Etimología de CIEMPIÉS

CIEMPIÉS

La palabra ciempiés tiene una etimología que no ofrece duda pues se ve a la legua que viene de las palabras españolas cien y pies, como indicando que el bicho que nombra tiene muchas patas. Denomina toda una clase de miriápodos, los quilópodos (Chilopoda Latreille 1815), divididos en cinco órdenes que contienen quince familias a su vez compuestas de innumerables géneros que tratan de englobar las miles de especies descritas hasta ahora (3300), pero con aún más miles por describir (calculan que habrá otras cerca de 5000 más no descritas). Todo este gentío de bichos tiene en común una pinta similar, el cuerpo alargado dividido en numerosos segmentos o somitas con un par de patas cada uno. El número de segmentos y pares de patas puede oscilar, según la familia y la especie, desde 14 hasta 177 pares. De entre ellos, los pertenecientes al orden de los escolopendromorfos (Scolopendromorpha), que son los llamados ciempiés, escolopendras o centípedos, poseen 42 patas en 21 segmentos, un par de antenas, un par de ganchos o pinzas endurecidas y venenosas en el primer segmento y el segmento final (a veces los dos últimos) sin patas, con lo que por más que se le llame ciempiés no llegan ni mucho menos a esa cantidad redondeada, tiene solo 42 patas. En otras tradiciones, como la vecina árabe, se les contaron las antenas como si fueran patas, y así salían 44, por lo que llamaron al bicho أمّ أربع وأربعين umm arbaˁ wa-arbaˁīn "la (tía) de 44", lo que tampoco es exacto pero queda más próximo al número real. Pero en Europa las escolopendras o ciempiés son bichos más chicos que en Arabia o el Norte de África y no repara el que lo mira en que sean 21 segmentos con 42 patas, lo que se ve es una bestezuela alargada con muchísimas patas, y la tradición latina nos acostumbró a usar "ciento" como "muchos", y así es que Plinio llamaba a estos bichos centipes, -edis y centipeda, -ae o centupeda, -ae de donde han salido las denominaciones romances primas hermanas del español ciempiés -o cientopiés, como se decía antiguamente-. Esta familia la componen el catalán centpeus, portugués centopéia, italiano centopiedi, en francés ha habido un centipède que ya no se da más que como cultismo entomológico porque se ha sustituido en el habla corriente por mille-pattes o mille-pieds, lo cual es aún más exagerado en cuanto al número, y del francés ha salido centipede en inglés, que no es romance pero a veces copia léxico.

Todas estas formas no han quedado muy lejos del latín original. Pero fue en los romances de la Península Ibérica en época medieval donde se dieron unos cambios que desfiguraron completamente esta palabra con la doble acción del paso desde el romance al dialecto árabe andalusí y su devolución posterior al español de Andalucía donde el cambio fonético se alió con el poderoso influjo de la etimología popular.

En los glosarios del dialecto árabe que se hablaba en al-Andalus se registran formas como جنجباذسة ǧinǧibāḏisa y variantes جنجباسة ǧinǧibāsa, جنسباسة ǧinsibāsa para denominar el ciempiés y también جنجباسة ǧinǧibāsa y جنجبانسة ǧinǧibānsa para el helecho Ceterach officinarum Willd. "doradilla", que se le llamaba así por el aspecto de las frondes, como escolopendras con muchas patitas. En estas formas del árabe andalusí se reconocen las palabras romances del sustrato. La letra ج /ǧ/ es la que se ha usado siempre en al-Andalus para representar en grafía árabe el fonema /č/ del romance y la ب /b/ hacía lo propio con la /p/ romance, mientras que el timbre vocálico de la /e/ se solía representar con la ا /ā/. Así que podemos reconstruir detrás de esa ǧinǧibāḏisa un romance činčipeḏis con una -a añadida como morfema árabe de singulativo o nombre de unidad. La primera parte de la palabra puede ser que se confundiera por etimología popular con činče "chinche" del lat. cimice(m), pero parece fácilmente evolucionada de centi-. La segunda parte parece haber sufrido algunos cambios, pedes , peds, pes... Más adelante en el tiempo, al final de la época medieval y en los últimos dialectos árabes hablados en al-Andalus la evolución de esta segunda parte referida a los pies se había alejado más. El padre Pedro de Alcalá (1505) recoge en el árabe granadino una forma menos reconocible. Dice en su Vocabulista arávigo en letra castellana, página 134: cientopies serpiẽte: çubcipǐcha,çubcipichǐt. La primera parte está alterada de un modo que se resiste a la explicación, podría tener que ver con una palabra en dialecto marroquí, sebsi, que denomina una pipa alargada para fumar kif, o quizá tuviera la relación con el nombre egipcio de una especie de oboe, sibs. Nada seguro. Pero en la segunda es evidente que se ha convertido el latín -pedes en -píča. Quizá por evolución de *pedia, o quizá por *pedsa.

Y aquí es cuando la etimología popular en español se desboca. Esa picha no puede ser otra que la que denomina al miembro viril y entonces la primera parte de la palabra da igual que venga de ciento-, se acomoda a la parte final y así fue como se convirtió en muchos lugares de España, como León, Zamora, Salamanca, Cantabria, Navarra, Extremadura, La Mancha y Andalucía en cortapicha (en castellano suelen decirlo en plural, cortapichas). Este es el nombre de los bichos alargados con aspecto de tener muchas patas. El más conspicuo es la tijereta, Forficula auricularia (Linnaeus 1758), que tiene seis patas, como todos los insectos, pero con los dos apéndices traseros en forma de tijeras y las dos antenas ya da toda la pinta de muchas patas.

Otro que lleva el mismo nombre en Andalucía es el pececillo de plata, Lepisma saccharina (Linnaeus 1758), también insecto, o sea, con solo seis patas pero con pinta de muchas más entre antenas y apéndices caudales. Otro insecto que ha recibido por similitud el nombre de cortapicha ha sido la libélula (orden Odonata Fabricius 1793), especialmente su voraz ninfa que tiene también cuando está en el agua el aspecto alargado de bicho con muchas patotas.

Esta palabra de cortapicha es muy usada desde siempre en numerosas hablas dialectales de la Península Ibérica, pero la Academia nunca se atrevió a reconocerla por la forma obscena que adoptó el final de la palabra y en su lugar lo que hizo fue admitir el eufemismo cortapicos, que en España podrá disimular, pero que en Chile no solo no se disimula sino que puede resultar peor incluso. Alguna gente por pudibundez llegan a llamar al lepisma o a la tijereta "cortapisa", pero variantes hay por todas partes, a todo pasto y para todos los gustos, muchas de ellas en lenguaje infantil, como cortachichas, cortamininas, cortapichinas, cortapichilinas y cortapitos.

Una de las cosas llamativas de esta palabra es que, siendo como es un derivado irreconocible de pies, como está prácticamente extendida por media España en las hablas dialectales resulta que ahora en gallego, quizá por el afán de algunos en subrayar todo lo que lo diferencie del portugués, se ha producido una traducción del español típica de los falsos amigos, muy parecida a aquella que se produjo con las pallas de Álvarez Cáccamo, y la propia Academia Gallega de la Lengua da por válida la expresión rapacarallas para la tijereta, y ahí sí que carallas no tiene nada que ver con los pies.

- Gracias: Joaqu1n [Con la orientación de Helena, Jesús Gerardo Treviño Rodríguez (Entomólogo) y Rubén (rsgalloper)]

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