Etimología de LILIPUTIENSE

LILIPUTIENSE

El imperio o reino de Liliput en la obra de Jonathan Swift 'Viajes de Gulliver' (1726) está poblado de seres que no alcanzan los 13 centímetros de altura, son ellos los que atan en la playa a Gulliver, único superviviente de un naufragio. Por supuesto, el adjetivo 'liliputiense' remite a toda cosa o ser 'extremadamente pequeño y endeble' (DRAE).

- Gracias: Philippe Vicente


El reino de Lilliput se describe en el primer viaje de la obra del irlandés Jonathan Swift (1667-1745) como una isla, probablemente ubicada en el Océano Indico, junto a otra llamada Blefuscu. Los habitantes de ese reino medían aproximadamente 12 veces menos que la altura de un hombre de 1,80 m, el equivalente a unos 15 cm.

Lo que no se ha dicho es que en el segundo viaje, el protagonista de la novela, el médico cirujano Lemuel Guilliver, llega a otra isla llamada Brobdingnag, donde las cosas cambian dramáticamente, pues en ella las personas son enormes, como una torre de campanario, cuyos ojos se encuentran a unos 60 pies del suelo, lo que permite deducir que medían unos 21,5 m. de alto y a cada paso que daban avanzaban unos 9 metros. Ahora Guilliver era el enano o liliputiense.

Algunos dicen que el factor de relación es 12, porque en Lilliput la gente medía 15 cm, 12 veces menos que la estatura de 1,8 m; mientras que en Brobdingnag la gente era 12 veces más grande (21,5 m) que un hombre de la misma altura: 1,8/0,15 = 12; 21,5/1,8 = 11,94. Curiosamente, si dividimos 9 metros (el avance de cada paso) entre 0,75 m (el avance promedio del paso de una persona normal), nos da también 12.

Liliputiense se aplica por esto para nombrar la versión miniatura de algo. En cambio, de Brobdingnag, que puede interpretarse como algo exageradamente grande o gigantesco, no se formó el término que pudiera ser brobdingnagiense (versión gigantesca de algo), pues obviamente resulta más difícil de pronunciar.

Fuente:

- Gracias: Jesús Gerardo Treviño Rodríguez.


La razón por la que Brobdingnag jamás se ha usado para designar a un ser desmesuradamente grande no es ninguna dificultad de pronunciación. Las cosas no funcionan así en literatura, en mito o en antropología. Un tipo de personaje queda como paradigmático de algo cuando es el primero planteado con sus rasgos, o al menos el primero conocido, suponiendo una innovación. Es por eso que Lliput y Liliputiense ha quedado como paradigma de hombre-enanito, de raza de hombres de muy reducido tamaño, porque en la literatura tradicional y el mito es la primera vez que se describe a un grupo de humanos de semejantes características y han quedado como modelo (antes realmente hay muchos mitos que describen a seres diminutos, como gnomos, duendes, etc., pero estos seres no son humanos ni mortales ni viven en una sociedad humana). Y en esto estriba la originalidad de la obra de Swift.

En cambio la parte referida a Brobdingnag no es más que la imitación de tópicos trilladísmos en la literatura anterior. Pueblos de humanos gigantescos se describen en todas las literaturas, los primeros las generaciones de Gigantes hesiódicas (de ahí que les llamemos "gigantes", los primeros se llamaron así y son prototípicos), los lestrigones y Cícones de la Odisea, los Nefelim bíblicos y tantos y tantos otros. No tiene sentido que una simple imitación de todo eso, como lo de Brobdingnag de los viajes de Gulliver diera nombre a las razas de gigantes.

Realmente es rarísimo que una burda imitación le quite el papel de prototipo a un original más antiguo. Eso sólo ha ocurrido en casos muy excepcionales en que la imitación ha destacado en gran medida en calidad y su popularidad ha obnubilado al modelo originario. Un ejemplo es el modelo prototípico de los amantes contrariados que se suicidan por amor: todo el mundo dirá "son unos Romeo y Julieta" (pensando en la famosa obra de Shakespeare). Pues bien, hasta el s. XIX todo el mundo hubiera dicho "son Píramo y Tisbe", refiriéndose al conocidísimo mito que escribió el romano Ovidio hace algo más de 2000 años, y que Shakespeare tomó para recrearlo y complicarlo en sus amantes de Verona. Cuando el romanticismo del s. XIX valoró por primera vez el teatro y la figura de Shakespeare, antes despreciada, su obra fue tan estimada y popularizada que obnubiló al modelo: hoy nadie conoce a Píramo y Tisbe y todos conocen a Romeo y Julieta. Pero un caso como este es excepcional.

- Gracias: Helena

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