Una característica humana es la atracción a lo prohibido. Es interesante observar la secuencia que empieza con lo prohibido; luego tantas personas cruzan la raya, que lo prohibido se convierte en lo vulgar; y finalmente lo vulgar se convierte en lo aceptado. Como ejemplo cito el lenguaje de los delincuentes (coa de Chile o lunfardo de Argentina) cuyas palabras ya están aceptadas por la Real Academia Española. Otro ejemplo sería el cristianismo, el cual era inicialmente prohibido y luego pasó a ser la religión más dominante de Europa. Si nos remontamos a los cuentos de los primeros humanos, vemos que incluso Adán y Eva cruzan la raya al comerse la fruta prohibida.
La palabra prohibido viene del latín prohibere (apartar, mantener lejos), formada del prefijo pro- (adelante, en sentido de quitar del camino, prevenir) y el verbo habere (tener, sujetar) más el sufijo -do (que ha recibido la acción), que marca participios pasivos, como en: altercado, introvertido y desprotegido. Así podemos ver que prohibido expresa haber recibido la acción de "tener", "sujetar", o sea, un estorbo o impedimento. Este estorbo es generalmente impuesto por una autoridad y sólo dura hasta que el vulgo lo aguanta.
El verbo habere cambia a -hib- por apofonía igual como en inhibición. Este verbo se asocia con la raíz indoeuropea *ghabh- (dar, recibir).
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