de diez letras y ninguna repetida, era usado para codificar el dato mencionado.

Si el vendedor había comprado el mueble por 4500 pesetas, en una esquina del mismo le colocaba una pequeña etiqueta escrita a mano con: ENOO. Si había comprado un cuadro por 27800 pesetas, escribía LRUOO. Seguro que alguna vez habéis visto alguna etiqueta en la que, incluso debajo del PVP (precio de venta al público) aparecían unas extrañas letras en mayúscula escritas generalmente a mano, ej.

PVP

12640 ptas.

CLEO (=9240 ptas. "almendrucadas")

Pero ¿por qué "almendruco" y no alguna otra de las varias palabras que en español tienen diez letras y ninguna repetida?

Los motivos son varios. En primer lugar no son tantas las que tienen estas características, si nos ceñimos a los sustantivos.

En segundo lugar "almendruco" favorece la mnemotecnia, que se demuestra fundamental a la hora de ganar tiempo en las operaciones. Fácil asociar la A al número 1 (primera letra del alfabeto). La "O" final tiene la misma forma que el cero (escrito a mano). Las tres primeras consonantes son consecutivas en orden alfabético (L, M, N=2, 3 y 5). La M es fácilmente asociable al 3 (una "m" minúscula tiene tres patas). La "E" es fácilmente asociable al 4 (está compuesta por 4 trazos, uno vertical y tres horizontales). La "N" es el número 5, intermedio en la escala de cero a diez, y es esta misma letra el punto intermedio del alfabeto (la 14ªdel alfabeto de 27 letras). Aunque en general no era complicada la asociación porque se tendía a redondear la cifra, siendo las letras más utilizadas la A=uno, la N=cinco y la O=cero, junto a alguna otra intermedia.

El miedo de que el truco se hubiese extendido, o que el comprador puediese a su vez conocerlo, llevó en ocasiones a sustituir la palabra "almendruco" con "murciélago". Seguramente el mayor uso de la primera, la fácil mnemotecnia ya citada y, fundamentalmente, la rima con "truco" ha hecho que haya quedado la expresión que ha llegado hasta nosotros. Más apropiado sería llamarla "la astucia del almendruco", aunque se pierda la rima.

¿Por qué esta versión que comento no se encuentra en la red (que yo sepa) o no es tan conocida si, al parecer, era práctica más o menos extendida? En primer lugar no es del todo desconocida, por lo menos para los del gremio. A mí me la explicó mi padre en un mercado señalando la etiqueta almendrucada de un abrigo. (Mi padre trabajó treinta años en Galerias Preciados en Córdoba, Andalucía, actualmente El Corte Inglés). En segundo lugar supongo que se trata de uno de esos casos en los que todos hablan de un truco, sabiendo que hay alguno sin saber muy bien cuál es. Por ejemplo, todos conocemos el truco de las tres cartas o el de las tres campanitas en el que hay que adivinar la correcta, pero la verdadera explicación no es tan fácil de encontrar en internet o escrita en manuales. En los tiempos del almendruco ni siquiera existían las redes. Añádase el secretismo derivado de la solidariedad de gremio (como entre los practicantes de los citados trucos de cartas y campanitas o entre los magos e ilusionistas) para los que la fuga de ciertos gajes del oficio perjudica sin duda el mismo.

Como bien puede verse, poco tiene que ver con Cuaresmas, ayunos, frutos ni tantas leches, visto que, para la funcionalidad sobre la cual se basa, tanto vale "el truco del almendruco" que "el truco de Pernambuco".

- Gracias: Rafael Martínez Rubio.

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