La palabra testarudo viene de testa (vasija de barro en latín y luego cabeza en idiomas romance- Ver: tiesto, y tet-a-tet) y rudo (rudis, en latín: persona áspera que le cuesta percibir o aprender). Entonces, testarudo quiere decir "cabeza-dura".
Otras palabras compuestas a partir de testa incluyen:
Según LewisShort testa viene del verbo torrere (desecar, asar, quemar, consumir), que discutimos en las entradas de torrente y turrón. Si esto fuera verdad, podríamos asociar la palabra test con la raíz indoeuropea *ters- (secar). Pero otros autores, como de Vaan1, dicen que su origen es incierto y que probablemente es un préstamo al latín, igual como otras palabras relacionadas con vasijas.
Las palabras rudis (basto, grosero, en bruto, sin trabajar, no cultivado) y rudus (escombro de ladrillo molido, piedra machacada) se vinculan a la raíz *reu-2 (arrancar) 2. Derivados incluyen:
Fuente:
A mi humilde entendimiento, "testarudo" viene del antiguo "testa" cabeza y "duro" dura, sería entonces un "cabeza dura", un "Testaduro" luego porque le es más fácil a nuestro castellano, ocurre una metátesis, o sea de testaduro, a testarudo. Se puede observar este fenómeno en humadera, humareda, o alrededor y alderredor.
- Gracias: Visitante- 20100702 desde Santa Fe, Argentina
Me pareció oportuno -y gracioso- reproducir unas líneas del libro "Los 1001 años de la lenguas española" de "Antonio Alatorre" sobre esta misma palabra y lo que concierne a la "evolución semántica" que comenta Pedro en la acepción "cabeza" para el vocablo "testa". Hablando de los diferentes procesos y fenómenos sufridos por el latín vulgar hasta convertirse en castellano, en la página 67 del libro de Alatorre se lee lo siguiente:
"En algunos casos tiene que haber habido inicialmente una intención irónica o humorística. …… En vez de caput tuum ´tu cabeza´, dio a decirse tua testa ´tu cacharro´ (´el pedazo de olla o de maceta que pareces tener donde los demás tenemos la cabeza´). No deja de ser curioso que testa haya quedado como la designación normal de ´la cabeza´ en casi toda la Romania: italiano testa, francés tête, etc. En español arcaico se dijo tiesta además de cabeça (que no viene del clásico caput, sino del vulgar capitia)".
Un ejemplo de lo que comenta Alatorre en el párrafo anterior sobre la convivencia de las dos formas en el español arcaico (medieval), es lo que se puede leer en las primeras tiradas del primer cantar del "Poema de Mio Cid" que supongo todos conocéis.
- Gracias: mrshobeiri
Personalmente creo que Alatorre le echa bastante imaginación al asunto sin prueba ninguna. Y no podemos hacer uso de nuestra imaginación para explicar fenómenos lingüísticos, sino de las pruebas. No es además necesario en absoluto recurrir a suposiciones irónicas o humorísticas para explicar el que testa en latín acabara significando cabeza. Testa en efecto significó primero teja, ladrillo, cualquier recipiente de barro cocido o sus fragmentos. Pero ya en latín clásico asumió también el significado de concha o caparazón de cualquier tipo de molusco o crustáceo (así lo usa Cicerón, De natura deorum 2, 10, en el s. I a. C. y después Plinio y otros autores), también de caparazón de tortuga (en Varrón por ejemplo) o de caparazón en general (en Ovidio, Apicio y múltiples autores), evidentemente por la similitud de los caparazones con recipientes. Pero en el s. I d. C. también el médico Celso llama testa a las cabezas de los huesos y los dientes, y por su obvia semejanza con un receptáculo, la palabra pasa a designar al cráneo, de lo que tenemos la más temprana muestra en la Sátira 3, 268 de Juvenal (fines de s. I-inicios del s. II d.C.), en que lo expresa como receptáculo del cerebro. Ya en el latín del s. IV está bastante extendida la acepción de cráneo y tenemos diversos testimonios, como en el epigrama 72 o el 24 de Ausonio (abiecta inhumati testa hominis= el abyecto cráneo de un hombre insepulto) o en la obra de Iohannes Cassianus.
Es obvio que de cráneo pasó a designar simplemente la cabeza, y con este valor, simplemente de cabeza, tenemos por ejemplo la palabra usada en la segunda mitad del s. IV d. C. por Prudencio (en Liber Peristefanon, 10, 761) y varias veces empleada en la obra de Beda el Venerable (s. VII d.C.).
- Gracias: Helena
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