Etimología de CALENDARIO

CALENDARIO

El calendario es el sistema que usamos para marcar el tiempo en años, meses, semanas y días. La palabra "Calendario" viene del latín calendarium, que era como los romanos le decían a los libros de contabilidad. Calendarium viene de Kalendae o sea calendas. Los romanos medían el tiempo en ciclos lunares. Calenda era el primer día del mes (luna nueva) y era cuando uno tenía que pagar las cuentas. Todo el mundo le tenía terror a la calendas, ya que ese día llegaba el contador con su librito (calendarium) a cobrar. Los romanos en la noche miraban a la luna y decían algo así: ante diem sextum kalendas, o sea "seis días antes de la calenda". De ahí también la abreviatura a.d. (ante diem o sea "día antes").

Calenda viene del verbo calare que significa "gritar" o "llamar", que era lo que hacían las personas cuando venían a cobrar. Calare viene del indoeuropeo *kel-4-, la cual es la raíz de las palabras: clamor, declarar, exclamar, clase, proclamar, reclamar e incluso llamar.

Es interesante notar que los griegos no median el tiempo en calendas. De ahí el dicho romano: Ad kalendas graecas ("para las calendas griegas", o sea "nunca"). Me imagino que eso le decían cuando llegaba el cobrador con su librito :-)


Nuestro calendario es el que hemos heredado de los romanos. Los romanos contaban los años a partir de aquel en que Roma fue fundada (1 a. U.C.= 1 ab Urbe Condita = año 1 desde la fundación de la ciudad), que se corresponde con el 753 a.C. de la era Cristiana, que utilizamos hoy. En el s. VI d.C. un monje sirio llamado Dionisio el Exiguo, basándose en la Biblia y otros escritos, pasó media vida calculando la fecha exacta del nacimiento de Jesucristo y dedujo que debió haber nacido el 754 desde la fundación de Roma, y a este año le llamó año 1 de la era Cristiana. Este sistema no se generalizó en Occidente hasta después del Renacimiento y por él todas las fechas anteriores a ese año 1 se expresan con números negativos. Pero hoy se sabe que Dionisio se equivocó: según las referencias evangélicas a hechos de la época y a la muerte de Jesucristo en época del emperador Tiberio, pudo nacer incluso hasta 10 años antes (antes del 10 a.C.).

En Roma, el colegio de los pontifices (sacerdotes técnicos) era el encargado de redactar el calendario anual, con sus dies fasti et nefasti (días hábiles o no para celebrar asambleas o juicios), que publicaba el Pontifex Maximus, así como también anunciaba la luna nueva al inicio de cada mes (este anuncio eran las Kalendas, de kalare, convocar). En la República, el inicio del año coincidía con el acceso al cargo de nuevos magistrados electos y así se nombraba también el año en curso con el nombre de los dos cónsules que ejercían el cargo.

En los orígenes los romanos tenían un calendario lunar, pues su unidad básica era el mes (mensis, nombre primitivo de cada periodo lunar, con la raíz men-, luna), y aunque tenían noción del año solar, no sabían medirlo con precisión: su calendario más antiguo iniciaba el año con el principio de las tareas agrícolas (en Marzo) y medía 10 meses lunares, dejando pasar luego un período de 55-60 días para ajustarse al siguiente equinoccio de primavera y al ciclo anual del sol.

Después, al parecer por influjo etrusco (aunque la tradición atribuía esta reforma al segundo rey de Roma, Numa Pompilio entre el s. VIII-VII a.C.), añadieron al final del año dos meses más. Quedó constituido así un año de 12 meses:

El año así constituido era el lunar, de 355 días y no se adaptaba pues al año solar. Por eso, para no quedarse retrasados con el sol, cada cuatro años intercalaban un par de meses más cortos, o cada dos uno, según las épocas. Este tipo de mes se llamaba Mercedonius o intercalaris.

Mucho después, en el año 153 a.C., por ciertas circunstancias, se debió anticipar las elecciones a magistraturas al primer día de Ianuarius. Como sólo podían permanecer un año en el poder, los siguientes nombramientos tuvieron que ser en la misma fecha. Y así el inicio del año se trasladó por motivos prácticos al 1 de Ianuarius.

De todos modos no se consiguió que el calendario teórico fuera exactamente igual al ciclo del sol, y este pequeño desajuste se fue acumulando con el paso del tiempo: en el año 47 a. C. este desfase era de 67 días, por lo que ninguna fiesta se celebraba en la estación que correspondía. Por ello Julio César, con la ayuda del astrónomo Sosígenes de Alejandría, emprendió la reforma del calendario, adaptando la duración del calendario solar al calendario tradicional romano, variando la duración de los meses para acoplarlos a un año exacto de 365 días, con un día más cada cuatro años. Esta duración exacta del año no la habían establecido los egipcios, que median años sotíacos de 365 días, sino los sabios de Alejandría que observaron que el año tenía 365 y un cuarto de día (ver la historia de este conocimiento en la entrada Sirio). Quedó así establecido arbitrariamente que Enero iniciara con 31 días y fueran alternando hasta el final del año meses de 31 y 30 días, excepto febrero que quedó con 29. De acuerdo con el ciclo solar, se intercalaba un día suplementario cada cuatro años entre el 24 y 25 de Febrero: se llamaba bis dies sextus ante Kalendas Martias, de ahí que llamemos bisiestos a los años de un día más (en los bisiestos, febrero tenía inicialmente 30 días).

A la muerte de Julio César (44 a.C.) se le dedicó el mes Quintilis que pasó a llamarse Iulius. Después, en el año 8 a.C., el Senado decretó que, en honor del primer emperador, Octavio Augusto, el mes Sextilis se llamara Augustus, y para que no fuera menos que su tío abuelo César, se incorporó un día más a Augustus que se quitó de Febrero (Agosto quedó como Julio con 31 y Febrero con 28, y 29 en los años bisiestos), y se cambió la alternancia de meses de 30 y 31 a partir de Agosto hasta el final del año. Los meses ya quedaron pues con la duración en días que hoy tienen y con sus nombres que conocemos.

Y este es el calendario del que nos servimos hasta hoy. Sobre él se produjo únicamente una pequeña corrección en 1582 conocida como reforma Gregoriana, y que en esencia consistió en que unos astrónomos observaron que en la secular aplicación del calendario juliano este se había adelantado unos pocos días (10) al ciclo natural del año y al equinoccio de primavera, pudiendo determinar con esta larga observación y medios más avanzados, que el cálculo antiguo del año de 365 días y un cuarto de día (6 horas), no era milimétricamente exacto y establecieron que el año trópico natural era exactamente de 365 días, 5 horas, 49 minutos y 12 segundos, lo cual provocaba un ligero corrimiento que al cabo de muchos siglos se notaba. Retrasaron así el calendario 10 días y establecieron un cómputo más exacto ya a larga medido por exactos medios mecánicos.

- Gracias: Helena

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